Artículo de Ignacio Díaz (Buenos Aires) publicado el 1 de junio de 2014 para el nº 108 de la revista venezolana América XXI (www.americaxxi.com.ve).
Liderazgo: sin estridencia pero con determinación China se abre espacio en América Latina. Lo hace a fuerza de grandes inversiones, acuerdos comerciales y financiamiento directo. La ya perfilada primera potencia económica mundial aprovecha así la dinámica de integración latinoamericana para tomar parte del lugar que antes ocupaba Estados Unidos. Sin intervenir en los asuntos internos, China va tejiendo alianzas políticas estratégicas con Brasil, Venezuela y el Alba, se acerca a los países más dependientes de Estados Unidos y apuesta a un vínculo de largo plazo con la Celac. Si bien todos aprovechan el crecimiento de China, las relaciones en muchos casos no están orientadas a reducir la dependencia de la exportación de materias primas ni contemplan posibles respuestas a la crisis capitalista.
Dos siglos después de que el presidente estadounidense James Monroe pronunciara ante el Congreso de su país el discurso que dio origen a la doctrina que lleva su nombre, con la famosa frase “América (Latina) para los (norte)americanos”, aquella proclama imperialista recorre su última fase descendente en la región, al ritmo de la crisis económica internacional.
No se trata sólo de la dinámica de unión latinoamericana profundizada bajo el impulso de Hugo Chávez y otros gobiernos del Sur en la última década, sino también de la creciente presencia económica de China a través del comercio, inversiones y préstamos cuyos valores aumentan año tras año en la región. El fuerte crecimiento del PIB chino ha llevado al país a una exitosa disputa por los mercados en todo el mundo, al punto que es el principal comercializador de productos –superó a Estados Unidos– desde 2013, cuando el volumen anual de importaciones y exportaciones superó los 4 billones de dólares.
Ese desplazamiento del cuadro internacional tiene su correlato en América Latina y el Caribe, donde el comercio bilateral de la región con China llegó a 270 mil millones de dólares el último año, una cifra 22 veces superior a la de 2000, según cálculos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que ubica a ese país como el segundo mayor socio comercial de la región (tercero si se toma al conjunto de la Unión Europea, a la que superaría en 2015) detrás de Estados Unidos, con quien el intercambio crece mucho más lentamente.
Variados análisis y lecturas se han publicado en torno a este viraje geoeconómico. Desde China, Ding Gang, editor del Diario del Pueblo –órgano de prensa del Partido Comunista de China (PCCh)– escribió: “Estados Unidos actúa en el ‘patio trasero’ de China, y China hace lo mismo en el de Estados Unidos… rompiendo el equilibrio original e intensificando la competencia entre ambos lados”. Es que mientras Washington avanza en el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) con países de Oceanía, Suramérica y Asia-Pacífico, como Vietnam y Malasia, para instalar una amplia zona de libre comercio, China aumenta su presencia en América Latina: en 2012 sus inversiones no financieras en la región superaron los 54 mil millones de dólares y fueron la fuente principal de inversión extranjera para el continente. Otro tanto ocurrió el año pasado con los préstamos: mientras los de origen chino sumaron más de 15 mil millones de dólares, los otorgados por el Banco Mundial –dominado por Estados Unidos– fueron sólo de 5,2 mil millones. Los préstamos chinos a la región ya habían alcanzado en 2010 una cifra récord de 37 mil millones de dólares y llegaron a 73,3 mil millones en el conjunto de los últimos cuatro años, principalmente para proyectos de infraestructura, energía y minería en Venezuela, Argentina, Brasil y Ecuador, en ese orden.
Geopolítica regional
El crecimiento de estos números en comparación con años anteriores tiene su correlato en la política exterior. Tras la gira del ex primer ministro Wen Jiabao por la región en 2012, el presidente Xi Jinping visitó México, Costa Rica y Trinidad y Tobago en junio de 2013, y el canciller Wang Yi viajó recientemente a Cuba, Venezuela, Argentina y Brasil entre el 18 y 27 de abril como antesala de la segunda gira que en julio hará el presidente chino por América Latina. Además está en marcha la activación del foro de cooperación económica China-Celac, donde participan todos los países de América a excepción de Estados Unidos y Canadá, que tienen en la debilitada OEA y la ya agotada Cumbre de las Américas los instrumentos formales de diálogo político-económico con los países del Sur.
Los representantes de Costa Rica, Cuba y Ecuador, designados por la Celac, acordaron con el canciller chino el 4 de abril en Pekín la realización de una cumbre en Brasilia a mediados de julio entre los presidentes de China, Brasil, de aquellos tres países y de uno a designar por la Comunidad del Caribe (los cuatro últimos en representación de la Celac). Será en paralelo a la reunión de los Brics (Brasil-Rusia-India-China-Suráfrica), que se hará el 15 de julio en Fortaleza.
La iniciativa de China para la Celac ya fue enunciada por Wen Jiabao dos años atrás en la sede de la Cepal (Santiago de Chile), donde presentó cinco propuestas: la instalación de un Foro de Cooperación China-América Latina y el Caribe como mecanismo de diálogo periódico, ya en marcha; aumentar el volumen comercial de intercambio de 240 a 400 mil millones de dólares en cinco años (fue de 270 mil millones en 2013); el lanzamiento de un Fondo común al cual las instituciones financieras chinas aportarán inicialmente 5 mil millones de dólares para promover proyectos de inversión conjunta en industria, tecnología y desarrollo sostenible, y una línea de crédito de 10 mil millones de dólares del Banco de Desarrollo chino para la construcción de infraestructura (carreteras, ferrocarriles, puertos, electricidad y telecomunicaciones); la creación de una reserva de 500 mil toneladas de alimentos con fines humanitarios a resolver en el marco de un foro de ministros de Agricultura; promover el intercambio cultural, turístico, deportivo y la comunicación entre ambas partes. Todas estas iniciativas podrían ponerse en marcha este mismo año, posiblemente tras un encuentro de cancilleres de la Celac en Pekín, aunque todavía no tiene fecha.
Si bien los números muestran que China privilegió sus vínculos comerciales y económicos con Brasil, Venezuela e incluso Argentina, eso no significa que basa su estrategia para la región centralmente en el acercamiento a los países del Mercosur. También comparte un Foro de Cooperación Económica y Comercial con los países del Caribe y es país observador de la Alianza del Pacífico, diseñada en Washington y formada por México, Colombia, Chile y Perú. China es además el principal importador de productos de estos últimos dos países y está por lanzar la primera Zona Económica Exclusiva (ZEE) de la región en Costa Rica, un ambicioso proyecto que estará conformado por un gran Parque Industrial y cinco más pequeños, distribuidos en distintos puntos del país y dedicados a variados ámbitos que van desde las tecnologías avanzadas hasta las manufacturas y la agro-industria. Tanto con Costa Rica como con Chile y Perú China tiene firmados Tratados de Libre Comercio (TLC).
Pieza por pieza
Más allá de las asociaciones estratégicas que promueve con América Latina a través de los distintos organismos de integración, en los últimos años China ha profundizado aceleradamente las relaciones bilaterales con la mayoría de los países de la región, principalmente a través del comercio exterior, grandes inversiones y crédito.
Brasil, clave geopolítica
El principal socio chino es Brasil, que entre 2005 y 2013 recibió inversiones por más de 32 mil millones de dólares en los sectores energético y metalúrgico. Para Brasil, primera economía regional, China es el primer destino de sus exportaciones desde 2009. El intercambio comercial entre ambos superó los 85 mil millones de dólares el último año, cuando además firmaron un histórico acuerdo monetario para reemplazar paulatinamente al dólar en el intercambio bilateral, como ya hicieron Venezuela y Bolivia con China y el conjunto del Alba a través del sistema Sucre.
Además de la importación de soya, hierro y alimentos, el capital chino ha puesto especial interés en el petróleo brasileño, principalmente a través de la estatal Sinopec (la compañía más grande del país en el rubro) que compró en 2010 el 40% de la española Repsol en Brasil por 7.100 millones de dólares y el 30% de la portuguesa Galp por más de 5 mil millones de dólares en 2011, para expandir sus operaciones en el país. China también estableció una asociación estratégica con Petrobras, la principal compañía brasileña de hidrocarburos, a la que otorgó en 2009 a través de su Banco de Desarrollo un préstamo por 10 mil millones de dólares para la explotación de las grandes reservas petroleras del país en el mar (offshore), que comenzaría recién en la próxima década.
Lejos de reducirse al ámbito económico y comercial, el vínculo entre ambas naciones tiene también fines políticos en el plano internacional, donde China busca contrarrestar el peso de Estados Unidos y liderar un bloque de países que pueda frenar su dominio bajo el principio de la multipolaridad (la cumbre del G-77 más China que se celebrará el 14 y 15 de este mes en Bolivia será un paso más en esa línea). En la reciente visita del canciller Wang Yi a Brasilia sobresalieron las exigencias de reformar el FMI y del ingreso de Brasil al Consejo de Seguridad de la ONU, así como el fortalecimiento de los Brics, que en julio aspiran lanzar un Banco de Desarrollo del bloque.
Venezuela, el socio antimperialista
Otra alianza estratégica es la que mantienen Venezuela y China desde la consolidación del liderazgo internacional de Hugo Chávez y su política antimperialista. En los últimos años las inversiones y el crédito procedente de ese país han sido fundamentales para la economía venezolana. En los últimos cuatro años el financiamiento chino de proyectos venezolanos superó los 50 mil millones de dólares y los acuerdos alcanzados fueron mucho más allá del sector petrolero para incluir los ámbitos de vivienda, transporte, producción agrícola, desarrollo industrial, minería, vialidad, electricidad, ciencia y tecnología. En septiembre ambos países firmaron convenios de cooperación e inversiones por más de 20 mil millones de dólares, entre ellos un préstamo de 5 mil millones del Banco Estatal de Crédito Chino y la creación de una empresa mixta entre Pdvsa y Sinopec para la explotación petrolera del bloque Junín 10 en la faja del Orinoco, donde se espera alcanzar una producción de 200 mil barriles diarios. Otra compañía que opera en Venezuela es la Corporación Nacional Petrolera de China (Cnpc), que anunció el año pasado inversiones por 28 mil millones de dólares para un nuevo proyecto en la faja del Orinoco.
“Son las mejores condiciones de financiamiento que se consiguen en el mercado internacional”, explicó el presidente venezolano Nicolás Maduro, que aseguró haber conseguido “condiciones especiales” para el país. Venezuela devuelve estos créditos a China principalmente a través de la exportación de petróleo.
Los últimos convenios firmados entre ambos países fueron en abril entre Siderurgia del Orinoco (Sidor) y la Industria Venezolana del Aluminio (Venalum) con las compañías chinas Minmetals y Chalieco a través del Fondo Conjunto binacional con el fin de elevar la producción. Sidor renovará su tecnología e instalará una nueva línea de producción de palanquillas mientras que Venalum readecuará su planta de licuado y de electricidad.
Argentina, otra apuesta central
Argentina también recibió importantes préstamos desde China, por más de 14 mil millones de dólares desde 2010. El país asiático apunta principalmente a los sectores de energía y transporte para sus inversiones en el país (que sumaron 15 mil millones de dólares entre 2005 y 2013), mientras importa soya en primer lugar. A partir de 2010, con la compra del 50% de la petrolera Bridas por parte de Cnooc (la tercera mayor petrolera china) en 3.100 millones de dólares, China ingresó con fuerza en el sector de los hidrocarburos argentinos. Tras esa primera compra, Bridas –ya con mayoría de capital chino– se hizo con el 60% de Pan American Energy por 7 mil millones de dólares y luego esta compañía adquirió a su vez el 100% de Esso Argentina por poco más de 800 millones para la comercialización de combustibles. A este crecimiento de Cnooc hay que agregarle la compra de la estadounidense Occidental Petroleum hecha por Sinopec en 2.450 millones de dólares en 2010, que termina de demostrar el gran crecimiento chino en el sector energético argentino. Esta compañía ya opera además en el gran yacimiento de Vaca Muerta para la explotación de petróleo de esquistos.
Los ferrocarriles también son un rubro clave para China, que invierte en infraestructura y exporta trenes por millones de dólares, tanto para el sistema ferroviario urbano del Gran Buenos Aires –que depende del gobierno nacional– como para el metro de la capital. Recientemente la empresa china Locomotoras Eléctricas de Zhuzhou del grupo CSR ganó una licitación para la adquisición de 688 locomotoras de tracción de trenes de alta tecnología en la línea interurbana Roca de Buenos Aires, que se entregarán en julio de 2015. La compañía Sifang, también de CSR, ya había firmado un contrato con el Estado argentino en 2013 para la fabricación de 709 trenes urbanos de alta velocidad por mil millones de dólares, en lo que es hasta ahora el mayor pedido de exportación de este tipo de trenes chinos.
En los últimos años las inversiones chinas en el país se diversificaron también a otros rubros como el financiero (el Banco Industrial y Comercial de China, la empresa más grande del mundo, compró Standard Bank en Argentina), la agricultura (compra y arrendamiento de tierras para producir soya, algo que China realiza sistemáticamente en otros países de la región y el mundo), el sector automotriz y la alta tecnología a través del crecimiento de la compañía Huawei que firmó convenios con nueve universidades para la formación técnica en telecomunicaciones y planea la fundación de un centro de innovación en conjunto con la Universidad de Buenos Aires. Pero no sólo se trata de economía: en marzo se inauguró la primera escuela pública bilingüe argentino-china en la ciudad capital.
El Alba, sociedad antimperialista
Ecuador es el cuarto país de la región (después de Venezuela, Brasil y Argentina) que mayor financiamiento recibió desde China durante los últimos cuatro años, con préstamos que suman casi 10 mil millones de dólares desde entonces. Tras la investigación de su deuda externa en 2008, el gobierno de Rafael Correa ha puesto la mira en China, que se convirtió en el mayor inversor del sector petrolero y en el principal importador. Cuba es otro país del Alba al que se acercó el capital chino, con inversiones en diversos rubros –como energía, transporte e industria– y un fuerte apoyo a las reformas económicas puestas en marcha por el gobierno de Raúl Castro. En Nicaragua se destaca el enorme proyecto de inversión –valuado en 40 mil millones de dólares– para la construcción de un canal de 280 kilómetros, más amplio que el de Panamá, que permita el paso de grandes buques. Con Bolivia la principal apuesta china es la industrialización de las reservas de litio, sector en el que habrá importantes inversiones, al igual que en la exploración y explotación de yacimientos de gas, aunque también se firmaron convenios de cooperación agrícola, financiera y en telecomunicaciones, entre otras áreas.
También en el Pacífico
Pero China no sólo ha aumentado sus relaciones económicas y diplomáticas con los países que abiertamente se oponen a la política exterior estadounidense. También multiplicó el intercambio comercial con aquellas naciones cuyos gobiernos se supone están o estaban directamente alineados a la Casa Blanca, al punto que desplazó a Washington en varios rubros. Un caso es el de Perú, destino de gran importancia para las inversiones chinas, especialmente en el sector minero, en el que participa desde hace más de 20 años y donde un consorcio chino liderado por MMG –filial externa de la estatal China Minmetals– acaba de concretar la mayor operación de compra en la historia de ese país suramericano al adquirir en abril último la mina de cobre Las Bambas por 5.800 millones de dólares. Allí se comenzará a producir en el segundo semestre de 2015 con una estimación anual de 400 mil toneladas de cobre durante los primeros cinco años. China reafirma así su liderazgo como primer inversor externo para la minería peruana y controla un tercio del sector según datos oficiales, aunque algunas de sus compañías enfrentan denuncias por contaminación y afecciones en la salud de sus trabajadores.
En Chile, el país asiático realizó una decena de acuerdos bilaterales de cooperación en ámbitos como la agricultura y la tecnología, además de ser uno de los principales importadores del cobre chileno. Si bien por ahora tiene escasas inversiones en el país se destaca la construcción de una infraestructura para el tratamiento de aguas y riego de la producción agrícola, así como del puente Canal de Chacao. Y en México China planea penetrar con fuerza en el sector petrolero, tras la reforma energética promovida por el gobierno de Enrique Peña Nieto. El país es también el mercado de la región más importante para la producción industrial china, al ser a su vez la puerta de ingreso al mercado estadounidense.
Perspectivas e interrogantes
La gran mayoría de las exportaciones que se hacen desde la región hacia China son las mismas que signaron históricamente las relaciones comerciales de América Latina y el Caribe con el resto del mundo, con un marcado predominio de los recursos naturales, principalmente cobre, hierro y soya, cuyos precios se definen en el mercado internacional. Las exportaciones de productos agrícolas representan alrededor de un 35% del total y la de minerales y derivados un 25% de todo lo que se vende a China.
Si bien las inversiones chinas en el continente se diversificaron y multiplicaron, superando los 100 mil millones de dólares entre 2005 y 2013, sólo en algunos países como Brasil, Argentina y hasta cierto punto Venezuela han ido más allá de la energía, minería, infraestructura básica y la compra o arrendamiento de tierras, para incluir sectores industriales y el desarrollo en ciencia y tecnología.
La posibilidad de establecer una nueva dependencia comercial y financiera, en este caso con China, es otra preocupación central en gobiernos y organizaciones de la región. Es cierto que a pesar de la desaceleración de su crecimiento económico el país asiático sostiene una expansión de su PIB por encima del 7% anual, pero una disminución mayor en el ritmo de crecimiento de las importaciones e inversiones tendría impactos directos en las economías locales. De hecho en los primeros cuatro meses del año las inversiones directas no financieras de China en el exterior cayeron un 12,9% en términos interanuales, en sintonía con la situación económica mundial.
En el marco de la crisis capitalista global, los eventuales límites del crecimiento chino tarde o temprano pondrán a prueba la estrategia económica de los organismos regionales multilaterales y de cada país en particular.
¿Primera potencia mundial?
China desplazará este año a Estados Unidos en el liderazgo económico mundial, aseguran organismos internacionales de estadística. De concretarse las previsiones, el país asiático pondría fin a 142 años de supremacía del PIB estadounidense, fuertemente afectado desde el estallido de la crisis capitalista en 2008 y con un crecimiento total de 7,6% entre 2011 y 2014. En el mismo período la economía china se expandió un 24%, según cálculos del Fondo Monetario Internacional (FMI).
China considera sin embargo que alcanzará ese primer lugar recién en 2025 si mantiene un crecimiento anual de 7,5% en promedio los próximos años. La diferencia surge por la forma de medición que se adopte. El Banco Mundial, a través de su programa de Comparación Internacional, acaba de actualizar sus estimaciones –que utilizan el FMI, entre otros organismos– por primera vez en nueve años y corrigió al alza los tamaños de las llamadas “economías emergentes”, como la china, a partir de la medición del PIB en función de la paridad del poder adquisitivo (PPA), que toma en cuenta ahora el costo real de los bienes y servicios en vez de la comparación de la evolución de los tipos de cambio. Pero según los técnicos de la Oficina Nacional de Estadísticas de China, aquella forma de medición subestima los precios reales en el país y en consecuencia sobreestima el valor del PIB. Según Deming Huo, profesor del Instituto de Investigación de Desarrollo Nacional, dependiente de la Universidad de Pekín, en los países occidentales el nivel de producción equivale al nivel de ingresos de la población, pero en China hay una brecha entre ambos y los ingresos representan sólo entre el 70 y 75% del PIB. Según la medición tradicional, en 2013 el PIB estadounidense fue de 16,8 billones de dólares y el chino de 9,3 billones, aunque el primero tiene una tasa de crecimiento del 0,1% y el segundo de 7,4% según datos oficiales del primer trimestre de este año.
Más allá de las diferencias metodológicas, la cuestión que se debate es cuándo sucederá lo inexorable: el fin de la supremacía económica estadounidense a manos de China. Tal cuestión, que reiteradamente aparece en la prensa comercial occidental, es sin embargo un tema secundario para los medios de comunicación chinos y la dirigencia política del Partido Comunista, más preocupados por la calidad y sostenibilidad que por el tamaño de la economía nacional. Por ejemplo la propia prensa estatal china destaca que es urgente resolver el problema de exceso de capacidad y el reemplazo de las viejas fundiciones en la industria del hierro y el acero –ejes de la economía nacional años atrás– para disminuir el elevado consumo de energía (que principalmente se importa) y la contaminación del medio ambiente. También remarcan en Pekín que la brecha del país con Estados Unidos y algunos países europeos sigue siendo muy grande en cuanto a la calidad del desarrollo económico y al PIB per cápita, que ubica a China en el puesto 99.
“Los viejos buenos tiempos de las manufacturas de bajo costo de China se han ido. Ahora se sienten en apuros debido a factores que incluyen la excesiva capacidad instalada, los crecientes costos de la mano de obra y la cada vez mayor competencia internacional”, resume la agencia estatal Xinhua en un artículo de abril. Lejos de la celebración, el modelo económico chino se encuentra en pleno proceso de reformas y con limitaciones estructurales por resolver.
China desplazará este año a Estados Unidos en el liderazgo económico mundial, aseguran organismos internacionales de estadística. De concretarse las previsiones, el país asiático pondría fin a 142 años de supremacía del PIB estadounidense, fuertemente afectado desde el estallido de la crisis capitalista en 2008 y con un crecimiento total de 7,6% entre 2011 y 2014. En el mismo período la economía china se expandió un 24%, según cálculos del Fondo Monetario Internacional (FMI).
China considera sin embargo que alcanzará ese primer lugar recién en 2025 si mantiene un crecimiento anual de 7,5% en promedio los próximos años. La diferencia surge por la forma de medición que se adopte. El Banco Mundial, a través de su programa de Comparación Internacional, acaba de actualizar sus estimaciones –que utilizan el FMI, entre otros organismos– por primera vez en nueve años y corrigió al alza los tamaños de las llamadas “economías emergentes”, como la china, a partir de la medición del PIB en función de la paridad del poder adquisitivo (PPA), que toma en cuenta ahora el costo real de los bienes y servicios en vez de la comparación de la evolución de los tipos de cambio. Pero según los técnicos de la Oficina Nacional de Estadísticas de China, aquella forma de medición subestima los precios reales en el país y en consecuencia sobreestima el valor del PIB. Según Deming Huo, profesor del Instituto de Investigación de Desarrollo Nacional, dependiente de la Universidad de Pekín, en los países occidentales el nivel de producción equivale al nivel de ingresos de la población, pero en China hay una brecha entre ambos y los ingresos representan sólo entre el 70 y 75% del PIB. Según la medición tradicional, en 2013 el PIB estadounidense fue de 16,8 billones de dólares y el chino de 9,3 billones, aunque el primero tiene una tasa de crecimiento del 0,1% y el segundo de 7,4% según datos oficiales del primer trimestre de este año.
Más allá de las diferencias metodológicas, la cuestión que se debate es cuándo sucederá lo inexorable: el fin de la supremacía económica estadounidense a manos de China. Tal cuestión, que reiteradamente aparece en la prensa comercial occidental, es sin embargo un tema secundario para los medios de comunicación chinos y la dirigencia política del Partido Comunista, más preocupados por la calidad y sostenibilidad que por el tamaño de la economía nacional. Por ejemplo la propia prensa estatal china destaca que es urgente resolver el problema de exceso de capacidad y el reemplazo de las viejas fundiciones en la industria del hierro y el acero –ejes de la economía nacional años atrás– para disminuir el elevado consumo de energía (que principalmente se importa) y la contaminación del medio ambiente. También remarcan en Pekín que la brecha del país con Estados Unidos y algunos países europeos sigue siendo muy grande en cuanto a la calidad del desarrollo económico y al PIB per cápita, que ubica a China en el puesto 99.
“Los viejos buenos tiempos de las manufacturas de bajo costo de China se han ido. Ahora se sienten en apuros debido a factores que incluyen la excesiva capacidad instalada, los crecientes costos de la mano de obra y la cada vez mayor competencia internacional”, resume la agencia estatal Xinhua en un artículo de abril. Lejos de la celebración, el modelo económico chino se encuentra en pleno proceso de reformas y con limitaciones estructurales por resolver.
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