Tsai Ing Wen, la actual líder política taiwanesa con pretensiones secesionistas |
La situación de otros aliados no es más halagüeña. Al Vaticano se han sumado, recientemente, dudas en Paraguay, Honduras, Haití, etc. El efecto dominó pudiera ser imparable. Es evidente que Taiwán no dispone de los astronómicos recursos –no solo económicos- para competir con China continental, hallándose en una posición de clara inferioridad en esos términos.
Tras el XIX Congreso del PCCh celebrado el pasado otoño, Xi Jinping ha incrementado sustancialmente la presión sobre Taiwán en todos los frentes (militar, económico, etc)., en línea con lo manifestado anteriormente a favor de instrumentar una solución definitiva para este complejo asunto. En la perspectiva de Xi, una fecha límite parece imponerse, 2049, el primer centenario de la República Popular China. Taiwán es un elemento vital en dicha visión.
A su regreso de la reciente visita a Buenos Aires, Wang Yi hizo escala en Washington para recordar a su homólogo Mike Pompeo la obligación de comprometerse con la política de una sola China, justamente con el horizonte de la inminente apertura de la nueva oficina del Instituto Americano en Taiwán, prevista para el 12 de junio, en medio de especulaciones respecto a la presencia de funcionarios de alto rango estadounidense.
Por más que Taipéi estreche sus vínculos con Washington, como viene haciendo desde el inicio del mandato de Donald Trump, el goteo de bajas de aliados puede ser incesante a partir de hora pudiendo encontrarnos con la paradoja de la extinción definitiva de facto de la llamada República de China por falta de reconocimiento internacional.
La merma de aliados plantea una doble tesitura. Beijing consumaría su tesis de que la República de China fue derrotada en 1949 y que por lo tanto queda definitivamente extinguida. La de Taipéi sería una posición mucho más compleja: rechazando ser una mera “provincia china”, en ausencia de reconocimiento internacional de la República de China, ¿cabe imaginarse la refundación como Taiwán? Las posibilidades de reconocimiento internacional serían igual de remotas pero China lo interpretaría como un cambio sustancial del statu quo que podría desatar la aplicación de la Ley Antisecesión de 2005.
En cualquier caso, la diplomacia taiwanesa tendrá que reinventarse para subsistir en tan intricado contexto. El aumento del poder e influencia internacional de China continental le augura nuevas deserciones y un futuro que le obligará a efectivizar otras modalidades de presencia internacional para conjurar el aislamiento, preferiblemente asociables al poder blando. En el ámbito de la seguridad, la tentación de sumarse a la estrategia del Indo-Pacífico supone un riesgo cada vez mayor de convertirse en “moneda de cambio” de la voluble Administración Trump.
24-5-2018
Fuente: Observatorio de la Política China
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