domingo, 2 de octubre de 2016

El amanecer de China


Por Iramsy Peraza Forte (Granma)

Veteranos, familiares de mártires y representantes de todos los sectores sociales se reunieron ayer en el Monumento a los Héroes del Pueblo en la plaza Tian’anmen, de Beijing, para conmemorar el tercer Día de los Mártires, en la víspera del Día Nacional. Foto: CCTV

Hace hoy 67 años que China de­cidió cambiar el rumbo de su historia. El primero de octubre de 1949, cuando se fundó la República Po­pular China (RPCh), la nación asiática no era ni de cerca lo que es en la actualidad.
Ese día, en la plaza de Tian’an­men, Mao Zedong proclamó la victoria de los comunistas sobre los nacionalistas, liderados por Chiang Kai-shek, e inició la construcción de una nueva sociedad, más próspera y equitativa.

Más de seis décadas después, Chi­na no solo ha logrado superar la ma­yoría de las carencias y dificultades de entonces, sino que se convirtió en la segunda potencia mundial.

Bajo el liderazgo del Partido Co­munista, el gigante asiático pasó de ser un país débil y empobrecido a luchar por un puesto entre las mayores economías a nivel global. En algo más de 60 años, se convirtió en el primer proveedor de bienes y el segundo inversor en el exterior.

China era un país atrasado que dependía de la agricultura, por ello uno de las primeras medidas tomadas después de 1949 fue la implementación de una reforma agraria que benefició a más del 90 % de la población. De hecho unos 300 millones de campesinos obtuvieron hectáreas de tierras de cultivo.

Años después se puso en marcha el primer Plan Quinquenal (1953-1957), una serie de políticas impulsadas por el Gobierno para obtener resul­tados concretos a corto y largo plazo. De esa primera experiencia se guardan lo­gros considerables para el progreso chino que logró incrementar la renta nacional a casi 9 % anual y crear una sólida base industrial, pieza clave para el despunte como potencia. Hoy en día esos planes continúan dirigiendo el futuro de China, pero ahora con vista a la materialización del Sueño Chino de consruir un país socialista moderno, y próspero.

Muchos coinciden que el gran éxito y desarrollo de China se debe en gran medida gracias a la política de la Reforma y Apertura, un proyecto de nación que comenzó hace más de 30 años y que aumentó de forma considerable su poderío nacional, el nivel de vida del pueblo, así como el peso y la contribución a la economía mundial.

El país trabajó intensamente camino a la modernización y su producción industrial creció decenas de veces, lo que permitió la edificación de infraestructuras y transformaciones tecnológicas de la agricultura.

La Reforma y Apertura, auspiciada por el entonces Secretario General del Comité Central del PCCh, Deng Xiao­ping, catapultó la estabilidad po­lí­tica del país, fomentó un desarrollo alto y una diplomacia activa que aún se mantiene.

A partir de entonces se abrió una etapa donde se consolidó la construcción del socialismo con peculiaridades chinas y que definió la ruta que debía seguir el país para seguir cosechando éxitos.

Actualmente, China está profundizando de forma integral las reformas, esforzándose en modificar el modelo del desarrollo económico, aumentar la eficiencia de los servicios gubernamentales, castigar de forma severa la corrupción, elevar el nivel de vida del pueblo y mejorar la calidad de la apertura al exterior. Si todo eso se cumple para el 2020 se habrá consumado la construcción integral de una sociedad modestamente acomodada que vele por el bienestar de sus ciuda­danos.

El hecho histórico que ocurrió aquel primero de octubre de 1949 con la fundación de la República Popular China (RPCh), también ayudó en su posicionamiento como una de las principales potencias en el ámbito internacional. Cuando hace 67 años su influencia solo llegaba hacia aquellas naciones con las que compartía fronteras, en la actualidad la suerte de China y del mundo está conectada, y su prosperidad y estabilidad son oportunidades con las que toda la humanidad cuenta para vivir.

La iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda, en la cual ya participan más de 30 países, es uno de esos ejemplos que prueban el compromiso de China con el orden internacional.

El comercio entre Beijing y los países por los que atraviesa la Franja y la Ruta superó durante los primeros ocho meses del 2016 los 600.000 millones de dólares, cifra que representa el 26 % del volumen total del intercambio comercial exterior de la nación asiática.

Además, compañías y empresas chinas han establecido más de 50 zonas de cooperación económica y comercial en los países que integran la ruta, con una inversión total de 15.600 millones de dólares, lo que supuso 900 millones de dólares en ingresos fiscales y unos 70.000 puestos de trabajo en los territorios de acogida, según precisó el viceministro de Co­mercio, Fang Aiqin.

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