Por D.R.
Nuestros medios de
comunicación (¡los medios del capital, no lo olvidemos!) adoran a los
manifestantes hongkoneses que, por miles según ellos, agitan paraguas para
exigir la democracia: la pura, la verdadera, la auténtica. Parece que el
gobierno chino no está de acuerdo. Prefiere designar él mismo a los hombres que
dirigirán Hong Kong. Entonces, ¿quién tiene razón, los manifestantes o el
gobierno chino? ¡Cuidado con las respuestas demasiado precipitadas!
Nosotros,
que tenemos la experiencia de esta democracia con la que parecen soñar algunos
hongkoneses, sabemos bien que el que gana este tipo de elecciones es el que
goza del apoyo del capital: la prensa le da cancha todos los días, los sondeos
explican que su victoria es ineludible y los expertos demuestran que su
programa es realmente el más razonable. En definitiva, el vencedor es el que
dispone de grandes sumas de dinero destinadas a su campaña, por medio de los
que disponen del mismo, y que cuentan como “elegidos” a gente que velará por
sus intereses.
Lo hemos
visto en Francia cuando la prensa, las encuestas y los expertos contribuyeron a
promover a Nicolas Sarkozy. En 2012, los mismos apoyaron a François Hollande.
Se constata (¡menuda sorpresa!) que tanto el uno como el otro llevan políticas
que forman parte de la misma estrategia… en favor del capital.
En el caso
particular de Hong Kong, se observa que el método empleado por los
manifestantes se asemeja al de las “revoluciones naranjas”: una reivindicación
supuestamente democrática, un símbolo fácil de reconocer (en este caso, los
paraguas) y la ocupación permanente de un lugar central.
El gobierno
chino y el hongkonés han detectado lo que se tramaba. No cabe duda de que
detrás está la mano estadounidense y británica. Si llegase efectivamente a
ponerse en marcha, esta reivindicación “democrática” tendría como consecuencia
a corto plazo la separación de Hong Kong de China, y la revisión del acuerdo de
reunificación de 1997.
Porque si se
habla hoy de reunificación, es porque antes hubo separación: durante las
guerras del opio de mediados del siglo del siglo XIX, las potencias coloniales
habían obligado al gobierno chino de la época a conceder territorios en su beneficio
exclusivo, bajo la forma de arrendamientos a largo plazo. Así es como Hong Kong,
territorio chino, se convirtió en territorio británico. En aquella época, los
chinos hablaron de “tratados desiguales”, entre los cuales está el tratado de
Nanjing.
Los
británicos pensaban que Hong Kong les pertenecería por siempre. Pero al término
del arrendamiento, el gobierno chino hizo valer sus derechos y le expresó a
Gran Bretaña que no sería renovado: Hong Kong volvería a ser territorio chino,
gobernado por China.
La República
Popular de China y el Partido Comunista Chino habían preparado muy bien la
operación: para convencer a los británicos de no tirar de la historia y
apaciguar los temores de la economía hongkonesa, el acuerdo propuesto se
resumía en “un país, dos sistemas” (es de hecho la misma propuesta que Corea
del Norte lleva haciendo a Corea del Sur desde 1953: “un país, dos sistemas”).
La economía
de Hong Kong es por lo tanto propia de un sistema capitalista, bajo control de
Beijing. Hong Kong no es pues “un país independiente”: es una provincia china,
pero administrada de manera muy específica.
Es evidente
que China no considera ni por un instante volver hacia atrás. Las guerras del
opio se terminaron para siempre y Hong Kong pertenecerá a China.
El gobierno
chino ha explicado por tanto que el futuro gobernador de Hong Kong será elegido
por los habitantes del territorio. No obstante, los candidatos no podrán ser
hombres bajo influencia haciendo campaña con financiación estadounidense y
británica. Beijing propone entonces a candidatos que sustenten el principio
simple pero complejo: “un país, dos sistemas”…
¿Es legítimo
este tipo de filtro? Sí, porque el “laisser-faire” favorece a las grandes fortunas,
al dinero extranjero anglo-sajón, y en el caso particular de Hong Kong,
tendría como objetivo una nueva separación.
Se habrá
observado que el gobierno chino gestiona el asunto mediante la negociación y el
uso prudente de las fuerzas de policía. Pero no cede. ¡No se ha olvidado la
humillación de los tratados desiguales del siglo XIX! Hoy, China ha solucionado
la cuestión de las fronteras con la mayor parte de sus vecinos, particularmente
con Rusia. Queda la cuestión de Taiwán, y las demás, en suspenso, con Japón y
Vietnam.
Hay
aquí hay un intento manifiesto de los
Estados Unidos de desestabilizar a China. Habrá otros intentos, podemos estar seguros.
¡No le demos crédito alguno a estas maniobras!
No hay comentarios:
Publicar un comentario