miércoles, 2 de abril de 2014

Reformas económicas, ¿buenas para los chinos o para Occidente?


Curioseando por la red, me percaté de la existencia de este artículo, completamente desapercibido por mí, publicado en Rebelión el pasado 14 de diciembre de 2013, del analista belga Marc Vandepitte sobre la últimas reformas  aprobadas en la III Sesión Plenaria del Comité Central del PCCh. En vista de que tenía intención de publicar pronto materiales chinos sobre las reformas económicas, lo publico a continuación por su interés y su claridad. Añadir que me he permitido hacer algunas correcciones de la deficiente traducción efectuada por Susana Merino para Rebelión.

Entre el 12 de noviembre y el 12 de diciembre de 2013, los dirigentes chinos se reunieron en oportunidad del tercera sesión plenaria del Partido Comunista chino. Las expectativas eran importantes. ¿Pero cuál fue la conclusión? ¿Se involucrará aún más China en la economía de mercado? ¿Se cerrará la brecha entre los habitantes urbanos y los campesinos?

Hace unos diez días, los altos dirigentes del Partido Comunista chino se reunían para analizar el estado del país. Se trataba del Tercer Plenario del Comité Central del Partido Comunista chino. El tercer plenario es tradicionalmente muy importante porque en él se establecen las visiones a largo plazo para la economía. En 1978 el tercer plenario fue el trampolín de las radicales reformas que tuvieron lugar bajo el mandato de Deng Xiaoping. El tercer plenario de 1993 consagró “la economía de mercado socialista” y abrió la puerta a una importante ola de reformas que, entre otras cosas, conducirían a la adhesión a la Organización Mundial del Comercio.

Agendas diferentes

Las expectativas eran particularmente elevadas, particularmente del lado de los comentaristas occidentales. China domina actualmente el crecimiento económico mundial de manera sobresaliente. En estos últimos cinco años, se le atribuyen el 50% del crecimiento mundial. Esto es importante. Pero para sacar mayor provecho de ese prometedor mercado, la economía china debe abrirse. Lo que quiere decir menos Estado y más mercado. La lista de expectativas occidentales es conocida: privatizar tantas empresas públicas como sea posible, poner fin a las ventajas de las empresas públicas existentes, menos restricciones para las inversiones extranjeras, liberalizar las tasas de interés y de cambio, convertir el yuan en moneda libremente cambiable, deshacerse del sistema hukou (ver más abajo). No es por lo tanto sorprendente que los comentaristas occidentales hayan proyectado anticipadamente sus deseos sobre este plenario.

También para los chinos, las reformas son más que necesarias, pero por otras razones. Durante estos últimos veinte años, el modelo económico chino estuvo basado en la producción para la exportación, en un crecimiento extensivo (aumentar la producción incrementando la cantidad de obreros), en importantes inversiones y un débil consumo. Este modelo ha funcionado particularmente bien. Desde 1990 el PIB se ha multiplicado por ocho.

¿Hacia reformas profundas?

Todo el mundo esperaba por tanto el comunicado final. Los observadores conocedores de China saben que no hay que esperar decisiones o cambios radicales de orientación de este tipo de documentos. Son documentos tradicionalmente vagos que traducen las prioridades de la élite política, y es responsabilidad de los dirigentes intermedios traducir concretamente esas líneas generales de conducta.

Además, el comunicado en cuestión envía señales contradictorias, y puede interpretarse por tanto de muchas maneras diferentes. Sin embargo, el texto sugiere que se prevén cambios importantes. Notablemente, la instauración de dos comités bajo la autoridad directa del partido.

El primero supervisará la puesta en marcha de las reformas económicas. El segundo tendrá el ojo puesto en la seguridad nacional del país, un poco como el consejo de seguridad nacional de los Estados Unidos. Estos comités reforzaran sin duda el poder del presidente Xi Jinping y dejan entrever reformas más radicales que las de la última década.

El comunicado final contiene recomendaciones acerca de muchos terrenos, demasiados para enumerarlos todos. Pero dos temas saltan a la vista: la relación mercado/intervención estatal y el sistema hukou. Nos detendremos aquí en estos dos puntos.

1. Mercado vs. Estado

El documento defiende la ampliación del papel del mercado. Ahora es calificado de “decisivo” mientras que antes se le atribuía un “papel de base” El comunicado plantea que “es necesario tender hacia la resolución de los obstáculos al mercado” Es necesario avanzar más rápidamente hacia la “construcción de un sistema de mercado moderno, en el que las empresas puedan concretar negocios de manera autónoma, en justa competencia, con la libre elección del consumidor, un consumo autónomo y el libre comercio de los bienes de producción y de consumo.

Esto parece un importante cambio de orientación. Pero el texto subraya al mismo tiempo que la economía de estado debe ser fortalecida. “Debemos consolidar y desarrollar firmemente las empresas públicas. Debemos perseverar en lo concerniente al papel dominante del sistema de propiedad pública y otorgar más espacio al papel de líder de las empresas públicas. Debemos reforzar continuamente su vitalidad, su control y su influencia”.

Debe ser igualmente acentuado el control macroeconómico. “Debemos completar el sistema de gestión macroeconómica, aplicar correcta y totalmente las funciones administrativas, optimizar su organización y las estructuras de gobierno, y mejorar la gestión científica”.

Finalmente, no se plantea la reducción de la influencia y del papel del partido. Por el contrario, la intención es “mejorar el fortalecimiento del partido, reforzar la centralización democrática y perfeccionar el liderazgo del partido”.

De modo que ¿de qué se trata? ¿Más mercado o más estado? ¿Más espacio para la economía en detrimento de la política o al contrario? El comunicado final plantea más preguntas que respuestas. ¿Cómo conjugar “más mercado” con “un reparto más equitativo del producto del desarrollo económico” o con el desarrollo de las provincias más pobres del interior del país? ¿Cómo poner de acuerdo todo esto con “la estimulación de la armonía social y la estabilidad”?

Plantear las preguntas correctas

Todo el problema reside en saber si el tema del Estado o del mercado es la pregunta correcta. ¿Están en contradicción el Estado y el mercado o son las líneas de demarcación – al menos en China –  más complicadas?

Habitualmente se asocia la planificación al socialismo y el mercado al capitalismo. Pero se trata de un malentendido. Las más importantes empresas capitalistas, por lo tanto las más exitosas, son economías estrictamente planificadas, de las cuales las más grandes superan las dimensiones de algunos países ricos como Finlandia y Dinamarca. A la inversa, el mercado no es lo mismo que capitalismo. El mercado existía desde hacía muchos siglos cuando apareció el capitalismo.

El capitalismo se apoderó por completo del mercado y lo remodeló. Lo convirtió en un mercado capitalista orientado a la maximización de los beneficios de las empresas privadas cuya envergadura ha crecido desmesuradamente con el correr del tiempo. Esta clase de mercado no es libre en modo alguno porque las relaciones de fuerzas no son equitativas y las reglas del juego se deciden a la carta, en función del más fuerte. Los países del norte, por ejemplo, protegen sus mercados agrícolas, algo que no puede permitirse los países del sur. Las grandes multinacionales escapan al funcionamiento del mercado por medio de las inversiones o de los mercados públicos (industria militar) pagando pocos o ningún impuesto.

El mercado ¿al servicio de quienes?

En China también se deja jugar libremente al mercado, pero en función de sus propios objetivos de desarrollo económico, y dentro de un estricto marco político. El mercado es apoyado o liquidado según lo que favorezca a China. El principio de competencia se pone en marcha – aún entre las empresas del Estado – para mejorar la eficiencia y separar el grano de la paja. Pero esa competencia es abolida tan pronto como ya no sea necesaria o útil, o cuando los objetivos políticos o sociales lo exigen.

Por ejemplo, el monopolio de la industria aeronáutica, que no era rentable fue abandonado en 1999. Diez años más tarde, cuando el sector volvió a ser rentable, se restableció el monopolio. Otro ejemplo es el del precio del petróleo: debido a consideraciones sociales y económicas, el precio del petróleo se halla muy por debajo del precio del mercado mundial. Esto es posible porque este sector, al igual que otros sectores estratégicos, están en manos de las autoridades. Globalmente el control de las autoridades sobre la economía ha aumentado en estos últimos diez años.

En China, el mercado está al servicio de las autoridades y no al revés, como en el sistema capitalista. El país puede permitírselo por dos razones. La primera es la escala del país. La economía china es lo suficientemente grande e interesante como para poder imponer sus exigencias a las multinacionales extranjeras que quiere invertir allí: transferencia de tecnologías, cuota mínima de directivos chinos, tratamiento de materiales chinos, etc. para mayor desilusión de los ejecutivos de estas multinacionales.

La segunda condición es la hegemonía del Partido Comunista chino. A través de una serie de mecanismos visibles y menos visibles, el Partido mantiene un control importante sobre la economía china. La nueva clase emergente de capitalistas tiene cierto peso económico, pero políticamente es débil o casi nulo. Parte de ella ha sido formada en las filas del Partido Comunista, pero representa más que una pequeñísima parte de los 80 millones de comunistas. Mientras su influencia se mantenga marginal, los intereses económicos del país seguirán estando sometidos a las prioridades sociales y políticas, y China podrá seguir manteniendo el timón en dirección hacia el socialismo.

Corrupción

Es a la luz de todo este panorama que se debe analizar la lucha contra la corrupción. La combinación producida por una rápida acumulación de capital y la falta de adaptación de las instituciones constituyen el terreno ideal para la existencia de toda clase de prácticas corruptas corrupciones y negocios podridos.

En la práctica, la corrupción engloba todos los casos de privatización de los intereses económicos (enriquecimiento personal) en contra de los objetivos y de las prioridades políticas. En otros términos, la corrupción mina el control político de la economía. Si no se le pone un freno, el Partido Comunista tarde o temprano será avasallado por la clase capitalista. Entonces pondrá en marcha, sin duda alguna, una “Perestroika con características chinas”.

En este sentido, la lucha contra la corrupción es un asunto de vida o muerte. Las autoridades actuales lo han comprendido desde hace bastante tiempo. Desde el comienzo de la presidencia de Xi Jinping, éste ha lanzado una campaña a gran escala contra esta lacra. Miembros del partido han sido expulsados hasta en los escalones más altos. El futuro dirá si estas campañas irán lo suficientemente lejos.

Perspectiva histórica

El comunicado final apela a la perspectiva histórica para considerar la relación entre el mercado y el Estado. China aún es un país en vías de desarrollo, lo que significa que “el desarrollo es todavía crucial para resolver todos los problemas de nuestro país” Es por tal razón por la que el país “se encuentra ahora y por mucho tiempo en la fase de preparación del socialismo”. Es por ello que el “progreso económico debe ser central” y que “las relaciones de producción deben ser adaptadas a los medios de producción”.

Hablando claro: durante esta larga fase de preparación del socialismo, China no puede ir más rápido que la música. Durante esta fase, es útil y necesario integrar los efectos dinamizadores de las fuerzas del mercado con el desarrollo económico del país. Se trata de una importante lección sacada de la debacle del Gran Salto en Adelante (1958-1961) y de la Revolución Cultural (1966-1976) Es por eso que, según el comunicado final, “el elemento central de la situación es un tratamiento correcto de la relación entre autoridades y mercado, para asegurar que el mercado juegue un papel decisivo en la asignación de los medios y asegure un mayor espacio al papel del gobierno”

No se trata, por lo tanto, de Estado o mercado sino de Estado y mercado. O, como ellos mismos dicen, “del socialismo con características chinas”.

Al ritmo chino

Después de los largos vagabundeos citados anteriormente, probablemente el lector se preguntará qué es lo que cambiará en la práctica en este terreno y si cambiara poco o mucho. Como se ha explicado, existe un gran desafío en lo relativo al paso de un crecimiento expansivo, basado en la exportación y las inversiones, a un crecimiento intensivo, basado en el consumo interno. Desde luego, no podemos deducir del comunicado que esto implica un cambio radical de la relación entre mercado y Estado. Si ocurren cambios – y los habrá ciertamente – serán en todo caso graduales, realizados con precaución y al ritmo de los acontecimientos chinos. Y no al ritmo de occidente.

2. Hukou

En China uno nace (y por lo tanto inscrito en el Registro civil) como “campesino” o como “ciudadano”. Sea cual sea el oficio que se ejerce. A un campesino adulto se le asigna una tierra y el derecho a la seguridad social, a los cuidados sanitarios y a la educación de sus hijos, pero únicamente en el lugar en que fue inscrito. Si se traslada a otro lugar de residencia, pierde su tierra y sus beneficios sociales.

Evitar el éxodo rural

Este sistema hukou fue establecido a finales de los años 50 para evitar un éxodo rural como el que se producía en todas partes en el tercer mundo. Se habla actualmente de 900 millones de campesinos chinos, más que toda la población del África negra. El sistema hukou es muy controvertido, pero ha dado sus frutos. Ciudades como Manila, Bombay, Lagos, Buenos Aires... albergan millones y millones de habitantes apilados los unos sobre los otros en condiciones inhumanas. No existen tales barrios de chabolas en China. Respecto a este tema, el Financial Times dice lo siguiente: “China ha sabido evitar la formación de tugurios, que constituyen una cicatriz en tantas ciudades de países en vías de desarrollo, gracias a un estricto sistema de autorización de residencia conocido bajo el nombre de hukou. Este sistema hace que sea difícil trasladarse del campo a la ciudad de forma permanente”.

Esto parece estar bien, pero la desventaja es que los “migrantes internos”, como se les denomina allí, gozan de muchos menos beneficios sociales en su lugar de trabajo que sus compañeros de trabajo con residencia permanente. No pueden comprar casas, ni coches, no tienen derecho a los cuidados sanitarios y no pueden enviar a sus hijos al colegio. Aunque ganan más que si se hubieran quedado "en casa", su salarios es mucho menos elevado que el de sus compañeros residentes urbanos. Lo mismo sucede con las condiciones laborales. La inseguridad profesional es a veces grande, y en muchos casos se dan directamente casos de discriminación.

Al principio, esto no concernía más que a los trabajadores temporeros, principalmente solteros, que se iban a trabajar algunos años a las ciudades para luego regresar a su lugar de origen. Pero con el correr del tiempo, muchos se quedaron en las ciudades de manera permanente. De modo que la cantidad de migrantes buena parte de ellos se han quedado de forma permanente. Entonces, el número de migrantes internos ha crecido hasta conformar un enorme grupo de unas 260 millones de personas. Lo que constituye una quinta parte de la población total, 30% de la población rural y el 40% de todos los chinos que viven en las ciudades. El sistema ha demostrado su eficacia, pero actualmente está en revisión. Porque el costo social es demasiado alto e impide el paso hacia otro modelo económico.

Un sistema en vías de reforma

El hecho de que un 40% de los habitantes de las ciudades dispongan de menos derechos y sean a menudo tratados como ciudadanos de segunda lleva tarde o temprano a serias tensiones y no puede ser sostenido a largo plazo. Pero aún hay más: el gobierno chino estima que hay 48 millones de niños que son dejados en el campo, porque uno o ambos padres trabajan en la ciudad. Esto representa una cuarta parte de los niños del campo. Lo que resulta poco armonioso para el “desarrollo armonioso” con el que quiere comprometerse el gobierno.

Para un modelo económico que quiere orientarse hacia un mayor consumo interno, el sistema hukou, en su forma actual, es un freno. A causa de esta de inseguridad, los migrantes internos ahorran menos que los ciudadanos que disponen de un hukou urbano. Los campesinos no pueden vender sus tierras porque no son propietarios de ella. Solo obtienen su usufructo. Si pudieran vender sus tierras, esto supondría un golpe muy duro para la economía. Además, decenas de millones de campesinos fueron expropiados en el pasado por el gobierno y demasiado poco indemnizados financieramente. Actualmente, un campesino gana tres veces menos que un ciudadano.

Se hace urgente una flexibilización del sistema y de ello se trata en el comunicado final: “Debemos […] reconocer mayores derechos de propiedad a los campesinos, tender hacia un equilibrio igualitario entre los medios de producción urbanos y agrícolas, tender hacia una distribución equilibrada de los medios de las autoridades locales, y un sistema más eficaz para el desarrollo de las ciudades”.

Nada de cambios radicales

Pero tampoco hay que esperar cambios radicales en esta materia. Un abandono del sistema hukou provocaría un flujo acelerado hacia las ciudades y por lo tanto un éxodo rural sin precedentes con consecuencias catastróficas. No hay que olvidar que se trata aquí de una población superior al conjunto de la población europea.

Hay esperar un abandono gradual del sistema. Según el Primer ministro Li Keqiang : “Se trata de un proceso complejo de cambio económico y social, que exige un nuevo enfoque político, centrado en el desarrollo equilibrado. Habrá numerosos problemas, pero que tenemos que abordarlo para reducir el foso entre las ciudades y el campo.”

En estos últimos años se han llevado a cabo numerosas experiencias en la materia. En algunas provincias, ya no existen diferencias entre el hukou urbano y el rural. En algunas grandes ciudades, los migrantes internos también pueden gozar de los cuidados sanitarios y de la enseñanza primaria y secundaria. En algunas regiones, los campesinos pueden hipotecar su tierra para obtener un préstamo. En algunas ciudades, los campesinos pueden vender sus casas a ciudadanos del mismo distrito, etc. Son experiencias que con toda seguridad se harán extensivas a lo largo de los próximos años.

A modo de conclusión

Muchos comentaristas occidentales se han visto decepcionados por las conclusiones de este tercer pleno. Esperaban mucho más de él. En realidad, esto resulta much más revelador de su agenda y de sus deseos que de lo que es bueno y útil para China. En el pasado, los chinos siempre siguieron su propio camino y – felizmente – no han tenido mucho en cuenta los consejos y las recomendaciones de Occidente. Esto no cambiará en el futuro, muy a pesar de los que lo desean.

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