Entrevista concedida por la politóloga hispano-iraní Nazanin Armanian y publicada en Rebelión en octubre de 2013. Armanian ha proporcionado algunos de los análisis más lúcidos y mejor informados sobre el polvorín de Siria y Medio Oriente. Autora de 15 libros (el último, escrito junto con Martha Zein, "Irán: la revolución permanente"), reside en España desde 1983 y colabora habitualmente con el diario Público. Considera que la "doctrina Obama" se basa principalmente en contener a China y no implicarse en "minúsculas peleas vecinales", sobre todo porque su verdadero enemigo en la región es Irán. Según Armanian, la estrategia militar de Estados Unidos es generar es generar un "caos controlado", en el que desgastan las posiciones de Rusia, Irán, Turquía, Arabia Saudita e, incluso, Israel.
Enric Llopis
–Se ha demorado un ataque militar a Siria que parecía inminente. ¿De qué depende que se produzca finalmente?
–Partimos de la base de que nosotros poseemos una información parcial de lo que se cocina en lo centros de poder de las potencias que deciden este conflicto. Por lo que nuestras “opiniones” son más bien “hipótesis”. Ahora bien, en realidad Barak Obama ni podía ni quería atacar a Siria en agosto pasado. A pesar de los esfuerzos de Turquía y Arabia Saudita para arrastrarlo a una guerra, donde tiene más que perder que ganar, la propuesta de Putin (¿acordada previamente?) lo sacó de la trampa del “uso de armas químicas = ataque militar”. La verdadera línea roja fue el cambio que se produjo en el equilibrio de fuerzas entre el ejército sirio y los rebeldes (ecuación perder-perder), cuando Damasco recuperó varias localidades en el mes de julio y agosto, gracias al caos entre las filas de la oposición y también del apoyo logístico de Rusia, y la valiosa experiencia de varios miles de Guardianes Islámicos de Irán en Siria, que saben cómo luchar contra enemigos externos e internos.
–¿Cuál es el escenario que le resulta más favorable a Estados Unidos en la zona?
–La opción óptima para Estados Unidos es el actual “caos controlado”, donde se desgastan Rusia, Irán, Turquía, Arabia Saudita e incluso Israel. La “Doctrina Obama” se preocupa por contener a China y no implicarse en minúsculas peleas vecinales. Además, la prioridad de la Casa Blanca en la región es Irán y no Siria, y un ataque a aquel país acabaría con cualquier acuerdo de paz con Teherán a cambio de parar su programa nuclear. Aun así, mientras la amenaza del ataque se aleja, la presencia de demasiados actores en este tablero, a los que nadie controla, y el hecho de que la política no siempre obedece a la lógica, hacen que cualquier escenario sea posible, como alguna provocación de bandera falsa. Se habla de un acuerdo entre Estados Unidos, Rusia e Irán para mantener a Assad en el poder hasta los comicios del 2014. Tiempo suficiente para que la Casa Blanca compruebe la buena voluntad de Hasan Rohani-Alí Jamenei en abandonar su programa nuclear. Así, Estados Unidos-Israel-Arabia Saudita habrán conseguido el desarme de Siria e Irán sin un Apocalipsis. Un gran triunfo para Barak Obama.
–Cuando se habla de oposición siria a Bachar el-Assad, ¿de qué conglomerado se trata?
–Acerca de la oposición interna y la que lucha desde fuera contra Assad –que incluye desde las fuerzas de izquierda hasta la extrema derecha, pasando por miles de mercenarios que enturbian el panorama– hay que confesar que si por un lado recibimos noticias contradictorias, por otro vemos que la velocidad de los cambios de los acontecimientos obliga a la oposición a cambiar de postura y de composición. Es realmente difícil conseguir una información veraz, fiable y no parcial sobre dichas fuerzas.
–¿Qué grandes proyectos económicos están en juego en Siria?
–La relación entre el conflicto sirio y petróleo/gas se centra en varios puntos. En primer lugar, Siria posee 2,5 millones de barriles de crudo, y es la mayor reserva probada de petróleo del Mediterráneo oriental; y es Rusia, el único socio internacional de Siria, quien coopera –junto a China e Irán– con Damasco en el desarrollo de su industria petrolífera. En segundo lugar, el descubrimiento de varios billones de metros cúbicos de gas (combustible del futuro, bueno, barato y limpio) localizados en las costas de Siria, Líbano, Israel y Gaza en 1990 por British Gas (BG) han provocado una disputa con Israel, que reclama su totalidad. Los hebreos han conseguido que Gaza, Siria y Líbano se queden fuera del juego y ya están explotando estos campos, aprovechando la debilidad de sus rivales.
–¿Y en cuanto a las rutas estratégicas y grandes oleoductos/gasoductos?
–La ubicación de Siria es punto de confluencia de varios corredores energéticos que dejarían fuera del juego a Turquía (socio de la OTAN) no sólo como país estratégico, sino que también le quitaría millones de dólares de peajes que gana por dejar pasar el oleoducto Azerbaiyán-Georgia por sus tierras. Se trata de dos oleoductos y un gaseoducto iraquí-sirio y la firma en 2011 del acuerdo de construir un oleoducto iraní-iraquí-sirio (llamado “la tubería chiíta”), que transportaría el crudo de Irán al Mediterráneo. Dichas iniciativas, además, anularían el proyecto estrella de la diversificación del suministro energético a la UE: el gaseoducto “Nabucco” que iba a salir del Mar Caspio y llegar al Mediterráneo vía Turquía sin pasar por Rusia. Por otra parte, está el esfuerzo de Arabia Saudita y Qatar en construir el “Arab Gas Pipeline” (Gasoducto árabe), con la participación de Siria, Jordania y Líbano, que conectaría el gaseoducto del norte de África a Turquía, al Mediterráneo. Idea que convertiría a Ankara en la primera puerta energética de Asia a Europa y reduciría el peso de Rusia en ser el principal suministrador de energía al viejo continente. Arabia Saudita y Estados Unidos temen una alianza entre los “gigantes petroleros” Rusia y Venezuela, que debilite a la OPEP.
–¿Cuál es el rol de China en Siria y, en términos generales, en Medio Oriente? Aparentemente, en Siria se ha situado en un segundo plano. ¿Y en cuanto a Rusia?
–China, tras perder a Irak, Sudán y Libia como fuentes de energía, se pone firme para mantenerse en la zona, a través de sus relaciones con Siria e Irán. De momento prefiere que Rusia haga de protagonista en el conflicto. Beijing cree firmemente que el objetivo de Estados Unidos en atacar a Siria es apoderarse de Irán, su tercer suministrador de petróleo. Para la Rusia de Putin, el objetivo de acabar con el mundo unipolar pasa por Siria. Allí puede impedir que el levante mediterráneo se convierta en un espacio atlantista. Sabe que uno de los objetivos de Estados Unidos es destruir el ejército sirio, por sus vínculos con Rusia. Lo mismo que hizo con fuerzas armadas de Irak y Libia, para así reducir la influencia militar de los eslavos en el planeta. Moscú, además, ha invertido unos 20.000 millones en este país. Demasiados intereses que le invitan a resistir, ahora que está levantando cabeza en el escenario internacional.
–La hegemonía sunní frente al arco chií. ¿Qué peso real tiene la religión en el conflicto de Siria y, en general, en Medio Oriente?
–La caída de Mubarak en Egipto –bastión del sunismo–, junto con la llegada al poder de los chiitas en Irak, el aumento de la influencia de Hizbolá en el Líbano, y la rebelión chiíta en varios países árabes (Bahrein, Yemen), no significan, “per se”, un cambio en la región que beneficie a la teocracia chiita de Irán. Aquí también son los intereses de Estado, o de los que ostentan el poder, los que fijan la orientación política de un gobierno. Al hecho de que ni el compartir el chiísmo une a los persas y los árabes, viejos enemigos, se añade la profunda crisis política y social del propio Irán, que impide a Teherán aprovechar la debilidad de los jefes de los Estados sunitas. La religión es una bandera, lo que manda es el ansia de las oligarquías que gobiernan dichos países en ostentar la hegemonía regional.
–Por otra parte, recientemente se ha escenificado una mejora de las relaciones entre Obama y el nuevo gobierno Iraní. ¿Es real? ¿Es ello compatible con los análisis que señalan que en el conflicto sirio realmente Estados Unidos apunta a Irán?
–Es real. Tanto a Estados Unidos como a Irán en estos momentos les urge restablecer las relaciones. A Barak Obama, porque alcanzar un acuerdo nuclear con Teherán es menos costoso que una guerra suicida o aceptar un Irán nuclear. Es posible que a pesar de las presiones de Israel, acepte un Irán con capacidad de fabricar la bomba nuclear (como Argentina, Japón o Alemania) y dejarle enriquecer el uranio en el interior del país, a cambio de un continuo control de la ONU sobre su industria. Además, la opinión pública de Estados Unidos e Israel están en contra de una aventura bélica por tierras iraníes (miren la campaña “Te amamos: Irán e Israel”).
–Por último, en alguna conferencia has señalado un conflicto entre Obama y un sector “duro” y belicista del establishment norteamericano por la rentabilidad de las guerras. ¿En qué consiste? ¿Qué consecuencias reales puede tener de cara a los conflictos en Medio Oriente y en el planeta?
–Barak Obama, durante su segundo mandato, empezó a tomar decisiones relevantes para debilitar el sector belicista del establishment: apartó al general neo-con David Petraeus, director de la CIA (¡bajo el pretexto de la infidelidad a su esposa!), el último que había heredado del gobierno de Bush; antes cesó al secretario de Defensa, Robert Gates, “el señor de la guerra”; detuvo a otros altos cargos militares en misión extranjera, como el general Allen, responsable de la OTAN en Afganistán; forzó la marcha voluntaria de la secretaria de Estado, la halconesa Hillary Clinton (su rival en las primarias del 2008, a quien incluyó en su gabinete para neutralizarla) y jubiló a León Panetta, director del Pentágono. Paralelamente, incluyó en su nuevo gabinete a Chuck Hagel, como secretario de Defensa, a pesar de su fama de “anti-israelí”, firme opositor al ataque a Irán, y de paso redujo el presupuesto del Pentágono... Obama se ha dado cuenta de que justamente estas guerras locales y absurdas organizadas por este sector del poder en Estados Unidos son las responsables de que el imperio haya perdido su fuerza y prestigio a nivel mundial. Su obsesión es contener a China, y su “doctrina”, el regreso a Asia. De cómo lo conseguirá (o no), el tiempo nos lo revelará.
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