Por Bryan Becker
Hace veinticinco años, todos los medios de comunicación en EEUU, junto con el entonces presidente George W. Bush y el Congreso de EEUU estaban suscitando una histeria frenética a gran escala y un ataque contra el gobierno chino por lo que se describió como la masacre a sangre fría de miles de estudiantes no-violentos “por la democracia” que habían ocupado la Plaza de Tiananmen durante siete semanas.
La histeria generada por la “masacre” de
la Plaza de
Tiananmen estaba basada en un relato ficticio sobre lo que realmente ocurrió y
eso se comprobó cuando el gobierno chino finalmente despejó la plaza de
manifestantes el 4 de junio de 1989.
La demonización de China fue muy eficaz. Casi todos los sectores de
la sociedad estadounidense, incluyendo la mayor parte de la “izquierda”,
aceptaron la presentación imperialista de lo que ocurrió.
En aquel momento la versión oficial del gobierno chino de los
eventos fue tachada inmediatamente de falsa propaganda. China informó que unas
300 personas habían muerto en enfrentamientos el 4 de junio y que muchos de los
muertos eran soldados del Ejército Popular de Liberación. China insistió en que
no hubo masacre de estudiantes en la Plaza Tiananmen y que de hecho los soldados
despejaron la Plaza
de Tiananmen de manifestantes sin pegar un solo tiro.[1]
El gobierno chino también afirmó que los soldados desarmados que
había entrado en la Plaza
de Tiananmen en los dos días anteriores al 4 de junio fueron incendiados y
linchados con sus cadáveres colgados de autobuses. Otros soldados fueron
incinerados cuando vehículos del ejército fueron incendiados con los soldados
incapaces de evacuarlos, y otros muchos fueron golpeados duramente por
violentos ataques de turba.
Estas relatos eran ciertos y bien documentados. No sería difícil
imaginar lo violentamente que habrían reaccionado el Pentágono y los cuerpos de
seguridad estadounidenses si, por ejemplo, el movimiento Occupy hubiera
prendido fuego de manera similar a soldados y policías, cogido sus armas y
linchado cuando el gobierno trató de despejarlos de los espacios públicos.
En un artículo el 5 de junio de 1989, el Washington Post describió
cómo los combatientes anti-gobierno habían sido organizados en formaciones de
100-150 personas. Estaban armados con cócteles molotov y palos de hierro, para
enfrentarse al EPL que aún estaba desarmado en los días previos al 4 de junio.
Lo qué pasó en China, lo que se llevó las vidas de opositores al
gobierno y soldados el 4 de junio, no fue una masacre de estudiantes pacíficos,
sino una batalla entre soldados del EPL y destacamentos armados del llamado
movimiento pro-democracia.
“En una avenida al oeste de Beijing, los manifestantes prendieron
fuego a un convoy militar entero de más de 100 camiones y vehículos blindados.
Las fotos aéreas del incendio y de las columnas de humo han apoyado fuertemente
los argumentos del gobierno [chino] que las tropas fueron víctimas, no
verdugos. Otras escenas muestran cadáveres de soldados y manifestantes
arrancando rifles automáticos de soldados que no ofrecían resistencia”, admitió
el Washington Post en un artículo favorable a la oposición anti-gobierno el 12
de junio de 1989.[2]
El Wall Street Journal, la voz líder de la lucha anticomunista, fue
una vociferante cheerleader del
movimiento “pro-democracia”. Sin embargo, su cobertura justo después del 4 de
junio reconoció que muchos “manifestantes radicalizados, algunos armados ahora
con armas de fuego y vehículos requisados en los enfrentamientos con los
militares” se estaban preparando para luchas armadas más grandes. El informe
del Wall Street Journal sobre los acontecimientos del 4 de junio retrata un
cuadro vivo:
“A medida que las columnas de tanques y las decenas de miles de
soldados se acercaron a Tiananmen muchas tropas fueron atacadas por turbas
enfurecidas… Docenas de soldados fueron sacados de los camiones, duramente
golpeados y dejados muertos en el suelo. En una intersección al oeste de la
plaza, el cuerpo de un joven soldado, que había sido golpeado hasta la muerte,
fue desnudado y colgado de un lado de un autobús. Otro cadáver de un soldado
fue colgado en un cruce al este de la plaza.”[3]
La masacre que no fue
En los días inmediatamente posteriores al 4 de junio de 1989 los
titulares, artículos y editoriales del New York Times utilizaban la figura de
“miles” de activistas pacíficos que habían sido masacrados cuando el ejército
envió tanques y soldados a la plaza. La cifra que el Times manejaba como estimación
del número de muertos era de 2.600. Esa cifra se empleó como el número de
estudiantes activistas que fueron acribillados en Tiananmen. Casi todos los
medios de comunicación estadounidenses informaron sobre “muchos miles” muertos.
Muchos medios de comunicación dijeron que habían sido masacrados unos 8.000.
En una aparición posterior en Meet the Press, Tim Russert, Jefe de
Oficina de la NBC
en Washington, dijo que “decenas de miles” murieron en la plaza de Tiananmen.[4]
La versión novelada de la “masacre” fue corregida posteriormente en
muy pequeña medida por periodistas occidentales que habían participado alas
fabricaciones y que estaban dispuestos a retocar el relato para poder decir que
hicieron “correcciones”. Pero para entonces ya era demasiado tarde y ellos
también lo sabían. La conciencia pública había sido formada. El falso relato se
convirtió en el discurso dominante. Habían masacrado con éxito los hechos para
ajustarse a las necesidades políticas del gobierno de los EEUU.
“Aquella noche, la mayoría de los cientos de periodistas
extranjeros, incluido yo, estábamos en otras partes de la ciudad o fueron
retirados de la plaza para que no pudieran presenciar el capítulo final de la
historia de los estudiantes. Los que intentaron permanecer cerca hicieron unos
informes dramáticos que, en algunos casos, reforzaban el mito de una masacre de
estudiantes”, escribió Jay Mathews, Jefe de la Oficina del Washington
Post en Beijing, en un artículo de 1998 publicado en el Columbia Journalism
Review.
El artículo de Mathews, que incluye su propia admisión de haber
usado la terminología de la masacre de la Plaza de Tiananmen, fue publicado nueve años
después de los hechos y reconoció que las correcciones posteriores tuvieron
poco impacto. “Los hechos de Tiananmen han sido conocidos durante mucho tiempo.
Cuando Clinton visitó la plaza este mes de junio, tanto el Washington Post como
el New York Times dijeron que nadie murió allí [en la Plaza de Tiananmen] durante
la represión de 1989. Pero se trataba de breve aclaraciones al final de largos
artículos. Dudo que hicieran mucho para acabar con el mito.”[5]
En aquel momento todos los informes sobre la masacre de los
estudiantes decían básicamente lo mismo y por lo tanto parecía decir la verdad.
Sin embargo, estos informes no se basaron en los testimonios de testigos
oculares.
Lo que realmente ocurrió
Durante las siete semanas previas al 4 de junio, el gobierno chino
se contuvo extraordinariamente para no enfrentarse a los que paralizaron el centro
del área de la capital de China. El Primer Ministro se reunió directamente con
los líderes de la protesta y la reunión fue retransmitida en la televisión
nacional. Esto no hizo que se distendiera la situación sino que más bien
envalentonó a los líderes de la protesta, que sabían que tenían el pleno
respaldo de los Estados Unidos.
Los líderes de la protesta erigieron una enorme estatua que se
parecía a la Estatua
de la Libertad
de los Estados Unidos en medio de la
Plaza de Tiananmen. Estaban indicando al mundo entero que
tenían simpatías políticas por los países capitalistas y con los Estados Unidos
en particular. Proclamaron que continuarían con las protestas hasta que el
gobierno fuera derrocado.
Al no vislumbrarse el final, el gobierno chino decidió poner fin a
las protestas despejando la
Plaza de Tiananmen. Las tropas entraron en la plaza sin armas
el 2 de junio y muchos soldados fueron golpeados, algunos fueron asesinados y
los vehículos militares fueron incendiados.
El 4 de junio, el EPL entró de nuevo en la plaza con armas. Según
los informes de los medios estadounidenses de la época, en este momento
soldados del EPL con ametralladoras acribillaron las pacíficas protestas de los
estudiantes masacrando a miles de personas.
China dijo que los informes sobre la “masacre” en la plaza de
Tiananmen fueron una invención fabricada tanto por los medios de comunicación
occidentales como por los líderes de la protesta, que en su propio interés
utilizaron los medios de comunicación occidentales que se ofrecían a ellos como
plataforma para una campaña de propaganda internacional.
El 12 de junio de 1989, ocho días después del enfrentamiento, el
New York Times publicó un “exhaustivo” informe sobre la masacre de Tiananmen,
fabricado de cabo de rabo, de un estudiante llamado Wen Wei Po. Estaba lleno de
relatos detallados sobre brutalidad, asesinatos en masa y heroicas batallas
callejeras. El informa hablaba de soldados del EPL con ametralladoras en la
azotea del Museo de la Revolución oteando la plaza y de estudiantes acribillados
en la plaza. Este informe fue recogido por los medios de comunicación a lo
largo y ancho de los Estados Unidos.[6]
Aunque fue considerado como el evangelio y como una prueba
irrefutable de que China estaba mintiendo, el informe de 12 de junio de Wen Wei
Po era tan exagerado y podía desacreditar tanto al New York Times en China que
el corresponsal del Times en Beijing, Nicholas Kristof, quien había servido
como portavoz de los manifestantes, hizo objeciones a los principales puntos
del artículo.
Kristoff escribió en un artículo el 13 de junio que “La cuestión de
dónde se produjeron los disparos tiene importancia porque el Gobierno afirma
que nadie fue disparado en la plaza de Tiananmen. La televisión estatal ha
mostrado incluso vídeos de estudiantes marchándose pacíficamente de la plaza
poco después del amanecer, como prueba de que no fueron masacrados.”
“En la escena central del artículo del [testigo] se habla de tropas
golpeando y ametrallando a estudiantes desarmados agrupados alrededor del
Monumento a los Héroes del Pueblo en el centro de la Plaza de Tiananmen. Otros
testigos, tanto chinos como extranjeros, dicen que esto no ocurrió,“ escribió
Kristof.
Tampoco hubo evidencia alguna de los emplazamientos de
ametralladoras en la azotea del museo de historia descritos en el artículo de
Wen Wei Po. Kristof fue directamente al museo y no vio ametralladoras allí.
Otros periodistas y testigos en los alrededores tampoco pudieron verlos.
El tema central del artículo Wen Wei Po era que las tropas
golpearon y ametrallaron posteriormente a los estudiantes en el área alrededor
del monumento y que una fila de vehículos blindados les cortaron la retirada.
Pero los testigos dicen que los vehículos blindados no rodearon el monumento –
se quedaron en el extremo norte de la plaza – y que las tropas no atacaron a
los estudiantes agrupados en torno al monumento. Otros periodistas extranjeros
también estaban cerca del monumento aquella noche también y no se tiene
constancia de que alguno haya informado de que los estudiantes fueron atacados
alrededor del monumento,“ escribió Kristof escribió en el artículo del 13 de
junio de 1989[7].
La versión del gobierno chino reconoce que hubo enfrentamientos en
la calle y enfrentamientos armados en los barrios colindantes. Dicen que
aproximadamente trescientas personas murieron esa noche, incluyendo a muchos
soldados que murieron a causa de los disparos, cócteles Molotov y palizas. Pero
insistió en que no hubo masacre.
Kristof también dijo que hubo enfrentamientos en varias calles,
pero refuta el informe del “testigo” que hablaba de una masacre de estudiantes
en la Plaza de Tiananmen. “En cambio, los estudiantes y un cantante de pop, Hou
Dejian, estaban negociando con los soldados y decidieron marcharse al amanecer,
entre las 5 y las 6 de la madrugada. Los estudiantes salieron todos juntos. La
televisión china mostró escenas de los estudiantes marchándose y de los solados
entrando en la plaza, aparentemente vacía, mientras los estudiantes se iban.”
Intento de contrarrevolución en China
En realidad, el gobierno estadounidense había participado
activamente en la promoción de las protestas “pro-democracia” a través de una
maquinaria de propaganda extensa, generosamente financiada, y coordinada a
escala internacional que emitió rumores, medias verdades y mentiras desde el
momento en que comenzaron las protestas
a mediados de abril 1989.
El objetivo del gobierno estadounidense era el de conseguir un
cambio de régimen en China y derrocar al Partido Comunista de China, que había
sido el partido gobernante desde la revolución de 1949. Como muchos activistas
del movimiento progresista de hoy no estaban vivos o eran niños en el momento
del incidente de Tiananmen en 1989, el mejor ejemplo reciente de cómo funciona
este tipo de operación imperialista de desestabilización o cambio de régimen lo
tenemos en el reciente derrocamiento del gobierno ucraniano. Las protestas pacíficas
en el centro de la plaza reciben apoyo internacional, financiación y cobertura
de los medios de comunicación desde los Estados Unidos y las potencias
occidentales; finalmente llegan a ponerse bajo el liderazgo de grupos armados
aclamados como luchadores por la libertad por el Wall Street Journal, Fox News
y otros medios; y finalmente el gobierno a ser derrocado por la CIA es
demonizado totalmente si recurre a la policía o las fuerzas militares.
En el caso de las protestas “pro-democracia” en China en 1989, el
gobierno de los Estados Unidos estaba tratando de crear una guerra civil. La
Voz de América aumentó sus emisiones en chino a 11 horas cada día y dirigió
“directamente su emisión a cerca de 2.000 antenas parabólicas en China operadas
en su mayoría por el Ejército de Liberación Popular.”[8]
Las emisiones de la Voz de América a las unidades del EPL estaban
llenas de informes que decían que algunas unidades del EPL estaban disparando a
otras, y que algunas unidades eran leales a los manifestantes mientras que
otras personas estaban con el gobierno.
La Voz de América y los medios de comunicación de Estados Unidos
trataron de crear confusión y pánico entre los partidarios del gobierno. Justo
antes del 4 de junio informaron que el Primer Ministro de China Li Peng había
sido disparado y que Deng Xiaoping estaba cerca de la muerte.
La mayoría en el gobierno estadounidense y en los medios de
comunicación esperaban que el gobierno chino fuera derribado por las fuerzas
políticas pro-occidentales como estaba empezando a suceder con el derrocamiento
de gobiernos socialistas en Europa central y oriental en aquellos años
(1988-1991) tras la introducción de reformas pro-capitalistas por Gorbachov en
la Unión Soviética en 1991.
En China, el movimiento de protesta “pro-democracia” fue liderado
por estudiantes privilegiados, bien conectados con las élites universitarias,
que pedían explícitamente la sustitución del socialismo por el capitalismo. Los
líderes estaban particularmente coordinados con los Estados Unidos. Por
supuesto, otros miles de estudiantes que participaron en las protestas estaban
en la plaza porque tenían quejas contra el gobierno.
Pero la dirección del movimiento coordinada con el imperialismo tenía
un plan explícito para derrocar el gobierno. Chai Ling, quien fue reconocido
como el máximo dirigente de los
estudiantes, concedió una entrevista a los periodistas occidentales en la
víspera del 4 de junio, en la que reconoció que el objetivo de los dirigentes
era llevar a la población a una lucha para derrocar al Partido Comunista de
China, que según ella sólo sería posible si podían provocar con éxito al
gobierno para que ataque violentamente a las manifestaciones. Esa entrevista
fue retransmitida en la película “La Puerta de la Paz Celestial”. Chai Ling
también explicó por qué no podían decirles a los manifestantes estudiantiles de
base cuáles eran los verdaderos planes de los líderes.
“La búsqueda de la riqueza es parte del ímpetu por la democracia”,
explicó otro de los líderes estudiantes, Wang Dan, en una entrevista con el
Washington Post en 1993, en el cuarto aniversario del incidente. Wang Dan estuvo
en todos los medios de comunicación estadounidenses antes y después del
incidente de Tiananmen. Él era famoso por su explicación de por qué los líderes
estudiantiles elitistas no querían que los trabajadores chinos se unieran a su
movimiento. Decía que “el movimiento no está listo para la participación de los
trabajadores porque la democracia debe ser absorbida primero por los
estudiantes y los intelectuales antes de que pueda extenderse a otros.”[9]
Veinticinco años más tarde – Los Estados
Unidos siguen buscando un cambio de régimen y la contrarrevolución en China
La
noticia de la intervención del gobierno chino dispersando el llamado movimiento
pro-democracia en 1989 fue recibida con amarga frustración en el seno del
establishment político de Estados Unidos.
En
un primer momento los Estados Unidos impusieron sanciones económicas a China,
pero su impacto fue mínimo y el establishment político, tanto en Washington como
en los bancos de Wall Street, se dieron cuenta de que las corporaciones y los
bancos estadounidenses serían los grandes perdedores en la década de 1990 si trataban
de aislar completamente China en un momento en que ésta estaba abriendo aún más
su inmenso mercado de trabajo y mercancías a la inversión directa de las
corporaciones occidentales. Los grandes bancos y corporaciones siempre anteponen
sus propios márgenes de beneficio y los políticos de Washington siguieron los
pasos de la clase de los multimillonarios sobre esta cuestión.
Pero
la contrarrevolución en China volverá a asomar la cabeza. Las reformas
económicas que se inauguraron después de la muerte de Mao abrieron el país a la
inversión extranjera. Esta estrategia de desarrollo fue diseñada para superar
rápidamente el legado de pobreza y subdesarrollo mediante la importación de
tecnología extranjera. A cambio de ello, las corporaciones occidentales
obtuvieron unas superganancias. La dirección post-Mao en el Partido Comunista previó
que esta estrategia beneficiaría a China en virtud de una rápida transferencia
de tecnología desde el mundo imperialista hacia China. Y, de hecho, China ha
hecho enormes progresos económicos. Pero además del desarrollo económico
también se ha desarrollado una mayor clase capitalista en el interior de China,
y una parte importante de esta clase y de sus hijos está siendo cortejada por
todo tipo de instituciones financiadas por el gobierno, las instituciones
financieras y los centros académicos de los Estados Unidos.
El
Partido Comunista de China también está dividido en facciones y tendencias
pro-estadounidenses y pro-socialistas.
Hoy,
el gobierno de los Estados Unidos está aplicando cada vez más la presión
militar sobre China. Se está acelerando la lucha contra el ascenso de China al
consolidar nuevas alianzas militares y estratégicas con otros países asiáticos.
También tienen la esperanza de que con suficiente presión con alguno en el
liderazgo chino de los que están a favor de abandonar Corea del Norte se pueda
conseguir algo.
Si
la contrarrevolución tuviera éxito en China las consecuencias serían
catastróficas para el pueblo chino y para China. Con toda probabilidad China se
haría pedazos como sucedió con la Unión Soviética cuando el Partido Comunista
de la Unión Soviética fue derrocado. La antigua Yugoslavia sufrió el mismo
destino. La contrarrevolución y el desmembramiento precipitarían a China hacia
el pasado. Pondría un freno al espectacular crecimiento pacífico de China desde
el subdesarrollo. Durante décadas ha tenido lugar un serio debate en el seno
del establishment de la política exterior de los Estados Unidos sobre el
desmembramiento de China, que la debilitaría como nación y permitiría a los
Estados Unidos y a las potencias occidentales apoderarse de sus partes más
lucrativas. Este es precisamente el escenario que ofrecía China durante su
siglo de humillaciones, cuando las potencias capitalistas occidentales
dominaron el país.[10]
La
Revolución China ha pasado por muchas etapas, las victorias, retrocesos y
reveses. Sus contradicciones son innumerables. Pero aún se mantiene. En el
enfrentamiento entre el imperialismo mundial y la República Popular de China,
la gente progresista debe saber cuál es su lugar – y no es estar al margen.
Notas
[1] Jim Abrams, “Batalla de unidades militares rivales en Beijing”,
Associated Press, 6 de junio de 1989
[2] John Burgess, “Las imágenes denigran a los manifestantes;
Los chinos lanzan campaña de propaganda”, Washington
Post, 12 de junio de 1989
[3] James P. Sterba, Adi
Ignatius y Robert S. Greenberger, “Lucha de clases: las duras acciones de China amenazan con interrumpir los 10 años de impulso por la reforma — Crecen las sospechas de occidentalización, y el ejército aún tiene un papel político — Un movimiento Movement Unlikely to Die”,
Wall Street Journal, 5 de junio de 1989
[4] Jay Mathews, “El mito de Tiananmen y el precio de la prensa pasiva”, Columbia Journalism Review, septiembre/octubre de 1998
[6] Wen Wei Po, “Disturbios en
China; Un estudiante relata la historia de Tiananmen: ‘Y entonces brotaron ametralladoras’ ”, New
York Times, 12 de junio de 1989
[7] Nicholas Kristof, “Disturbios en
China; Mano dura en Tiananmen: Relato de estudiante cuestionado en varios puntos importantes”, New York Times, 13 junio de 1989
[9] Lena Sun, “Una transformación radical 4 años después de Tiananmen”, Washington Post, 6 de junio de 1993.
[10] Resolución del Partido por el Socialismo y la Liberación: “Por la defensa de China contra la contrarrevolucón, la intervención imperialista y el desmembramiento”, or the defense of China against counterrevolution, imperialist
intervention and dismemberment,” China: Revolución y contrarrevolución, PSL
Publications, 2008.
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