viernes, 14 de diciembre de 2018

Trump y China: ¿guerra fría o guerra caliente?



Por Marc Vandepitte

A primera vista, el diferendo entre los Estados Unidos y China está ligado a un conflicto comercial. A China se le reprocha una competencia desleal y el robo de propiedades intelectuales. Los aranceles tendrían así como objetivo ponerle remedio a ello y subsanar el déficit comercial. Pero el análisis desvela una cosa mucho más fundamental, a saber los esfuerzos feroces de Washington para conservar la hegemonía en tres terrenos: la tecnología, las industrias del futuro y el armamento.
¿Llegarán los dos titanes al enfrentamiento? 

El poder absoluto y definitivo

Los Estados Unidos salen victoriosos de la Segunda Guerra Mundial. Todas las grandes potencias precedentes y emergentes son totalmente aplastadas. En Washington se sueña con un nuevo orden mundial en el cual solamente ellos controlan y deciden. Desgraciadamente la reconstrucción rápida de la Unión Soviética y el fin del monopolio nuclear le ponen trabas a este proyecto.

Pero a pesar de todo, medio siglo más tarde este sueño se hace realidad, con la caída del Muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética. Desde entonces no habrá obstáculos a la supremacía: los Estados Unidos se convierten en el líder indiscutible de la política mundial, y cuentan con seguir siéndolo. Según el Pentágono en 1992: “Nuestro primer objetivo es impedir la aparición de un nuevo rival en la escena internacional. Debemos disuadir a los potenciales competidores, ni siquiera dejarles que puedan aspirar a jugar un papel más importante a nivel regional o mundial.”[1]

En este momento China no representa (de momento) una amenaza. Su economía está subdesarrollada, y su PIB sólo representa un tercio del de los Estados Unidos. Militarmente, el país no representa nada. Se considera ante todo a China como un territorio que promete beneficios económicos interesantes: dispone de un contingente gigantesco de fuerza de trabajo a buen precio y disciplinada, y en última instancia representa, con una quinta parte de la población mundial, una salida atractiva para los productos occidentales. A la inversa, China apunta hacia la inversión extranjera y el mercado mundial para poder desarrollarse rápidamente.

Occidente se hace ilusiones con que gracias a la “apertura” económica de China, el capitalismo se infiltrará irremediablemente y poco a poco irá sustituyendo el régimen comunista. Así se matará dos pájaros de un tiro: por una parte habrá perspectivas económicas favorables para las multinacionales, y por otra parte la eliminación de un adversario ideológico. Esta es la razón por la cual China pudo acceder a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001. 

La adhesión a la OMC constituyó una gran ayuda para la economía china. En 1995 el país se encontraba aún en el undécimo lugar en la lista de los exportadores de mercancías. 20 años más tarde está a la cabeza de la lista. Desde su acceso a la OMC, su economía se ha multiplicado por cuatro. 
Para los Estados Unidos también es un buen negocio. Las multinacionales estadounidenses hacen negocios de oro en China. El año pasado, sus ventas ascendieron a cerca de 500.000 millones de dólares, es decir 100.000 millones más que el déficit comercial entre los Estados Unidos y China. La importación de bienes de consumo chinos a muy buen precio aumenta el poder adquisitivo de la población estadounidense. También hay importantes ventajas monetarias. Para mantener un yuan alineado sobre el dólar, China compra masivamente dólares, lo cual proporciona a los Estados Unidos créditos a buen precio, lo que le permite mantener tipos de interés bajos. 

Más allá de las ilusiones

Pero (porque hay un gran pero), en lo que respecta a la toma interna del poder por el capitalismo o el debilitamiento del partido comunista, nada está ocurriendo como se preveía. “El Partido comunista chino no ha sido domado por el comercio exterior. El partido de Estado aún ejerce un gran control sobre los puestos de mando de la economía china, tanto directa como indirectamente, mediante su influencia en la empresas privadas, que sólo pueden tener éxito y permanecer privadas con el apoyo del partido”, según el economista Brad W. Setser.[2] 

Es lo que los círculos dirigentes de los Estados Unidos han terminado por comprender. En un discurso muy notable, el vicepresidente Mike Pence no se anda por las ramas: “Tras la caída de la Unión Soviética, habíamos concluido que una China libre sería inevitable. América, que era optimista a principios del siglo XXI, aceptó que Beijing tenga acceso a nuestra economía, y hemos acogido a China en la Organización Mundial del Comercio… Pero esta esperanza no se ha hecho realidad.”[3]

Los gigantes capitalistas, ya se trate de empresas financieras, industriales o digitales como Google, Amazon o Facebook hacen lo que quieren en casi todo el mundo. Pero no en China, que es uno de los escasos lugares del mundo donde estos gigantes tienen poco o un nulo control. El Reino del Medio ha dejado de ser un lugar de tránsito donde los bienes de consumo son ensamblados sin aportar gran cosa al país mismo. 

Que China ya no sea el terreno de juego de las grandes multinacionales, es algo “grave”. Pero lo que es más grave, es que la posición mundial de los Estados Unidos se ha debilitado, mientras que la de China se ha reforzado significativamente. En 1980 el PIB de los Estados Unidos representaba un tercio del PIB mundial, el de China una veintésima parte. Hoy ambos representan una cuarta parte.


Pero no se trata solamente de una evolución cuantitativa. Cualitativamente también, la economía china ha dado un gran salto adelante. En el plano tecnológico los progresos son notables. Hasta hace poco, el país era considerado como un imitador de tecnologías, ahora es un innovador. Hoy el 40% de todas las patentes en el mundo son chinas, es decir más que los tres países siguientes: Estados Unidos, Japón y Corea del Sur. En 2015 era lanzado el plan ‘Made un China 2025’, que apuntaba a una mayor innovación y autonomía en 10 sectores importantes.

De esta manera, los productos chinos se vuelven cada vez más competitivos y en última instancia representan una amenaza para la supremacía de las multinacionales occidentales. Evidentemente, esto no es lo que se desea. Peter Navarro, un importante consejero económico de Trump, dice: “Con ‘Made in China 2025’, el gobierno chino apunta explícitamente hacia industrias que van desde la inteligencia artificial y la informática cuántica hasta vehículos autónomos… Si China conquista estas industrias, sencillamente los Estados Unidos ya no tendrán ningún futuro económico.”

¡Son los militares, idiota!

Pero según Navarro no se trata solamente de la economía, de la prosperidad o de los beneficios. “No es solamente la prosperidad americana lo que está en peligro. Las propiedades intelectuales que intenta adquirir China forman parte del núcleo de este concepto, y son la clave de una hegemonía militar duradera de los Estados Unidos.”

Las declaraciones de Navarro son muy significativas. El gobierno Trump hace hoy mucho ruido alrededor del déficit comercial, pero en realidad no es su preocupación primera. De lo que se trata, es del mantenimiento del liderazgo en tres terrenos: tecnología, industrias del futuro y armamento. Esta dominación está amenazada en primer lugar por China. 

Navarro no habla en su propio nombre sino en intérprete de la política del gobierno. Esta política está claramente expuesta en un informe[4] revelador del Pentágono que data de septiembre de 2018. Según este informe hay tres terrenos estrechamente imbricados. El avance tecnológico es necesario tanto para como para ganar en la competición económica como en la superioridad militar. El informe avisa: “El gasto chino en I+D converge rápidamente con el de los Estados Unidos y llegará sin duda a igualdad en un futuro próximo.” La referencia explícita es ‘Made in China 2025’. “Una de las iniciativas industriales más importantes del Partido Comunista Chino, ‘Made in China 2025’, tiene como objetivo la inteligencia artificial, la informática cuántica y los nuevos vehículos energéticos, los equipos médicos de alto valor, las herramientas médicas de alto valor, los componentes high-tech para navíos y otras industrias crecientes que son cruciales para la defensa nacional.”


La ‘Belt & Road Initiative’ (BRI) [NdT: Iniciativa de la Ruta y la Seda] también es motivo de preocupación. Se trata de una red china de rutas marítimas y terrestres que se extiende sobre 64 países, con inversiones, créditos, tratados comerciales y decenas de Zonas Económicas Especiales, por un valor total de 900.000 millones de dólares. “China ha intentado adquirir algunas infraestructuras cruciales de los Estados Unidos para formar parte de su BRI, notablemente vías férreas, puertos y telecomunicaciones. Las estrategias económicas de China, combinadas con los efectos negativos de la política industrial de otros países, constituyen una importante amenaza para la base industrial de los Estados Unidos y son por lo tanto un riesgo creciente para la seguridad nacional de los Estados Unidos.”

Pero la ligazón entre tecnología, economía y armamento va más lejos. Para poder mantener su superioridad militar, los Estados Unidos necesitan una sólida base industrial que les pertenezca a ellos. Las deslocalizaciones de partes de la economía estadounidense han cavado un hoyo en la industria de guerra y han minado así la seguridad nacional. La pérdida de casi 5 millones de empleos en el sector de la producción desde el año 2000 amenaza con socavar la capacidad y la potencia de los fabricantes americanos a la hora de satisfacer las necesidades nacionales de defensa. Esto suscita preocupaciones en cuanto a la industria de producción y la defensa. “Para algunos productos podemos contar actualmente con la producción interior, para otros dependemos de vías de aprovisionamiento exterior, y estamos confrontados a la posibilidad de no estar en condiciones de producir nosotros mismos componentes especializados para el ejército.”

La política proteccionista del gobierno Trump no está motivada por el déficit comercial. El informe sólo hace mención de ello de manera accesoria. El déficit comercial no es más que el efecto secundario de un problema más profundo. Se trata de asegurar una “base industrial de defensa sólida” basada en una “potente industria manufacturera interior” y “líneas de aprovisionamiento estables.” Se trata de “una prioridad nacional”.

Capacidad de defensa, en otras palabras, preparativos de guerra: he aquí de lo que se trata. Y no tanto de conflictos aislados a pequeña escala. Se trata en primer lugar de un esfuerzo de guerra masivo y de larga duración contra las “fuerzas revisionistas”, es decir China y Rusia. El informe ofrece consejos para “reestructurar fundamentalmente la economía estadounidense preparándola para un escenario de conflicto entre grandes potencias”. Según las palabras de un alto funcionario de la seguridad nacional: “Nos hemos preocupado por luchar en conflictos de baja tecnología contra gente que lanza cohetes desde camiones. Durante todo este tiempo China ha sido inteligente y ha progresado a paso sereno. Es ahora en esta cuestión donde nos concentramos.” 

Durante el siglo XX los principales esfuerzos de los Estados Unidos se centraban en la Unión Soviética, en el siglo XXI tienen que ver con “el peligro chino”. En el marco de las discusiones presupuestarias para 2019, el Congreso de los Estados Unidos declaraba que “la competencia estratégica a largo plazo con China es una prioridad esencial para los Estados Unidos”. Se trata no solamente de aspectos económicos sino también de una estrategia global que debe ser llevada a cabo en varios frentes. El enfoque exige “la integración de varios elementos de las fuerzas nacionales, en especial elementos diplomáticos, económicos, de los servicios de información, legales y militares a fin de proteger y reforzar la seguridad nacional”.[5]

Nos limitaremos aquí al aspecto económico y militar.

Un telón de acero económico

Trump aspira a reiniciar completamente las relaciones económicas entre los Estados Unidos y China. Según su ya conocido estilo: “Cuando llegué [a la Casa Blanca] íbamos en una dirección que pronto colocaría a China en condiciones de ser más grande que nosotros. Esto ya no va a suceder.”[6] Desde entonces, para impedir el auge de China, es indispensable disociar cuanto sea posible la economía de China de la de Estados Unidos. Tanto las inversiones chinas en los Estados Unidos como las inversiones estadounidenses en China deben ser limitadas y proscritas. Sectores estratégicos están en el punto de mira. El comercio bilateral debe ser restringido. A partir de este momento, los Estados Unidos imponen aranceles para cerca de la mitad de las importaciones china. Trump ha amenazado, si fuera necesario, con someter todas las importaciones a aranceles. Las exportaciones hacia China también están en el punto de mira. 

La economía china es fuertemente dependiente de componentes estratégicos como microchips. En mayo de 2018, la exportación de microchips hacia ZTE, un gran fabricante chino de equipos de telecomunicaciones, ha tenido que cesar sus actividades temporalmente, siendo amenazada esta empresa, que emplea a 75.000 personas. Kathleen Gaffney, un cuadro superior del sector, predice que esto no es más que un principio: “Somos líderes en materia de tecnología e innovación en las industrias de los microchips. China también quiere convertirse en líder en este terreno a largo plazo. De aquí a 2025 los microchips también serán producidos en China. Es por lo tanto muy importante que le hagamos la tarea difícil: controlar sus exportaciones. Es un verdadero aviso que perjudicará a China sin perjudicar al conjunto de la economía. Este es el tipo de acciones a las cuales vamos a asistir.”[7]

La mayoría de los observadores serios están convencidos de que los aranceles impuestos a China tendrán un efecto negativo sobre la economía china y apenas podrán solucionar el déficit comercial con China. Pero esto no es realmente la principal preocupación de Trump y compañía. Su preocupación es “tratar de perturbar el auge tecnológico de China, en lugar de cerrar un acuerdo que sería lo mejor para la economía americana”, según un inversor.[8]

El gobierno Trump trata de propagar su guerra comercial con China hacia otros países. Durante las recientes negociaciones con Canadá y México respecto de un nuevo acuerdo de libre comercio, Trump hizo insertar una cláusula prohibiendo a estos dos países el cerrar un acuerdo comercial con “un país fuera de la economía de mercado” – en otras palabras, China. El objetivo es concluir acuerdos similares con países como Japón, la Unión Europea y Gran Bretaña. Si los Estados Unidos lo consiguen, será un golpe duro para China y el comienzo de una especie de “telón de acero económico”, cerrando el país. 

Esta actitud anti-china no se limita a Trump y algunos halcones de su gobierno. Amplios segmentos del establishment consideran que los Estados Unidos y China están comprometidos con una rivalidad estratégica de larga duración y que el ascenso del gigante asiático representa una amenaza para la posición de los Estados Unidos. Existe un consenso creciente según el cual la política comercial y la gestión de la seguridad nacional ya no pueden ser separadas y según el cual la Casa Blanca debe dar una respuesta fuerte a su rival estratégico. La sed de confrontación aumenta. 

Se encuentra este humor anti-chino en los Republicanos, en los ideólogos del libre mercado, en los halcones de la seguridad nacional y en la gente del Pentágono. Pero también en los Demócratas, en una parte de los sindicatos y de la izquierda. Esto quiere decir que la hostilidad con respecto a China amenaza con perdurar y con toda seguridad no desaparecerá con la partida del actual presidente.

Disparad primeros

La superioridad militar de los Estados Unidos es aplastante. Poseen 800 bases militares repartidas en 70 países, y más de 150.000 hombres en 177 países. El gasto militar asciende anualmente a más de 600.000 millones de dólares, es decir más de un tercio del total mundial. Es tres veces más que China, y por habitante es incluso 12 veces más. 

Durante 70 años, el ejército de los Estados Unidos ha dominado los mares y el espacio aéreo de casi todo el planeta, incluyendo Asia del Este. Tienen una libertad de movimiento cuasi-total y la posibilidad de privar de ella a sus enemigos. Trump quiere que siga siendo así: “América jamás aceptará el lugar número dos. Haré que nuestro ejército sea tan grande que nunca jamás tendremos que temer a otra potencia.”[9]

Según la Estrategia Nacional de Seguridad de 2017, China construye “el ejército más competente y mejor financiado del mundo, después del nuestro”[10] (las cursivas son del autor). Esta “otra potencia” de la que habla Trump es por lo tanto China. Según el Pentágono, se tendrá que hacer todo lo posible para conservar el liderazgo en Asia del Este y ello implica frenar a China. “Mientras que China prosigue su marcha hacia adelante económica y militar, seguirá desarrollando un programa de modernización militar que apunta hacia la hegemonía a corto plazo y la expulsión de los Estados Unidos de la Cuenca Indo-Pacífica para conseguir así una supremacía planetaria en el futuro.”[11]

En su discurso tipo Guerra Fría del pasado mes de octubre el vicepresidente Pence no deja lugar a dudas: “Nuestro mensaje a los dirigentes chinos es el siguiente: este presidente no dará marcha atrás. Gracias a la reconstrucción de nuestro ejército seguiremos defendiendo los intereses americanos en el Océano Pacífico.”[12]

La estrategia militar contra China sigue dos vías: la carrera armamentística y el cerco del país. 

La carrera armamentística está en su apogeo. Los Estados Unidos dedican cada año 150.000 millones de dólares en investigación militar, es decir cinco veces más que China. Trabajan frenéticamente en una nueva generación de armas ultra-sofisticadas, drones y robots diversos, contra los cuales un futuro enemigo no estaría en condiciones de enfrentarse. El F-35 integra tecnologías punteras y tiene entre 15 y 20 años de ventajas sobre los aviones de combate chinos. Inteligencia artificial, mecánica cuántica, tecnología láser, velocidades supersónicas, dispositivos nucleares y guerra electrónica jugarán un papel preponderante en el desarrollo de estas armas de tecnología puntera. Son las ciencias de la guerra del futuro. 

Para preservar esta ventaja en la carrera armamentística, los chinos deben ser mantenidos a raya. Según la Estrategia Nacional de Seguridad de diciembre de 2017, “una parte de la modernización militar y de la expansión económica de China se debe a su acceso a la economía-innovación americana, en particular las universidades estadounidenses de rango mundial”.[13] El proteccionismo creciente de la Casa Blanca no sólo tiene como objetivo el comercio, las inversiones o la tecnología, sino también y cada vez más los conocimientos. 

Se presta una atención particular a los armamentos espaciales. “Si la disuasión fracasa, estoy convencido de que […] si nos enfrentamos a un adversario en términos de igualdad o cuasi igualdad, tendremos que luchar por la superioridad en el espacio”,[14] declara el general John Raymond, comandante en jefe de la Air Force Space Command. El año pasado Trump decidió crear una nueva sección en toda regla en el seno del ejército: el Ejército Espacial USA.

No se excluye una guerra preventiva. Bob Work, antiguo viceministro de Defensa, constata que China está desarrollando cohetes que se aproximarán a los cohetes estadounidenses. “Los Estados Unidos nunca han tenido que luchar contra un adversario capaz de lanzar tan profundamente y potentemente como los Estados Unidos.” En una guerra futura, el empleo de municiones teledirigidas será “expandido y profundizado”, de manera “que será muy útil disparar primeros”.

La segunda vía es el cerco militar. Para su comercio exterior, China depende en un 90% del transporte marítimo. Más del 80% de su aprovisionamiento en petróleo pasa por el Estrecho de Malacca (cerca de Singapur), donde los Estados Unidos tienen una base militar. Kissinger decía: “Controlad el petróleo y controlaréis los países”.[15] Así Washington puede cerrar el grifo del petróleo sin que China pueda defenderse de momento.                                                                                                                                                                                                                                                 Alrededor de China los Estados Unidos tienen más de 40 bases militares, puntos de apoyo o centros de entrenamiento (las pequeñas esferas en el mapa). De aquí a 2020, el 60% de toda su flota estará estacionado en la región. Si miramos un mapa, no es exagerado decir que China está cercada y rodeada. No imaginemos siquiera lo que pasaría si China instalase aunque sea un punto de apoyo, por no hablar de una base, en el vecindario de las instalaciones estadounidenses.


Es en un contexto como ese que la construcción de pequeñas islas artificiales en el Mar Meridional de China debe ser considerada como la reivindicación de gran parte de esta zona. La vigilancia de las rutas marítimas a través de las cuales se efectúa el transporte de su energía y sus bienes industriales es de una importancia vital para Beijing. 

La trampa de Tucídides

China es una amenaza para la hegemonía autocrática de los Estados Unidos. ¿Esto conducirá a la trampa mortal que fue descrita por primera vez por Tucídides? Este antiguo historiador griego describió como el auge de Atenas inspiró el temor de Esparta, cosa que la hizo recurrir a las armas para impedir este ascenso. El historiador Graham Allison demuestra cómo, a lo largo del último semi-milenio, hemos tenido 16 periodos en los cuales una potencia ascendente amenazaba con sustituir a una potencia reinante. En 12 ocasiones, esto condujo a la guerra. La historia no es una fatalidad pero es un indicador importante. Pase lo que pase, la superioridad militar permanente de los Estados Unidos es garante del mantenimiento de su supremacía económica. 

Esta supremacía económica es un asunto de millones de millones de dólares, lo que representa una influencia muy fuerte sobre la política de la Casa Blanca, sea cual sea el presidente anfitrión. No se renunciará sin luchar a estos beneficios, que ascienden a miles de millones de dólares. Como decía Marx hace 160 años: “El capital aborrece la ausencia de beneficio o un de un beneficio mínimo. Cuando el beneficio es adecuado, el capital se envalentona. Si el beneficio es importante, no hay crimen que no se atreva a cometer.”


Algunos argüirán que la potencia de destrucción del armamento actual se ha vuelto demasiado grande como para arriesgarse a un conflicto a gran escala. Pero esto es lo que ya se pensaba hace 100 años, según Katrina Mason. "Hace unos cien años los comentadores predecían que las armas de guerra se habían vuelto tecnológicamente tan avanzadas y mortíferas que nadie haría uso de ellas. Algunos consideraban que la implacable carrera armamentística era un componente del esfuerzo económico para estimular la base industrial interior. No consideraban de ninguna manera que tal oferta pudiera un día llevar a conflictos. La Primera Guerra Mundial ha demostrado que estaban equivocados en estos dos puntos."[16]

[1] https://www.nytimes.com/1992/03/08/world/excerpts-from-pentagon-s-plan-prevent-the-re-emergence-of-a-new-rival.html?pagewanted=all
[2] http://www.atimes.com/article/china-caught-off-guard-as-us-trade-war-highlights-beijings-dilemma/
[3] https://www.whitehouse.gov/briefings-statements/remarks-vice-president-pence-administrations-policy-toward-china/
[4] https://media.defense.gov/2018/Oct/05/2002048904/-1/-1/1/ASSESSING-AND-STRENGTHENING-THE-MANUFACTURING-AND%20DEFENSE-INDUSTRIAL-BASE-AND-SUPPLY-CHAIN-RESILIENCY.PDF
[5] https://www.congress.gov/bill/115th-congress/house-bill/5515/6text
[6] https://www.bloomberg.com/news/articles/2018-08-22/trump-says-china-no-longer-on-quick-path-to-be-bigger-than-u-s
[7] Ibíd.
[8] https://www.bloomberg.com/news/articles/2018-08-24/trump-s-china-hawks-prepare-to-swoop-as-trade-talks-go-nowhere
[9] https://www.wsws.org/fr/articles/2018/11/17/rdwr-n17.html
[10] https://www.whitehouse.gov/wp-content/uploads/2017/12/NSS-Final-12-18-2017-0905.pdf
[11] https://dod.defense.gov/Portals/1/Documents/pubs/2018-National-Defense-Strategy-Summary.pdf
[12] https://www.whitehouse.gov/briefings-statements/remarks-vice-president-pence-administrations-policy-toward-china/
[13] https://www.whitehouse.gov/wp-content/uploads/2017/12/NSS-Final-12-18-2017-0905.pdf
[14] https://www.defensenews.com/newsletters/digital-show-daily/2018/09/18/how-the-air-force-plans-to-use-space-to-project-power-in-the-21st-century-2/
[15] https://www.dailysquib.co.uk/most-popular/3089-henry-kissinger-if-you-cant-hear-the-drums-of-war-you-must-be-deaf.html
[16] https://www.dailysquib.co.uk/most-popular/3089-henry-kissinger-if-you-cant-hear-the-drums-of-war-you-must-be-deaf.html

Fuente: https://www.investigaction.net/fr/trump-et-la-chine-guerre-chaude-ou-froide/

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