sábado, 20 de febrero de 2016

El crack bursátil chino: contexto y perspectivas

Por Jo Cottenier

La cosa está que arde en las bolsas chinas. Una caída del 30% en junio-julio de 2015, seguido de otra caída del 10% en agosto, han suscitado muchos comentarios en la prensa mundial. Algunos han llegado a hablar del “principio del fin” del ascenso de China. Hasta se ha llegado a hacer comparaciones con el crack bursátil de 1929. ¿O era más bien el crack bursátil de 2008 que se había desplazado a China?

El mundo de la bolsa china también fue el centro de atención debido a la disminución del crecimiento. Para cualquier otro país, un crecimiento del 7% sería calificado de “magistral”, pero para China adquiere rápidamente el carácter de profunda recesión. Algunos comentarios incluso imputan a China la responsabilidad de la disminución del crecimiento a nivel mundial. ¿Se habrá detenido el motor que había tirado de la economía mundial a partir de 2008? ¿No será este crack bursátil esta vez el preludio de un colapso total?

¿No se mueve nada, por lo tanto, en el “imperio del centro”? En realidad, muchas cosas están cambiando y para situar todo ello en su contexto necesitamos remontarnos un momento al año 2008.

2008-2010: de los incentivos temporales…

En un momento en que la economía mundial estaba derrumbándose, las autoridades chinas reaccionaron muy rápida y decididamente mediante un programa de apoyo masivo. El temor no era que el sector bancario chino se viera arrastrado hacia la debacle financiera mundial: de hecho, gracias a la prudencia política china, los grandes bancos estatales permanecieron muy protegidos de la proliferación de productos tóxicos de los bancos occidentales. El temor era que la crisis económica y el colapso del comercio mundial tuvieran graves repercusiones sobre las exportaciones chinas.

¿No fueron las exportaciones las que, desde 2001, fecha del ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC), habían sido las principales responsables del milagro chino y la locomotora de un crecimiento fenomenal que giraba en torno al 10%? Con su interminable reserva de mano de obra barata y las inversiones del Estado en grandes proyectos, China había atraído a la cuasi-totalidad de las grandes multinacionales, que habían hecho de China el “taller del mundo”, y se había convertido en poco tiempo en la primera nación comercial del mundo.


Sin embargo, el Estado chino no iba a aceptar que este crecimiento se ponga en peligro por los caprichos del pensamiento a corto plazo de Occidente. Mientras que los gobiernos occidentales se estaban hundiendo en deudas para salvar a sus bancos, las autoridades chinas podían permitirse el lujo de preparar un paquete colosal de inversiones de alrededor de 600 billones de dólares. Una cuarta parte de esta cantidad vino directamente del presupuesto del Estado, y el resto se financió por medio del monetary easing, es decir una flexibilización monetaria, por lo tanto una política de crédito más flexible por parte de los grandes bancos estatales. En el programa figuraban inversiones para la construcción de viviendas sociales, infraestructuras nacionales y otros (autopistas, trenes de alta velocidad, aeropuertos regionales), en sanidad pública y educación, medio ambiente e innovación tecnológica.

En muy poco tiempo, una caída del crecimiento anual del 4,3% en el cuarto trimestre de 2008 se convirtió en un crecimiento del 9,2% en 2009 y del 10,4% en 2010. La participación de las inversiones en el PIB aumentó del 42% en 2007 al 48% en 2010 (de acuerdo con Nicholas Lardy, ver fuentes). Las autoridades chinas recibieron felicitaciones del mundo entero por su fuerte intervención, y en algunos comentarios hasta se preguntaba si no debían revisarse las políticas neoliberales hostiles a cualquier intervencionismo estatal. Mientras los países occidentales se encontraban en una crisis sin perspectiva de salida tras un período de artificios financieros y euforia desmesurada, el gobierno chino disponía de un amplio margen de maniobra, de reservas importantes y de un gran potencial de recuperación. Junto con algunos otros países emergentes (BRICS), China se convirtió en el nuevo motor de la economía mundial, y en muy poco tiempo, subió del sexto al segundo lugar en la economía mundial. 

Sin embargo, se observaron algunos aspectos negativos en el programa de estímulo. Mencionaremos tres aquí.

En primer lugar, toda esta batería de incentivos hizo crecer significativamente la parte del crédito en la economía nacional, y por lo tanto aumentó la deuda de los hogares. A finales de 2009, un tercio de la deuda de los hogares era de origen reciente, debido a la flexibilización del crédito por parte del banco central chino. En 2008, el volumen de los préstamos extranjeros concedidos a los bancos aumentó en unos 5.000 billones de renminbis (RMB), es decir 1,4 billones de dólares. La parte de esta cantidad que fue a los hogares pasó del 14% en 2008 al 36% en 2010. Una parte considerable de este aumento fue destinado a préstamos hipotecarios para la compra de viviendas. Sin embargo, estas cifras de crecimiento no tenían nada de dramático, sobre todo si se comparaban con lo que estaba sucediendo al mismo tiempo en los Estados Unidos y en la Unión Europea: por ejemplo, a finales de 2007, la deuda de los hogares en China era sólo del 20% del PIB, frente al 100% en los Estados Unidos. Y la deuda pública, en porcentaje del PIB, era dos veces mayor en los Estados Unidos que en China. Además, China nunca había tomado el camino resbaladizo consistente en empaquetar las hipotecas en productos “derivados”.

Además, este aumento del poder adquisitivo dio un impulso espectacular al mercado inmobiliario, cuando ya estaba recalentado y las autoridades chinas estaban tratando de enfriarlo. Justo antes de 2008, China había experimentado un aumento de los precios en el mercado inmobiliario que había provocado una proliferación de nuevos edificios, nuevas zonas residenciales e incluso nuevas ciudades. Se veían nuevos barones de la construcción privada escalar a la velocidad de la luz hasta alcanzar a las grandes fortunas. En 2007, se tomaron muchas medidas para frenar este fenómeno y luchar contra lo que parecía una burbuja inmobiliaria. La principal medida fue hacer que el crédito fuera más caro y más difícil de conseguir, y así aumentar sistemáticamente las tipos de interés. Estas restricciones anteriores fueron abolidas, teniendo como consecuencia una nueva fiebre de crecimiento de los precios de la vivienda en 2009 y principios de 2010.

Y finalmente, todo ello siguió descansando en un modelo de crecimiento que se basaba en la inversión y las exportaciones como motores de la economía. Y esto es lo que constituye el principal problema. En treinta años, este modelo había permitido sacar a China de una pobreza relativa. No menos de 600 millones de personas superaron el umbral de la pobreza y China había pasado del status de país con ingresos bajos al de país con ingresos medios. Naturalmente, el objetivo era seguir desarrollándose para convertirse en un país de ingresos altos. Pero esto no era posible si el crecimiento se basaba en la exportación de mercancías fabricadas mediante una producción intensiva con mano de obra barata. Muchos países con bajos salarios han experimentado una especie de despegue rápido y luego se quedaron atascados en la “trampa del ingreso medio”. Sólo Japón y Corea del Sur consiguieron salir de esto. Ya en 1997, el secretario general del partido comunista Jiang Zemin formulaba la doble ambición centenaria: construir una sociedad próspera en 2020, cuando el PCCh celebre su 100º aniversario y propulsar a China hacia la condición de país moderadamente desarrollado para el año 2050, en el 100º aniversario de la República Popular China.

Desde este punto de vista, esta impresionante batería de incentivos no era realmente un avance en otra dirección, sino más bien un colchón para amortiguar las graves repercusiones del derrumbe de las economías occidentales. En términos generales, fue un éxito: la economía china siguió creciendo casi sin obstáculos y trajo así oxígeno para un capitalismo occidental en pleno marasmo.

...hasta las “reformas profundas” del XII Plan Quinquenal

Durante treinta años, de 1978 a 2010, la economía china experimentó un crecimiento medio del 9,8% anual, un rendimiento sin precedentes. Pero incluso antes de la crisis de 2008, los límites de este modelo de crecimiento ya habían aparecido con claridad. En 2007, el primer ministro Wen Jiabao calificaba la economía nacional de “inestable, desequilibrada, descoordinada e insostenible”. En lo esencial, la economía china debía reconvertirse hacia una producción y unos servicios de alto valor añadido y ser impulsada principalmente por el consumo interno.

El PIB puede examinarse desde varios ángulos: por cómo se genera, por cómo se redistribuyen los ingresos y a qué se los destina. En estos tres aspectos, el XII Plan Quinquenal (2011-2015) propuso una reorientación.

La renta nacional debe crecer gracias a producciones de alto valor añadido y una importante contribución tecnológica. Se determinaron diez sectores punteros en la estrategia Made in China 2025. La participación del sector servicios, relativamente subdesarrollada, debía pasar del 42% del PIB en 2002 al 47% en 2015, gracias a la liberalización de sectores en situación de monopolio como la distribución de agua y las telecomunicaciones, el desarrollo de la venta al por mayor y la distribución, la puesta en marcha de servicios profesionales en los ámbitos financiero, administrativo, legal e informático, y finalmente por medio del desarrollo del turismo y el ocio.

La renta nacional debe ser redistribuida en beneficio de los hogares. Esto debe hacerse por medio de la llegada a las ciudades de 200 millones de trabajadores del campo, de manera que más del 50% de la población sea urbana. La participación creciente del sector servicios debe estar en condiciones de dar empleo a toda esta mano de obra y dar así un impulso del 7% anual al poder adquisitivo. El sector servicios también debe absorber la disminución del empleo en los sectores de la industria pesada tradicional y la producción con mano de obra intensiva.

También conviene modificar en profundidad el destino de la producción nacional, favoreciendo el aumento del consumo interno en detrimento de la inversión. En treinta años, la parte del consumo en la renta nacional pasó del 50% al 35% y las inversiones del 30% a más del 50%, y esta tendencia debe ser invertida. Esto también significa que la propensión de los hogares a ahorrar, suscitada por el miedo al futuro, debe disminuir y para ello la puesta en pie de un sistema de pensiones y de seguridad social constituye un factor decisivo.

En este cálculo, también se había contado con que las cifras del crecimiento de China iban a disminuir, a  aproximadamente un 7% anual, un nivel que más o menos ha sido alcanzado. Contrariamente a las noticias alarmantes de la prensa occidental acerca de un “colapso inminente”, esto ha sido calificado de “nueva normalidad” por Xi Jinping, secretario general del Partido Comunista de China.

 El Tercer Pleno y las reformas estructurales

Es tradicional que en el Partido Comunista de China las grandes reformas económicas se decidan en el Tercer Pleno del Comité Central después de un congreso del partido. En noviembre de 2013, durante el Tercer Pleno del XVIII Comité Central, la amplitud y la profundidad de las reformas se fueron completa y claramente presentadas. En su discurso ante el Pleno, Xi Jinping habló en repetidas ocasiones del “sueño chino”, de la vía hacia un país próspero, pacífico y armonioso.

Esto puede parecer un detalle, pero las decisiones del Tercer Pleno pueden resumirse en una palabra: de ahora en adelante, el mercado jugará un papel decisivo en la asignación de los factores de producción, no sólo un papel fundamental.[1] Esto se basa en la constatación de que todavía hay demasiadas intervenciones del Estado en el funcionamiento de los mecanismos de mercado y la libre competencia. Otra constatación es que hay una “perturbación del mercado” cuando se controlan los precios, cuando se establecen barreras a la entrada del capital privado en algunos sectores dominados por los monopolios estatales, cuando los bancos estatales tratan de manera diferente a las empresas estatales y las empresas privadas, o cuando el Estado ejerce un control demasiado estricto sobre el tipo de cambio de la moneda. De ello resulta que las empresas privadas se encuentran en situación de desventaja en el acceso al crédito, que el sector servicios está casi completamente en manos del Estado, que la industria pesada y la producción con mano de obra intensiva reciben demasiado apoyo indirecto en detrimento de los sectores tecnológicamente avanzados. Como las empresas estatales gozan de un crédito demasiado barato de parte de los grandes bancos estatales, las empresas privadas (que en realidad son más rentables y más fuertes en el plano tecnológico) se ven perjudicadas y por ello van a buscar apoyo del lado de la banca en la sombra. El monopolio bancario del Estado crea así una desigualdad inconciliable con las reglas de la economía de mercado moderna que las autoridades chinas quieren poner en pie. Otras reglas previstas son: el libre acceso al capital (y al mercado de capitales), una entrada más flexible de la inversión extranjera y una moneda que pueda desempeñar un papel internacional, que sea convertible y por consiguiente bastante fluctuante.

Todo ello está contenido en la palabra decisivo. Forma parte del genio chino en materia de comunicación el resumir mensajes importantes en un eslogan o una fórmula simbólica corta, densa y comprensible. Allá donde el mercado gana terreno, el Estado se retira. Las decisiones del Pleno exigen expresamente “limitar el papel directo del Estado en la asignación de recursos” y desplazar las tareas del Estado hacia áreas que no pueden ser reguladas por el mercado.

“Debemos hacer avanzar en amplitud y profundidad, con energía y seguridad, la reforma del mercado, reducir sustancialmente la asignación de recursos por el gobierno, promover la necesidad de que estas asignaciones estén basadas ​​en los principios del mercado y en los precios del mercado con el fin de alcanzar la máxima productividad y optimizar la eficiencia. Los deberes y funciones del gobierno consisten sobre todo en mantener la estabilidad macroeconómica, reforzar y optimizar los servicios públicos, garantizar una competencia leal, reforzar la supervisión y la gestión por el mercado, salvaguardar el orden del mercado y promover un desarrollo sostenible.”[2]

Durante la conferencia de prensa internacional que siguió al Tercer Pleno, el primer ministro Li Keqiang declaró que su equipo iba a sustituir las autorizaciones del Estado por “la mano invisible del mercado”. Una operación muy dolorosa, admitía Li Keqiang, ya que se trataba de una especie de “auto-revolución”.

El Tercer Pleno preveía reformas económicas radicales, algunas muy importantes en el sector financiero, porque las intervenciones del Estado se hacen en gran medida en este sector. Es una vieja demanda del sector privado, las multinacionales extranjeras y la OMC, que pretenden que la política crediticia de los grandes bancos estatales conduce a la discriminación hacia el sector privado y el falseamiento de la competencia, al gozar las empresas estatales de un trato preferencial de parte de los bancos, mientras se benefician de las grandes obras de infraestructura ejecutadas por el Estado. Este fue particularmente el caso en el momento de la importante serie de inversiones que siguió a la crisis mundial de 2008 y que en gran parte fue financiada a crédito. De ahí que hubiera entonces un debate durante el cual los “reformistas” reprocharon al gobierno haber invertido el curso orientado hacia el mercado, al apoyar de manera desproporcionada a las empresas estatales. El fenómeno incluso recibió un nombre, el guojinmintui, que literalmente significa un sector público en expansión y un sector privado en retroceso.[3] Hoy en día, está claro que aquello sólo fue un fenómeno temporal, que de ninguna manera suponía una ruptura con la orientación fundamental seguida en China, a saber una tendencia hacia el fortalecimiento del funcionamiento del mercado y la disminución de las intervención del Estado en la economía.

El Partido quiere relajar esta intervención para dar rienda suelta al mercado en lo que respecta a la distribución del capital y el crédito, y ello con el fin de crear una “igualdad de condiciones” para la competencia entre las empresas estatales y las empresas privadas. Las decisiones del Tercer Pleno se tradujeron en medidas concretas que fueron implementadas paso a paso. Cuatro de ellas son importantes para situar en contexto los acontecimientos recientes en torno al crack bursátil. 

Debido a la consolidación y el desarrollo del mercado de capitales (bolsa y mercado de bonos), las autoridades chinas quieren reducir la dependencia de las empresas del crédito bancario y movilizar los ahorros para las inversiones. Desde 1990, dos bolsas oficiales están en funcionamiento, la de Shanghái y la de Shenzhen. En 2013, habían escalado a los dos mejores lugares del mundo después de las de Estados Unidos. Sin embargo, la emisión de acciones representa sólo el 1,3% de la financiación adicional de las empresas en 2013. Y las acciones y los bonos corporativos totales representaron sólo el 2,6% del capital social de las empresas no financieras. Las reformas buscaban principalmente facilitar el acceso de las pequeñas y medianas empresas privadas al mercado de capitales, ya que, hasta ese momento, eran principalmente las grandes empresas estatales las que tenían prioridad en la política de asignación. En las bolsas de valores de Shanghái y Shenzhen, las empresas estatales suponen el 70% de la capitalización de mercado, lo cual es desproporcionado en relación con su contribución general a la economía. 
Por la misma lógica, las autoridades chinas también quieren dar libertad total a los bancos privados. Romper el monopolio estatal en la banca facilitaría automáticamente el acceso al crédito a las empresas privadas. En marzo de 2014, el lanzamiento experimental de los primeros cinco bancos privados sin garantía estatal fue autorizado.

Del mismo modo, la liberalización de los tipos de interés máximos que impone actualmente el Banco Central para los depósitos bancarios en última instancia, debe transferir más crédito al sector privado y romper la posición privilegiada de las empresas estatales. Si el ahorro es mejor recompensado por un interés superior, el interés que los bancos cobran por sus préstamos también será mayor. Este crédito más caro irá con mayor facilidad a las empresas privadas altamente rentables que hasta ahora operaban con bancos en la sombra.

Por último, las autoridades chinas quieren avanzar hacia una moneda que sea libremente convertible. Hasta ahora, el tipo de cambio del RMB se asocia con el dólar dentro de un rango muy estrecho y se mantiene bajo estricto control del Banco Central. Hasta ahora, había un espacio muy limitado para cambiar moneda de inversión en RMB y viceversa. Esto protege contra la especulación de divisas, pero también limita el papel del yuan como moneda de reserva internacional. La ambición del Gobierno chino es descartar esta regla para poder participar plenamente en el mercado internacional de capitales y conseguir la mejor parte del mismo posible.

Todas estas directrices sin excepción tienen como objetivo que el mercado juegue “un papel decisivo en la asignación de los factores de producción”. En la práctica, esto significa contar cada vez más con el sector privado para que economía sea más competitiva y dinámica. Las decisiones del Tercer Pleno establecen las grandes orientaciones de las reformas para el periodo de la presidencia de Xi Jinping.

En otras áreas también, como la seguridad nacional y la defensa, estas medidas son muy radicales. Pese a ello, los medios de comunicación y analistas de derechas no dudan en expresar su decepción. Para ellos, nada va a cambiar fundamentalmente mientras el Partido Comunista tenga el poder. Es su trabajo: jamás estarán satisfechos mientras China no baile al son del capitalismo y mientras el Partido Comunista no siga el camino tomado por Gorbachov en la Unión Soviética. Uno puede confundirse con este tipo de comentarios. No obstante, un verdadero deslizamiento de tierras está en marcha.

Del mercado inmobiliario a la bolsa

Es en ese contexto que conviene examinar el crack bursátil de junio y agosto de 2015. Este “incidente en el camino”, que no ha sido gran cosa en realidad, que no tendrá repercusiones importantes sobre las grandes reorientaciones que se están produciendo en China, y que con toda seguridad no la hará cambiar de dirección, resulta ser no obstante una nueva advertencia contra los avatares y los peligros que conlleva una economía regulada por el mercado.

Como hemos mostrado anteriormente, las medidas incentivadoras de 2008 y 2009 tuvieron como efecto el reinicio de la fiebre inmobiliaria, cuando este mercado recalentado necesitaba al contrario un serio enfriamiento. Desde mediados de 2009 y en 2010, varias medidas fueron tomadas para imponer de nuevo limitaciones al crecimiento del crédito a los hogares y al aumento de la deuda pública. Al mismo tiempo, el poder trataba de desviar las economías de los hogares hacia otra dirección que no fuera el mercado inmobiliario, a saber la bolsa, de acuerdo con lo que iba a ser decidido en el Tercer Pleno de 2013.

Mientras el mercado inmobiliario se calmaba en 2014, los medios de comunicación del Estado se esforzaron en alabar las oportunidades ofrecidas por la bolsa, principalmente con la intención de crear un mercado para los capitales en expansión, en beneficio de los diez sectores estratégicos que el poder pretende poner en pie sin tener que recurrir aún a los préstamos bancarios.

Este llamamiento estuvo lejos de caer en saco roto. Los inversores individuales, las sociedades bursátiles, los corredores de bolsa y los fondos de inversión descubrieron la posibilidad de enriquecerse rápidamente. Los fondos de inversión privados (que aquí se suelen llamar “fondos buitre”) recolectaron y gestionaron el dinero de los nuevos ricos y de una clase media en pleno desarrollo y lo transfirieron hacia la bolsa. No sólo invirtieron su dinero 90 millones de chinos (el 7% de la población), sino que también fueron muchos los que pidieron dinero prestado a los fondos o bancos en la sombra para hacer crecer su ardor especulativo. En noviembre de 2014 fusionaron las bolsas de Shanghái y de Hong Kong, lo cual significaba que las inversiones cruzadas en acciones eran posibles. Se trata de una nueva etapa espectacular en el funcionamiento del mercado de capitales, pero al mismo tiempo un poderoso incentivo para la especulación. En los seis meses anteriores al pico bursátil de junio de 2015, las cantidades prestadas a los bancos en la sombra se duplicaron hasta alcanzar los 365 billones de dólares. Mientras los índices bursátiles no subieron más que en un 20% entre 1993 y 2013, el índice de Shanghái subió en un 250% entre 2013 y mediados de 2015. Las cantidades prestadas a los inversores se elevaron a cerca de 20% del valor en bolsa. 

La capitalización del mercado en las bolsas chinas se multiplicó por diez en pocos años, porque el curso de las acciones se cotizaba a niveles que superaban varias veces el valor real de las empresas. La esperanza de un beneficio importante empujó a nuevos y jóvenes inversores hacia la bolsa e hizo crecer aún más la relación entre el curso de una acción y el beneficio real que una empresa podía obtener por acción. Así, para toda una serie de empresas exitosas (por lo general pequeñas y medianas empresas especializadas en tecnología), esta relación entre curso de las acciones y beneficio superó el 50:1, lo que significa que, virtualmente, hacía falta esperar 50 años antes de poder recuperar el precio de compra de la acción.

Pero antes de llegar a este punto, necesariamente tenía que haber un crack bursátil; esto se produjo por primera vez en junio de 2015 y una segunda vez en agosto de 2015.

Desde los primeros días del crack, las autoridades chinas hicieron lo posible para evitar la caída. Al principio, la cosa pintaba muy mal. La primera medida consistió en la prohibición de practicar el short selling, la venta de acciones que no se poseen, con la intención de comprarlas más barato después. Aquí, se señaló claramente a los inversores extranjeros que, dentro de ciertos límites, tuvieron el permiso para invertir en bancos chinos. Pero el pánico cundió y los índices siguieron bajando. El banco central redujo el tipo de interés y disminuyó las reservas de capitales que los bancos deben guardar para estimular la concesión de créditos. El Estado alentó a las sociedades bursátiles, las aseguradoras y los fondos de pensiones para que inviertan en acciones y también elevó sus límites máximos para hacer uso de sus reservas.

Entre junio y septiembre de 2015, la bolsa de Shanghái perdió un 40% de su valor, y un inversor chino medio perdió alrededor de 60.000 euros. Pese a todo, el índice bursátil aún sigue siendo un 50% más elevado que el año pasado, pero una continuación de la bajada hacia una “curso normal” no está descartada.

Algunas consideraciones a posteriori

La principal cuestión es saber qué lecciones han sacado hoy el Partido Comunista y el gobierno chino del primer crack bursátil al que han tenido que enfrentarse y que han todas las dificultades del mundo en mantener bajo control. Las bolsas de Shanghái y Shenzhen fueron fundadas oficialmente en 1990, después de la represión de la revuelta de Tiananmen, que reclamaba una liberalización más rápida y una democracia al estilo occidental. En 1992-1993, se pasó oficialmente de una economía planificada a una economía de mercado, y desde entonces se han creados todos los instrumentos, mecanismos y marcos legales que requiere una economía de mercado. Los mercados de capitales, las sociedades bursátiles, los corredores de bolsa, los fondos de inversión y los fondos apalancados hacen parte de ello. En 2001, cuando la reforma fue lo suficientemente convincente y transparente como para tener la bendición de Occidente, China pudo entrar en el cenáculo de las economías de mercado, es decir la OMC. Esto fue la señal de salida de un periodo de crecimiento infernal, empujado por las exportaciones y por importantes inversiones en el interior del país. 20 años después, el mercado demuestra que su mano invisible puede originar desgracias y que no es fiable. Pregunten a los 100 millones de chinos que de un solo golpe han perdido parte de sus ahorros o se han quedado hundidos en las deudas sin perspectiva de poder salir de ellas. Se puede hablar hoy de socialismo “con características chinas”. Dicho esto, no resulta nada habitual ni tranquilizante para un Estado (y esto por primera vez en la historia del socialismo) el tener que digerir un crack bursátil. En sí mismo, esto ya debería ser motivo suficiente para reflexionar sobre la dirección que se ha tomado.

Algunas medidas serán adoptadas para proteger mejor a los ciudadanos inconscientes ante tales disgustos. Después de la prohibición contra las instituciones que especulan con la caída de las acciones y la prohibición del short selling, algunas medidas serán adoptadas, como la limitación de los préstamos concedidos por los bancos en la sombra que se destinan a la especulación. Las autoridades chinas han aprendido la lección a expensa suya. La bolsa china es muy joven, aún no es “adulta” y es más volátil en tanto en cuanto ha adquirido una amplitud tempestuosa por la aparición de una multitud de inversores individuales. Naturalmente, se puede esperar de una bolsa “adulta” que sea más previsora y más fiable como fuente de financiación de las empresas, aún si la experiencia de los países capitalistas demuestra de sobra que las bolsas más importantes acumulan también mayores riesgos.

Queda claro que el Estado chino no se desviará un ápice de la orientación establecida en el XII plan quinquenal, destinada a invertir la estrategia de crecimiento, dirigida no ya por las exportaciones, sino por el consumo interno. Durante el crack, muchos comentaristas occidentales pretendieron que debido la coincidencia entre una recesión del crecimiento y un crack bursátil, China había decidido lanzar una nueva ofensiva sobre sus exportaciones. Lo que había dado origen a estos comentarios fue la devaluación inesperada de la moneda china de entre el 3% y el 4%. Muchos analistas habían visto en esto una “devaluación competitiva” o un intento por parte del Estado de hacer que sus exportaciones fueran más baratas. Se llegó incluso a anunciar el inicio de una guerra monetaria. Nada de eso, declaró el secretario general Xi Jinping: “Nos oponemos a una devaluación competitiva o a una guerra monetaria. No queremos reducir el tipo de cambio del Renminbi para alentar las exportaciones.” La modesta devaluación de la moneda china tuvo lugar después de una reevaluación del 15% durante el año pasado. El 11 de agosto, Beijing modificaba la manera con que el tipo de cambio era definido, para hacerlo más conforme al mercado: la devaluación no tenía pues nada que ver con el crack bursátil, sino con una voluntad expresada por el Estado de permitir que su moneda oscile más libremente. Voluntad que forma parte explícitamente de los importantes ajustes financieros y monetarios decididos en el Tercer Pleno, como también lo explicó el Primer Ministro Li Keqiang en una entrevista al Financial Times: “Necesitamos darle un empujón a nuestra economía doméstica. Si no lo hacemos, será difícil ajustar nuestra estructura económica. No creemos que haya empresas en China que quisieran contar principalmente con una moneda china devaluada para alentar las exportaciones. En lugar de ello, deberían centrarse en la mejora de su competitividad aumentando la calidad de los productos y creando innovaciones tecnológicas.”[4] En otras palabras, la devaluación es un simple “ajuste de mercado” que forma parte de una reforma más estructural, en el marco de la “nueva normalidad”. Durante el Foro Económico Mundial de Davos, el primer ministro Li Keqiang había declarado: “La economía china ha entrado en una situación de “nueva normalidad”.” El ritmo del crecimiento ha pasado de una velocidad elevada a una velocidad media-elevada y el desarrollo requiere de pasar de un nivel bajo-medio a un nivel medio-alto. Esto ha requerido de nosotros que sigamos adelante en nuestras reformas estructurales.”[5]

Con la devaluación, las autoridades chinas querían poner de relieve su voluntad de ir hacia una moneda convertible, como había sido decidido durante el Tercer Pleno. Lo que puede interpretarse como una señala enviada al FMI para mostrar que la moneda china ya está “madura” para ser adoptada en una cesta de monedas de reserva. Esta decisión debería tomarse pronto.

Otros comentaristas occidentales han visto un mal presagio en la intervención masiva de las autoridades chinas durante el crack, como una vuelta a una mayor intervención del Estado. Naturalmente, en el modelo neoliberal de pensamiento, es una desgracia si un Estado hace lo posible para torpedear “el restablecimiento natural de un curso equilibrado”. El mundo mediático occidental bienpensante seguirá insistiendo en el hecho de que China aún no merece el estatus de “economía de mercado” porque aún sigue habiendo una discriminación hacia las empresas privadas y porque las empresas estatales aún están demasiado ligadas al Partido Comunista. Nosotros opinamos lo contrario. Después del crack bursátil, ya hay suficientes indicios de que la trayectoria china hacia una economía de mercado conlleva fenómenos que hasta ahora considerábamos como típicamente capitalistas: a saber, sobreproducción en los grandes sectores de base, crecimiento de la burbuja inmobiliaria, crisis de la deuda en las administraciones locales, surgimiento de bancos en la sombra, foso entre una pequeña capa de super-ricos y las grandes masas. En otras palabras, una disminución fundamental de las intervenciones del Estado y un crecimiento desenfrenado del capital privado. En la terminología china, esto se llama una “política de reforma y apertura”. Durante el Tercer Pleno de 2013, se confirmó que China iba a perseguir sin solución de continuidad sus reformas estructurales a fin de que el mercado juegue un papel más grande, lo que ha sido resumido en “la intención de hacer que el mercado juegue un papel decisivo en la asignación de recursos”. Según Zeng Xinli[6], uno de los arquitectos de la política de reformas, el núcleo de la reforma y del éxito reside en la aplicación de la ley del valor como mano invisible que regula la economía de mercado.[7] Esto significa en la práctica que los precios son determinados por la competencia en el mercado y que se deja que el capital busque su vía hacia la explotación más rentable. Ya es algo aceptado hoy en el plano teórico que la economía de mercado es un sistema superior y que es la mejor manera de operar una regulación macroeconómica, con algunos ajustes por parte del Estado. Para el secretario general Xi Jinping, esta conclusión está basada en una nueva comprensión teórica del mercado: “China debe seguir la ley básica de la economía de mercado y abordar los problemas de un sistema subdesarrollado de mercado, de una intervención excesiva del Estado y de una supervisión débil del mercado.”[8] Xi Jinping consideraba la definición del papel del mercado como un logro mayor de la decisión. “Una relación sana entre el mercado y el gobierno sigue siendo el elemento central de la reforma económica en China. Construir esta relación es decidir si es el mercado o el gobierno quien juega un papel decisivo”, declaraba, añadiendo que “el mercado ha demostrado ser el más eficiente”.

Esto consiste igualmente en que el Estado va a centrarse en otras tareas y misiones, como ha sido expresado claramente en las decisiones del Tercer Pleno.[9]

Los planes quinquenales evolucionan también hacia una supervisión aún más indicativa e indirecta. El crack bursátil ha demostrado que el Estado aún dispone de una gran cantidad de instrumentos para corregir la trayectoria y que su papel principal consistirá indudablemente en sostener a los diez sectores que han sido identificados como sectores estratégicos.

No cabe duda tampoco de que se continuará con la actual trayectoria orientada hacia el mercado. También es la conclusión que sacaba Zeng Xinli de la crisis bursátil ante el think tank estadounidense Council of Foreign Relations: “Está muy claro que los retos que surgen hoy resultan de las deficiencias de la política estructural. Un reforma más profunda y una correcta política de reequilibrio pueden ofrecer con toda certeza el potencial para el sólido crecimiento económico en curso.”[10]

Jo Cottenier (cottenier.jo@gmail.com) es miembro del servicio de estudios del Partido del Trabajo de Bélgica. Es autor de La Sociedad General 1822-1992, EPO, 1989 y de El tiempo trabaja para nosotros: militante sindical en los años 90, EPO, 1991.

Fuentes

Barry Naughton, Growing out of the Plan: Chinese Economic Reform 1978-1993, Cambridge University Press, 1995.

CCP Central Committee, « Resolution concerning Some Major Issues in Comprehensively Deepening Reform », 3rd Plenum of the 18th Central Committee of the Chinese Communist Party, 12 de noviembre de 2013.

Cheng Siwei & Barry Naughton, « Chinese Economic Policy Objectives for the Next Five Years », Brookings Institution, Washington DC, 1 de noviembre de 2011.

Nicholas Lardy, Sustaining China’s Economic Growth After the Global Financial Crisis, Peterson Institute for International Economics, Washington DC, 2012.

Nicholas Lardy, Markets over Mao: The Rise of Private Business in China, Peterson Institute for International Economics, Washington DC, 2014.

Nicholas Borst and Nicholas Lardy, « Maintaining Financial Stability in the People’s Republic of China during Financial Liberalization », working paper 15-4, marzo de 2015, Peterson Institute for International Economics, Washington DC.

U.S.-China Economic and Security Review Commission, « China ahead of the 13th Five-year plan: Competitiveness and Market Reform », Hearing before the US-China Commission, 22 de abril de 2015.

Yan Sun (1995), The Chinese Reassessment of Socialism 1978-1992, Princeton University Press, Princeton New Jersey.

Anexo 1

La liberalización creciente de la economía

El Tercer Pleno del XI Comité Central en 1978: el inicio de una lenta liberalización creciente de la economía. Este proceso permitió que se creara un mercado libre en el cual las empresas públicas entran en competición con las empresas privadas que acababan de nacer. De allí resulta que el mercado en desarrollo, con su libre formación de precios gracias a la “mano invisible”, ha hecho que retroceda paso a paso el terreno de la economía planificada. 

El Tercer Pleno del XIV Comité Central en 1993:
la economía planificada es sustituida por una economía de mercado. El mercado se ha convertido en “la base” para la regulación de la economía. De ahora en adelante las empresas no rentables van a cerrar sus puertas y el Estado se va a centrar en entre 500 y 1000 de las más grandes empresas de los principales sectores. Al mismo tiempo, las empresas privadas tienen la vía libre. O casi al menos, porque muchas barreras han quedado intactas, como el monopolio del Estado en el sector financiero, el sector energético, las telecomunicaciones y la conquista espacial. Para poder acceder a la OMC en 2001, China tenía que demostrar que en el país funcionaba un auténtico mercado libre, pero pese a ello seguían lloviendo quejas por el apoyo indirecto del Estado a las grandes empresas estatales. En efecto, resultaba mucho más fácil para estas empresas el recibir créditos de los bancos estatales en comparación con las empresas privadas. Esta es la razón por la cual las empresas privadas se orientaban cada vez más hacia los bancos en la sombra que habían empezado a proliferar. Las empresas estatales también tenían el monopolio a la hora de firmar joint-ventures con empresas extranjeras, mientras que las empresas privadas tenían que recuperar su atraso tecnológico apoyándose solamente en sus propias fuerzas. Desde hacía algunos meses, se podía notar en las publicaciones chinas que las empresas privadas iban a ocupar un lugar más importante. 

El Tercer Pleno del XVIII Comité Central en 2013: el mercado recibe un papel decisivo en lugar de un papel fundamental. 

Anexo 2

Zheng Xinli sobre la esencia de la reestructuración económica[11]

I. Al implementar una economía de mercado y al hacer actuar la ley del valor como una mano invisible en la regulación de la economía, hemos estimulado de manera significativa la vitalidad de la economía y hemos puesto en pie una importante fuente de estímulo económico que hará progresar en gran medida nuestro desarrollo económico.

II. Crecimiento de los papeles fundamentales del mercado en la asignación de recursos.

1. Profundizar en la reforma del sistema financiero: deberíamos otorgar un papel prioritario al desarrollo de las instituciones financieras privadas.

2. Reformar el sistema de gestión urbana y rural para liberar el potencial de nuestra mano de obra. Acelerar el ritmo de la reforma de la agricultura para transferir los trabajadores agrícolas hacia sectores no-agrícolas (200 millones de trabajadores) es la clave que permitirá que China sea definitivamente un país con ingresos altos. 

3. Reformar el sistema de gestión de la ciencia y la tecnología. Las empresas privadas pueden llegar a suponer el 67% de la demanda de patentes del país. La política del Estado debe alentar la innovación en las empresas estatales y las universidades.

III. Reforma más profunda del sistema administrativo 

1. Realizar mejoras en nuestro sistema macroeconómico de regulación. Mejorar el marco de actuación de los planes, a fin de que los planes que diseñemos estén en condiciones de servir de base a nuestra regulación macroeconómica. La reforma del sistema fiscal e impositivo debería acelerarse.
2. Reducir la intervención del gobierno en la gestión y el funcionamiento de las empresas. Dejar en manos del mercado y de las empresas las cuestiones que pueden ser reguladas por el mercado y decididas por las empresas. 

3. Regular las prácticas del mercado y crear un entorno en el cual todos los tipos de empresas puedan competir lealmente. Asegurarles una igualdad de trato en materia de impuestos, financiación, uso de las tierras, acceso al mercado. 

IV. Principios

1. Desarrollar las fuerzas productivas es un principio rector. 

2. El gobierno no debe ir demasiado lejos. Cuantas más empresas dinámicas tengamos, más estaremos en condiciones de crear riqueza. Las organizaciones sociales deben ser desarrolladas a fin de ejercer un papel que el gobierno no puede ejercer en el rating, el arbitraje, el mantenimiento del orden en el mercado.

[1] Ver anexo 1.

[2] Partido Comunista de China, « Resolución del Comité Central acerca de algunas cuestiones mayores para una reforma profunda completa », Tercer Pleno del XVIII Comité Central del Partido Comunista de China, 12 de noviembre de 2013.

[3] Este debate fue el objeto de un artículo en Études marxistes no 100: “El guominjintui: nuevo episodio del debate en China sobre la oposición entre propiedad privada y estatal”, de Fusheng Xie, An Li y Zhongjin Li.

[4] Transcript of Premier Li Keqiang Interview with Financial Times, 31 de marzo de 2015, 
www.english.qstheory.cn/2015-04/16/c_1114994529.htm, consultado el 17 de abril de 2015.

[5] Premier Li Keqiang, « Uphold Peace and Stability, Advance Structural Reform and Generate New Momentum for Development », special address at the World Economic Forum annual meeting 2015, Davos, 21 de enero de 2015.

[6] Zeng Xinli es vicepresidente de la comisión económica de la Conferencia Política Consultativa del Pueblo Chino, un poderoso órgano de consejo que representa a todas las capas de la población.

[7] Ver anexo 2: La esencia de la reestructuración económica. 

[8] President Xi Jinping, « Key reform decision settles market-government relationship », address to the 18th Congress of the Chinese Communist Party, 2013, www.news.xinhuanet.com/english/china/2013-11/16/c_132892309.htm, consultado el 20 de noviembre de 2013.

[9] Ver capítulo: El Tercer Pleno y las reformas estructurales.

[10] Zeng Xinli en « China’s Economic Readjustment: The Emerging Role of China’s Economy », Council of Foreign Relations, 23 de julio de 2015, www.cfr.org/china/chinas-economic-readjustment/p36802.

[11] Zheng Xinli, « The Relationship between the Government and the Market – the Core of Economic Restructuring », Qiushi Journal, 28 de mayo de 2013.

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