viernes, 9 de febrero de 2018

Las revoluciones de colores, China y la TVE

Fotografía de la autodenominada "Revolución de los Paraguas" de Hong Kong.
Por Manuel Corpa

Tras el fin del mundo bipolar, el siglo XXI se inició en un ambiente ambivalente:

De un lado los vencedores, los EE.UU., la OTAN, el grueso de los países desarrollados y sus aliados, con un mensaje optimista. Se había alcanzado el fin de la historia. La democracia liberal consagrada como el régimen idóneo para la humanidad. No importaba que las “ventajas” de este modelo sólo alcanzasen a un 15% de los habitantes del globo.

De otro, el conjunto de países que se habían opuesto al bloque vencedor, o se habían mantenido neutrales, en donde prevalecía la incertidumbre. La destrucción de Yugoslavia, el resurgir del terrorismo, y el que la OTAN no se desmantelase, una vez desaparecida la supuesta causa que la hizo surgir, levantaba recelos. Su intervención armada contra Serbia y Montenegro presagiaba lo peor.

El campo de los vencedores pasó a gobernar el mundo. Lo hizo de manera contradictoria, a su imagen y semejanza. Desarrollo-desigualdad-guerra-invasiones-dominio oligárquico-discurso democrático…

El 8 de septiembre del año 2000 se aprobaba por los 189 países de la ONU la Declaración del Milenio. Reunión en la que se dijo:

“Estamos decididos a establecer una paz justa y duradera en todo el mundo, de conformidad con los propósitos y principios de la Carta. Reafirmamos nuestra determinación de apoyar todos los esfuerzos encaminados a hacer respetar la igualdad soberana de todos los Estados, el respeto de su integridad territorial e independencia política; la solución de los conflictos por medios pacíficos y en consonancia con los principios de la justicia y del derecho internacional; el derecho de libre determinación de los pueblos que siguen sometidos a la dominación colonial y la ocupación extranjera; la no injerencia en los asuntos internos de los Estados; el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales; el respeto de la igualdad de derechos de todos, sin distinciones por motivo de raza, sexo, idioma o religión, y la cooperación internacional para resolver los problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario.”

Y en la que se acordaron los 8 Objetivos del Milenio, para mejorar las condiciones de vida de millones de personas, principalmente en los países en desarrollo, para el año 2015.[1]

Ya en el 2001 se produjo la primera invasión del siglo, la de Afganistán, y en 2003 la de Irak dando continuación a una inacabable cadena de intervenciones y guerras en distintas partes del mundo, por parte de los países de la OTAN y sus aliados:

Georgia, “revolución de las rosas” (2003);  Ucrania, “revolución naranja” (2004); y Kirguistán, “revolución de los tulipanes” (2005).[2]  También en Líbano, la “revolución del cedro” (2005).  “Revoluciones” que son consideradas por muchos expertos, instrumentos de injerencia de las potencias “occidentales” para cambiar a líderes no afines, por otros, defensores de sus intereses. Lo que contradice lo fijado en la Declaración del Milenio, citada más arriba.

Aunque la incertidumbre aumentaba, hacia el 2006 parecía que los objetivos podían cumplirse. La crisis del 2007 redujo las expectativas de éxito. La situación se ha agravado en algunas áreas geográficas, por la lista inacabable de las nuevas injerencias: A las “revoluciones” en Túnez y Egipto, se añadían las intervenciones en Libia, Siria, Somalia, Sudán, Irán, Yemen, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil… También se atrevieron con China, aunque el caso resultó peripatético.

Como se fabrica una noticia: Web de USA convoca por internet manifestaciones para el día 20 de febrero de 2011 en unas 15 ciudades chinas. CNN y BBC se hacen eco. A continuación la noticia se extiende por los medios de comunicación de países dependientes de USA: televisiones, radios,  prensa e internet. En todas partes se habla de “la revolución del jazmín”[3] y del nerviosismo y la preocupación del gobierno chino de que su país sufra el contagio de la “primavera árabe”.

La convocatoria se hace en lugares donde normalmente hay mucha asistencia de público: mercados, calles céntricas, etc. Sitios donde, como ocurre en todos los países, suele haber policía. Los lugares de las convocatorias se llenan de periodistas occidentales. Los escasos policías chinos que muestran las cámaras no son fuerzas antidisturbios. No llevan pistola y, en alguna de las ciudades mostradas, ni siquiera porra. El número de periodistas fue superior al de manifestantes.

Ningún periodista pudo asegurar haber visto a algún manifestante. Aunque hubo prensa que publicó que había 200 personas… en el mercado de Pekín. Al que sí localizaron, en Shanghai, en el lugar de la convocatoria fue a Huntsman, el recién dimitido embajador estadounidense en China, tratando de escabullirse y que dijo estar casualmente por allí con su familia.

Y cómo lo contaron en España. Día 20 de febrero de 2011 TVE, Telediario de las 15:00:

Muestran imágenes, que dicen que son del mercado de Pekín. En ellas se ven grupos de personas con aspecto de gente que va a un mercado. Sin pancartas, ni gritos. También a un par policías que no llevan ningún tipo de arma, ni siquiera porras. La locutora habla con fuerza, con garra, con pasión de manifestaciones convocadas por Internet, exigiendo reformas democráticas, que han producido mucha preocupación en el gobierno chino, un incremento de la represión política, censura en la red y, finalmente, muestra imágenes de archivo sin citarlo, señala la puerta de una vivienda, tipo venta, que dice la locutora que es de un disidente al que tienen detenido en su casa. ¿Es sólo un ejemplo más de  la falta de calidad de los medios de comunicación en España? NO, es una noticia que fue retransmitida obedientemente en los principales canales internacionales y en los más importantes periódicos del Imperio yanqui. Una vez más, la veracidad informativa fue cercenada por los que se proclaman defensores de la libertad de expresión.

Notas:

[1] Los objetivos definidos fueron los siguientes:
Objetivo 1: Erradicar la pobreza extrema y el hambre. Para 2015 se fijaba la reducción del 50%.
Objetivo 2: Lograr la enseñanza primaria universal.
Objetivo 3: Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer.
Objetivo 4: Reducir la mortalidad infantil.
Objetivo 5: Mejorar la salud materna.
Objetivo 6: Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades.
Objetivo 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente.
Objetivo 8: Fomentar una asociación mundial para el desarrollo.

[2] En una reciente entrevista en The Financial Times, el billonario Soros admitió que había apoyado, al  menos, uno de los golpes, el que llevó a Saakashvili al poder en Georgia (Sputnik 1-2-2018).

[3] Nombre copiado de la revuelta de Túnez

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