Manipadma Jena (Inter Press Service)
Un agricultor de Taipingdi, protegido por una barrera de árboles
El sol todavía brilla sobre los álamos, que forman una barrera natural en el horizonte, pero Horquin Lianjun decide terminar su labor en la granja. El viento que viene del desierto se vuelve amenazante.
En su media hectárea, Lianjun cultiva maíz, al igual que su vecino, Hua Limei, y otros agricultores de la zona.
"Ganamos unos 400 yuans (63 dólares) por cada mu cosechada", dijo a IPS. "Mu" es una medida china que equivale a 1/15 hectáreas.
Ambos agricultores, de alrededor de 40 años, viven con sus respectivas familias en la localidad de Taipingdi, en la zona de Chifeng, en el sureste de Mongolia Interior.
Esta región autónoma china, con mayoritaria población mongol, tiene pasturas en el este y desiertos en el oeste, y frontera con Mongolia y Rusia en el norte.
Es difícil creer que estas tierras de cultivo eran parte del desierto hace 60 años. Entonces, menos de 66 hectáreas de bosque estaban rodeadas por dunas de arena.
El abuelo de Lianjun apenas obtenía un cuarto de lo que él cosecha ahora. Hoy, los árboles sirven de refugio a 10.000 hectáreas de tierra cultivable.
Chifeng tiene una precipitación anual de entre 300 y 450 milímetros, y una desproporcionada evaporación de entre 2.000 y 2.300 milímetros.
La precipitación promedio de China es de 619 milímetros, y en la costera Shanghai llega a 1.144. En las zonas más secas, la regeneración del pasto es difícil.
Mientras Taipingdi y otras localidades chinas luchan contra la degradación, cada vez más tierras agotadas por pastores se convierten en pequeños desiertos en este país, formando verdaderos océanos de arena.
En los últimos 50 años, China ha perdido frente al desierto un área equivalente al tamaño de Groenlandia, según expertos. El llamado "tazón gigante de polvo" representa la mayor pérdida de tierra productiva en el mundo.
Mientras la arena degrada progresivamente las zonas cultivables, la pobreza crece y genera un círculo vicioso.
"Cuanto más pobre es el agricultor, más desesperadamente busca beneficiarse de la tierra. Como consecuencia, el cultivo excesivo acelera la degradación", explicó a IPS el activista BaoYongxin, del condado Aohan.
La misión de Yongxin es promover las plantaciones como forma de frenar al desierto, del que también se ha visto duramente afectado.
Yongxin y su esposa lucharon durante años para impedir el avance de la arena sobre su tierra, pero el punto de quiebre llegó en 1993, cuando una noche tormentosa su hermano se enfermó gravemente.
"Caminé con él toda la noche en medio de los fuertes vientos y la abundante arena, sin poder ver a dónde íbamos y sin saber cuántas horas habíamos andado, hasta llegar a la clínica más cercana", recordó Yongxin.
Luego, ese mismo año, el viento arrancó el techo de su casa de una sola habitación. "Con nuestros dos hijos -el más chico con apenas unos meses de edad-, mi esposa y yo pasamos toda la noche en un rincón, mientras la tormenta y la lluvia nos golpeaban", señaló.
Fue entonces que decidió combatir decididamente al desierto. Convenció a la comunidad de Aohan para recuperar 600 hectáreas de tierras invadidas por la arena. Pero para 1998, Yongxin había gastado todos sus ahorros en una lucha desigual.
La comunidad acudió entonces al Departamento de Bosques local, con el que elaboró un proyecto a cuatro años para recuperar 465 hectáreas. Los agricultores proveyeron la mano de obra, y las autoridades el apoyo técnico.
El Departamento de Bosques capacitó a los productores en diversos métodos de conversión de tierras y lucha contra el desierto.
La comunidad de Aohan optó por una combinación de métodos mecánicos y biológicos. Las dunas fueron niveladas con máquinas y se trazaron pequeñas parcelas rodeadas con barricadas de paja, que ayudan a estabilizar la arena y mantener la humedad.
Al comienzo de la temporada de monzones, en cada parcela se plantaron diversas especies de pinos, sauces y otros árboles resistentes a la sequía, de los cuales sobrevivieron un 75 por ciento. Estos luego fueron regados naturalmente por las aguas de los deshielos.
"Esta tecnología ha sido ampliamente usada por más de 20 años", dijo Dong Haijun, jefe de la oficina forestal del condado de Wengnuite.
Para 2005, se habían recuperado 2.400 hectáreas en Aohan, y 135 hectáreas de bosques se mantenían firmes como barreras para impedir la invasión de arena.
Las 120 casas de Aohan ahora cuentan con tejas para resistir los vientos. En 2006, se creó una carretera para conectar el condado. Ese mismo año, Yongxin fue elegido presidente de la comunidad, y en 2007, el primer ministro Wen Jiabao lo honró con el título de "combatiente modelo" contra la desertificación.
Hasta ahora, 124 millones de agricultores y 32 millones de hogares rurales han participado de este tipo de proyectos, indicó el director de la oficina de conversión de tierras de la Autoridad Estatal de Bosques, Wang Feiyue.
"La conversión de tierras degradadas en bosques, plantaciones y colinas… se convirtió en el más grande proyecto a favor de los agricultores hasta el momento en China", sostuvo.
Los productores reciben una compensación en efectivo por la falta de ingresos durante el periodo de conversión, además de semillas subsidiadas e información técnica.
No obstante, aun temen los efectos del cambio climático, en el que reconocen la raíz de sus problemas.
"Los inviernos son más largos y más fríos, los vientos soplan más fuerte y los veranos son más secos. Y cuando llegan las lluvias, son fuertes y crean inundaciones", se lamentó Yongxin.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=155963
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