Por Juan de Dios Parra
El anuncio de Donald Trump de iniciar una guerra comercial en contra de China constituye una insensatez que pasará a la historia de los errores políticos del siglo XXI.
Toda guerra de cualquier naturaleza que sea, siempre es una tragedia que afecta a los pueblos, especialmente a los más vulnerables. Al primer acto hostil le sigue una escalada de acciones y operaciones que van empeorando el escenario del conflicto, involucrando a nuevos actores y arrastrando a los pueblos al sufrimiento y la desesperación.
Ejemplos de esto lo vemos todos los días en el rostro de los cientos de miles de niños sirios, afganos, libios, palestinos, iraquíes, etc., víctimas de la “Primavera Árabe” impulsada por Estados Unidos y que ha ido involucrando a Europa y Oriente Medio e impactando a todo el mundo.
La guerra comercial no es menos dañina en sus efectos sobre los pueblos; siempre se traduce en pérdidas masivas de empleos y encarecimiento de productos necesarios para la vida, además de cobrar otras víctimas como la confianza internacional y el espíritu de cooperación entre las naciones.
Sin embargo, en esta ocasión, el gobernante de la tierra del pato Donald comete un terrible error: la China de hoy no es una nación fácilmente vulnerable. Su sólida economía basada en décadas de modernización y desarrollo, sumada al creciente liderazgo político y la acertada estrategia internacional del presidente Xi, que ha ampliado sus vínculos comerciales y de cooperación para el progreso común con casi todo el mundo, la encuentra en una posición muy fortalecida.
China podrá con facilidad encontrar mercados alternativos para sus productos y proveedores eficientes para sus necesidades.
China no sufrirá, o mucho menos, porque además su pueblo está mucho mejor organizado y apto para resistir las adecuaciones que esta guerra le imponga. Por lo tanto, esta torpeza de Trump afectará hasta las lágrimas principalmente a su propio pueblo.
26-3-2018
Fuente: ChinaHoy
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