Por Miguel de Tarso
La reciente proclamación de la nueva república catalana ha
suscitado variadas reacciones a lo largo y ancho del estado español; sin
embargo, en el exterior, los posicionamientos han sido más homogéneos: EEUU,
Reino Unido, Canadá, Alemania, Italia, Francia, etc se han decantado a favor de
"la unidad de españa"; y, en este caso, la República Popular china no
ha sido una excepción.
Lejos de apreciar la multitud de matices y circunstancias
que han empujado a esta declaración, las agresivas acusaciones contra la
república popular no se han hecho esperar, pero ¿Son justas, equitativas y
precisas estas acusaciones? Hagamos un rápido recorrido en la historia de China
y analicemos sus circunstancias presentes para esclarecer la enorme complejidad
de este asunto:
China desde la antigüedad, ha sido de las naciones más
prósperas y avanzadas. En ciencia, tecnología, producción, armamento, cultura, étc
ha estado un paso por delante de Europa durante siglos. A partir del siglo
XVII, con la ocupación de Macao por Portugal y la ocupación de Filipinas por
Castilla, el comercio y la apertura con Occidente se aceleró. Rápidamente, el
opio se convirtió en la moneda de cambio de Holanda y Gran Bretaña, y
posteriormente de Francia y Norteamérica, para comprar los deseados productos
chinos (seda o té). Para el siglo XIX, la situación se agravó. La
adicción de la población a estos estupefacientes se multiplicó y resultó ser un
serio problema para la sociedad. El emperador decide prohibir e incautar el
opio importado, y en represalia, Gran Bretaña decide atacar China en lo que
se conocería como Guerras del opio.
Gran Bretaña resulta vencedora y obliga a China en el
tratado de Nankín a entregarle el puerto de Hong Kong, a abrir sus puertos al
comercio británico y a pagarle una indemnización gigantesca por los gastos de
guerra. Unos años después, los
incidentes del bote Arrow y del sacerdote Chapdelaine, sirvieron de coartada
para Francia y Gran Bretaña con el fin de ejecutar un segundo ataque conjunto; en esta
ocasión, China, que estaba combatiendo a la rebelión Taiping, fue derrotada
fácilmente. China tuvo que firmar un tratado vejatorio, el tratado de Tianjin,
donde estaba obligada a pagar una indemnización impagable a los vencedores, a
permitir su libre circulación por el país y a abrir diez nuevos puertos a un
comercio que los perjudicaba.
La deuda impagable del imperio chino recae sobre los
campesinos, cuyo trabajo se devalúa y han de pagar impuestos confiscatorios. La
calidad de vida del pueblo se resiente y empeora a cada día.
Tras varios conflictos diplomáticos por el control de Corea,
estalla una guerra contra Japón de la que este sale vencedor. China vuelve a
ser humillada y ha de entregar Taiwán y una serie de islas a Japón, además de
tener que pagar una indemnización descomunal.
Años después, tiene lugar un levantamiento pro-imperial chino, llamado el ‘levantamiento de los bóxers'. Este levantamiento pretende
deshacerse de las imposiciones coloniales extranjeras y devolverle a la
dinastía Qing toda la soberanía. Los bóxers llegaron hasta las delegaciones
extranjeras en Pekín y capturaron al embajador alemán. La respuesta occidental
no tardó y todas las potencias declararon la guerra a China, los ejércitos
occidentales saquearon, destruyeron las propiedades y asesinaron a la población
oriunda. Tras la feroz respuesta y las atrocidades cometidas, las potencias
coloniales exigieron un pago inasumible por el imperio y exigieron la permisión
del libre establecimiento de tropas entre Pekín y el río amarillo.
Inmediatamente, Rusia pasa a invadir Manchuria, una región del norte de China.
China ya empieza a ser llamado el ‘enfermo de oriente’. El
desarrollo y el bienestar del pueblo se han esfumado. China es una nación
humillada y prostituida, pero las vejaciones no acaban aquí.
Como era de esperar la administración imperial colapsa y el
ejército se amotina, estos exigen una constitución liberal. El emperador, por
la debilidad militar, abdica y Sun Yat-Sen, héroe nacional, se convierte en el
primer presidente de la nueva China republicana.
No obstante, las rivalidades en el seno del ejército hicieron
que el general Yuan Shikai se proclamara como nuevo emperador durante un tiempo
hasta que abdicara, surgiendo bandas de caudillos militares que se repartieron en el poder en las distintas regiones, mientras que en el sur surgió un Gobierno rival encabezado por Sun Yatsen. Los conflictos que se
producen entre los militares por un determinado modelo de estado, hace que
China se disgregue en señoríos controlados por Caudillos. China quedaba
fragmentada y enfrentada internamente.
De este modo, hallamos a una China herida de muerte: Hong Kong
y Macao son propiedad de Gran Bretaña y Portugal, respectivamente; Taiwan y
otras islas de las aguas chinas son propiedad de Japón; Manchuria queda ocupada por
Rusia primero y después convertida en estado títere de Japón. China está obligada a permitir la libre circulación de barcos y tropas extranjeras y a la apertura de
sus puertos al comercio exterior de opio; el país está disgregado en señoríos. El pueblo
chino jamás conoció vejación semejante, la integridad y la dignidad de su
nación era violada impunemente.
El Partido Comunista de China es fundado en esta época
convulsa, inspirado por el reciente triunfo de la revolución bolchevique y por
el marxismo-leninismo. El PCCh en su misión de reunificar China y devolverle la
soberanía a la nación, se alía con el Kuomintang en la expedición del norte, para
combatir a los caudillos militares, seguidamente, el partido, es traicionado
por el general Chiang Kai Shek tras la campaña. El PC sufre un duro revés por
la traición, pero se fortalece en el entorno rural y enmienda graves errores
tácticos ultra-izquierdistas que cometía. El PC crece y se hace más apto para la lucha.
Japón decide intervenir militarmente en Manchuria, su estado
títere en China. Chiang Kai Shek es secuestrado por dos generales del
Kuomintang favorables a una alianza con los comunistas para acabar con la
invasión japonesa. Japón es derrotado, y la alianza no tarda en romperse.
Rápidamente estalla la guerra civil entre el Kuomintang y el PCCh, este último
gana tras una guerra de cuatro años, y el 1 de octubre de 1949 se proclama la
República Popular de China; finalmente, China es reunificada y resucitada. El PCCh puso
en píe a su nación para jamás volver a postrarse ante nada ni nadie.
Unos años más tarde, China firmaría cumplir con los principios rectores de la conferencia de Bandung en 1955, origen del movimiento de países no alineados. Entre aquellas directrices se encontraba y se encuentra la no injerencia en asuntos extranjeros y el respeto a la integridad territorial de todas las "naciones". Estos principios son justos y no se separan en absoluto del fundamento leninista de la coexistencia pacífica.
Unos años más tarde, China firmaría cumplir con los principios rectores de la conferencia de Bandung en 1955, origen del movimiento de países no alineados. Entre aquellas directrices se encontraba y se encuentra la no injerencia en asuntos extranjeros y el respeto a la integridad territorial de todas las "naciones". Estos principios son justos y no se separan en absoluto del fundamento leninista de la coexistencia pacífica.
Hoy los planes occidentales de someter a China continúan.
Taiwán y las islas de Pescadores están están bajo el mandato indirecto de
Occidente, y desde allí, amenazan la soberanía nacional de China con propaganda
de guerra y con provocaciones militares; de hecho, un alto mando militar
norteamericano, amenazó con “atacar nuclearmente a China si su presidente se lo
pide”. En la región del tibet, continúa la agresión: La aristocracia feudal
lamaísta, insta desde la cobertura occidental a la rebelión violenta y al
terrorismo para regresar al Tibet al viejo orden, donde los lamaístas se
lucraban de la servidumbre de los campesinos y las tierras eran de su
propiedad. Los ataques se extienden hasta la provincia de Xinjiang, donde está
comenzando desde hace algunos años, actividad de bandas yihadistas con el
objetivo de la secesión de la provincia y ya han perpetrado varios atentados.
Como podemos comprobar, la manipulación de territorios
nacionales chinos y el secesionismo, son los arietes preferidos de Occidente
para debilitar y colonizar la República Popular. Lo fue en el pasado y lo sigue
siendo en el presente.
Como es obvio, China, internacionalmente, ocupa una posición
desfavorable con respecto a las potencias occidentales, ávidas y dispuestas
para volverla a someter mediante todos los medios precisos. El atraso en su
desarrollo y en su capacidad militar con respecto a las potencias occidentales,
compelen al país a buscar recovecos comerciales y diplomáticos con el fin de garantizar
su seguridad y soberanía. China ha encontrado, con el paso del tiempo, una fina
cuerda en la que mantenerse para salvarse por el momento, y no puede permitirse
dar un paso en falso al desafiar al estado español, un fiel aliado (súbdito) de sus agresores atlantistas.
No olvidemos que la República Popular y el Partido Comunista
combaten, también, graves problemas internos: La corrupción, la alta
contaminación, la pobreza, el desequilibrio entre las zonas rurales y urbanas,
un deficiente sistema sanitario, la inflación inmobiliaria (cada vez más
estable), el subdesarrollo de las regiones occidentales, etc.
Hemos de ser cautos en nuestro juicio y comprender que
muchos sentimientos y decisiones tácticas confluyen en esta declaración a favor
de la 'Unidad de España'. Por un lado, la inintencionada empatía o identificación
con el estado español; y, el recuerdo de la humillación y la amenaza que el
secesionismo representa para China... Por otro lado, la necesidad de
sobrevivir en un mundo brutalmente hostil, de mantenerse en esta fina cuerda y
no dar un paso en falso, que en este caso podría costarle la
vida.
Sin duda alguna, las acusaciones de “cobarde”, “traidor”,
“imperialista” y otros calificativos, no hacen más que reforzar las consignas
miserables de la propaganda colonial de Occidente que contribuyen a allanar el camino de los atlantistas, el camino de someter nuevamente a China; teniendo en cuenta que es muy necesaria la justificación
ante el público de que ‘China es mala’ como coartada ideológica
ante una eventual invasión. No es necesario decir lo mezquino que resulta igualar a la
China socialista; amenazada, agredida y asediada, a sus verdugos occidentales. En palabras de Desmond Tutu: "Cuando en situaciones de opresión te mantienes neutral, te posicionas en el lado del opresor".
¿Es consciente la ultra-izquierda infantiloide de lo grave
de sus acusaciones? ¿Es consciente el izquierdismo pueril de que le está exigiendo
a China el suicidio? ¿Es consciente de lo que le está acusando al país más
comprometido con la soberanía y la independencia de las naciones, como demuestra
en toda América Latina y África? Tan sólo pueden lanzarse esas acusaciones desde la inexperiencia
y un profundo desconocimiento ¡Cuánta arrogancia y soberbia!
Lamentablemente, no es la primera vez que el infantilismo
izquierdista colabora con las fuerzas imperialistas en sus pueriles actos y
acusaciones, empero, hay malas noticias para los infantilistas: China se
defiende sola y persiste en su camino socialista, desplegando solidaridad con
los países oprimidos y subdesarrollados del mundo, sin necesidad de la
aprobación de individuos o grupos políticos que no conocen en absoluto las
circunstancias de China; ni tienen conocimiento o experiencia alguna de cómo llevar
a un pueblo al socialismo… Ni mucho menos a un pueblo de las dimensiones y la magnitud del chino, el más numeroso del mundo.
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