jueves, 18 de enero de 2018

A los gatos escaldados

Por Manuel Corpa

A veces he utilizado dichos comunes sin entender su sentido. Es uno de mis defectos. Tardé años en entender ese de “El gato escaldado del agua fría huye”, aunque lo usaba como el que más. Cuando con mis antiguos compañeros de fatigas en la lucha por la libertad y contra la dictadura departo sobre qué está pasando en China, y me oyen decir cosas como que “el gobierno chino es más dinámico que el nuestro”  o que “posiblemente sea el más eficiente que exista”, noto su absoluto escepticismo. Y yo pienso que el dicho “de los gatos” encaja en su actitud como anillo al dedo. Y les entiendo porque yo también soy un gato escaldado.

La vida política ha cambiado con rapidez y no en la dirección imaginada. En aquellos años, el mundo estaba lleno de dictaduras de corte fascista propiciadas por militares. Fueron muchas y muy sanguinarias. En Sudamérica y Centroamérica, era excepcional el país que no soportó alguna: Argentina, Brasil, Chile, Guatemala, etc. También en Asia: Corea del Sur, Filipinas, Vietnam del Sur, Taiwan, Thailandia, Indonesia, etc. En Europa Grecia, Portugal y España. La nuestra, que empequeñeció a la de Mussolini, fue un modelo a seguir por su crueldad, ha sido inigualable, en algunos aspectos terroríficos, pero posiblemente los salvadoreños o los nicaragüenses, opinen que la suya fue peor. Tampoco eran excepción las dictaduras coloniales apoyadas por los gobiernos democráticos europeos, todo África estaba llena. Los pueblos que lograban salir victoriosos eran excepcionales y los admirábamos: Cuba y Vietnam nos llenaban de asombro.

Aquellas luchas de liberación y por la democracia tenían dos puntos en común, EE.UU. apoyaba las dictaduras y la Unión Soviética a los luchadores por la libertad. Debido a lo cual, la mayoría de los que se enfrentaban a las dictaduras simpatizábamos con el “sistema socialista” de la URSS, y los dictadores con EE.UU, donde combinaban democracia con apartheid y discriminación de las razas minoritarias.

El hecho de que nuestros dictadores odiaran a la URSS y entregaran la independencia de nuestros países al imperio, nos hizo proclives a creer a pies juntillas lo que los soviéticos decían de sí mismos, e hicimos oídos sordos a los malos augurios que desde la invasión de Hungría, deberían habernos alertado.

Durante los años sesenta del siglo pasado, los jóvenes estadounidenses y europeos se rebelaron contra sus malos gobiernos, en lo que se conoció como la revolución de mayo del 68, porque los cauces de participación parecían débiles y los derechos sociales raquíticos.

Pero también en el otro bloque, la juventud empezaba a rechazar la “democracia socialista” y con los jóvenes checoeslovacos  en vanguardia se rebelaron para pedir más libertad e independencia.

Los gobiernos de “occidente” actuaron con más flexibilidad y aceptaron muchas de las reivindicaciones, introduciendo reformas que integraron a los jóvenes rebeldes.

La respuesta de la URSS, por el contrario, fue rígida e inflexible mostrando su incapacidad para acometer reformas. Ahí estuvo el quid de su derrota, pero esta suerte fue en parte compartida por los luchadores antifascistas que vimos la miga en el ojo ajeno, pero no la viga en el nuestro. También les pasó a los árabes.

Como colofón al hundimiento del bloque socialista,  en 1989 en China, respondieron con la intervención del ejército a las manifestaciones pidiendo democracia y libertad.[1] Muchos nos quedamos groguis y con la mente en blanco (shock). Y nos convertimos en “gatos escaldados que huyen hasta del agua fría”.

Creo que nos pasamos al otro extremo. Mientras el enorme éxito del modelo chino se estudia en todo el mundo, aquí la izquierda se desentiende, y se indigesta, sin ninguna valoración crítica, con las campañas de descrédito que recibe China.

Pero, ¿qué sabemos de lo que ocurre en China que no provenga del aparato de propaganda de EE.UU? ¿De verdad nos creemos, nosotros que padecimos la dictadura fascista, que las luchas del siglo pasado fueron entre democracia y totalitarismo? Los que lo crean, entre nuestra gente, tienen embotada su capacidad de discernir. O dicho en frase más común, les han lavado el cerebro. No somos gatos, sino humanos y sabemos que no es el agua lo que quema. ¿Por qué no meter un dedo en el agua china para comprobar su temperatura?


[1] Años después hemos sabido que estos hecho no se desarrollaron como nos habían contado. Sufrimos la doctrina del shock. Como lo ha llamado Naomi Klein.

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