Seguimos publicando información sobre el reciente III pleno del XVIII Comité Central del PCCh. Jo Cottenier, miembro del Buró Político y responsable de análisis socio-económicos del Partido del Trabajo de Bélgica, nos ofrece en este artículo su visión crítica de las últimas reformas del gobierno chino. Una visión similar a la de un artículo publicado en Russia Today el pasado 13 de noviembre, con el título de "China podría estar al borde de su perestroika", que aunque no exento de cierto sensacionalismo también aporta datos veraces sobre las últimas reformas. Lo publicamos a continuación como complemento al artículo de Jo Cottenier. El debate está abierto.
China quiere de ahora en adelante concederle un papel “decisivo” al mercado más que un papel “básico”. Así lo ha decidido la dirección del Partido comunista chino durante el tercer pleno que se ha celebrado entre el 9 y el 12 de noviembre. Una decisión que anuncia un cambio de importancia mayúscula.
Jo Cottenier
Un papel “decisivo” más que un papel “básico” para el mercado. Sería un grave error minimizar este cambio de calificativo. Efectivamente, en el lenguaje “codificado”, el empleo de este término supone la decisión más importante tomada por el Comité Central del Partido comunista chino, que se reunió en sesión plenaria (“el Pleno”) entre el 9 y el 12 de noviembre. Una decisión que acarrea consecuencias.
Hace exactamente un año, el XVIII Congreso del partido elegía una nueva dirección de partido (o Comité Central)[1] y un nuevo presidente, Xi Jinping. La dirección del partido anunciaba desde hacía meses que el tercer pleno decidiría sobre reformas profundas. Hacía tiempo que también se leía que otras cosas iban a permanecer incambiadas, como la posición del Partido comunista y el papel central de las empresas públicas en los sectores estratégicos. Los medios de comunicación de derecha y los observadores deseosos de ver desaparecer el socialismo chino lo antes posible se vieron por tanto decepcionados ante las reformas anunciadas. Es lógico: sólo estarán satisfechos cuando China camine al paso del capitalismo y que el Partido comunista chino siga el camino de Gorbachov. No obstante, no hay que dejarse engañar por la lectura de este tipo de comentarios. Sin duda alguna, se está produciendo un corrimiento de tierras.
El triple salto
No es la primera vez que en un tercer pleno opera un importante cambio de estrategia. El primer gran viraje hacia los mecanismos de mercado en la agricultura fueron decididos durante el tercer pleno del XI Comité central[2] en 1978. Lo que marcó el comienzo de una lenta liberalización de la economía. Este proceso ha llevado a la creación de un mercado libre en el que las empresas públicas fueron llevadas a competir con las empresas privadas recién creadas. Con los años, este mercado ha crecido, y con la fijación de los precios por su “mano invisible”, hizo que poco a poco fuera disminuyendo el ámbito de la economía planificada.
En 1993, el tercer pleno del XIV Comité central decidió sustituir la economía planificada por una economía enteramente de mercado. El mercado se convirtió en “la base” de la regulación de la economía. A partir de ese momento las empresas no rentables tuvieron que cerrar y el Estado se concentraría en las 500 o 1000 empresas más grandes en los sectores más importantes. Al mismo tiempo, las empresas privadas tuvieron la vía libre. O casi, al menos, porque muchas barreras permanecieron en pie, como el monopolio del Estado en el sector financiero, el sector energético, las telecomunicaciones o la investigación espacial.
Para poder entrar en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001, China tuvo que demostrar la existencia de un verdadero mercado libre, pero desde entonces las quejas han continuado a llover para denunciar el apoyo indirecto del Estado a las grandes empresas públicas. Estas empresas estatales podían en efecto obtener créditos de los bancos estatales mucho más fácilmente que las empresas privadas. Ello es por qué las empresas privadas recurrieron cada vez más a bancos no oficiales, que trabajan en la sombra con intereses usureros. Las empresas estatales también tenían el monopolio de la firma de joint-ventures con empresas extranjeras, mientras que las empresas privadas debían recuperar su atraso tecnológico con sus propias fuerzas. Desde hace meses, era cada vez más perceptible en las publicaciones chinas que se iba a otorgar un lugar más importante a las empresas privadas.
El tercer pleno del XVIII Comité central anunció por lo tanto que el mercado tiene un “papel decisivo” en lugar de un “papel básico”. En China, tal cambio de palabras tiene una significación radical. Para el presidente Xi Jinping, este cambio se basa en una nueva concepción teórica del papel del mercado: “China debe recuperar la ley fundamental de la economía de mercado y trabajar en los problemas que plantean un sistema de mercado subdesarrollado, la intervención exagerada del Estado y el control insuficiente del mercado.”[3]
Las reformas concretas
1. El Estado se retirará aún más y creará un solo marco para un mercado que se ha convertido en “decisivo” a la hora de elegir las inversiones y el reparto del capital (dónde y cómo). Las decisiones sobre las inversiones serán menos controladas por el Estado y se dejarán a la “mano invisible” del mercado. El Estado pondrá menos trabas a un libre mercado y dejará que juegue “más limpiamente” la competencia entre empresas públicas y privadas. Se cuenta con que el mercado debería resolver el problema de sobrecapacidad en sectores como el acero, el aluminio, el vidrio plano, el cemento y los astilleros navales. La competencia debería por lo tanto hacer desaparecer las capacidades excedentes. También habrá de ahora en adelante un “mercado” para las tierras: los campesinos que emigran a la ciudad podrán vender su terreno. Los precios de las tierras y de las materias primas, los intereses y los precios de los servicios públicos seguirán más estrechamente al mercado. El gobierno se aplicará en mayor medida en la creación de un marco legal de la infraestructura y la seguridad social, y en la resolución de problemas como la contaminación y la seguridad alimentaria. Según Xi Jinping: “El gobierno proveerá una macroeconomía estable, ofrecerá servicios públicos, garantizará una competencia honesta, controlará y regulará el mercado, promoverá un desarrollo duradero y tomará la iniciativa cuando el mercado sea insuficiente”.
2. Está prevista una importante reforma para el sector servicios en general y el sector financiero en particular. El país se abrirá aún más a las inversiones extranjeras en el sector de los servicios, “incluyendo las finanzas, la educación, la cultura y la salud”.[4] Esto es sin duda una evolución que supone un antes y un después, sobre todo para el sector social y cultural. El documento añade incluso que las limitaciones existentes en las inversiones en los cuidados a los niños y los ancianos serán flexibilizadas. Por otra parte, se autoriza que el capital extranjero funde pequeños o medianos bancos privados. El fin del monopolio del Estado en este sector abre sobre todo nuevas posibilidades para las empresas privadas que se quejan de la “represión financiera” con respecto a los bancos estatales.
Y esto es sólo el principio. Un reciente proyecto piloto ha comenzado en Shanghai, una zona de librecambio de 29 km2 donde la moneda china (el renmibi) puede ser cambiada y donde las inversiones extranjeras en una serie de sectores (como los bancos y los seguros) serán enteramente libres. Shanghai debe con ello convertirse en el nuevo centro financiero que rivalice con Hongkong. Pero al mismo tiempo, el proyecto piloto de Shanghai abre una perspectiva que tarde o temprano puede coger amplitud y extenderse a otros centros en otros lugares del país.
3. Se flexibiliza el acceso para las empresas privadas a sectores relativamente protegidos. Habrá más mercado y más competencia en sectores como el agua, el petróleo, el gas, la electricidad, los ferrocarriles y las telecomunicaciones. Se apuesta en una medida creciente por el sector privado para las innovaciones tecnológicas y para el aumento de la productividad. Ello hace parte del proceso de conversión hacia una economía de alta tecnología con un fuerte sector servicios. La innovación y el poder adquisitivo interno son los ejes clave para seguir garantizando el crecimiento chino. Como los salarios aumentan, se puede contar menos en un crecimiento de las exportaciones. La estimulación del “sector no público” debe dar un espaldarazo a la competencia en el mercado y la innovación y la investigación centradas en el mercado interior. También aquí, los poderes públicos deben practicar en mayor medida la macro-regulación antes que el control directo, por ejemplo favoreciendo la colaboración entre empresas, universidades e institutos de investigación. Se promueven las inversiones y las adquisiciones en el extranjero. Se facilita la apertura de nuevas empresas así como la iniciativa privada.
Tercera gran reforma
No se trata aquí de ofrecer un análisis exhaustivo de las decisiones, sino de explicar el alcance del término “decisivo”. Esta sola palabra basta para afirmar que se está iniciando una tercera gran reforma, tras las de 1978 y 1992. Una reforma que hará aún más híbrido al “socialismo con características chinas”. Éste se dirige hacia una economía que en lo esencial no se distingue de una economía capitalista, con el mantenimiento de una estructura socialista del Estado y bajo la dirección de un partido comunista. Con este tercer pleno, podemos preguntarnos si realmente tal opción puede durar en el tiempo.
Se intensifica la amenaza extranjera
Otra decisión importante del tercer pleno: la creación de una Comisión de seguridad bajo la dirección directa del presidente Xi Jinping. Esta Comisión se encargará de todas las cuestiones de seguridad, tanto interiores como exteriores. El gobierno norteamericano quiere conservar a toda costa su predominio absoluto en el mundo y sabe que el impacto chino constituye a este respecto la mayor amenaza. El rápido crecimiento de China hasta la posición de segunda mayor economía del mundo ha llevado al presidente norteamericano Obama a proclamar oficialmente la región del sudeste asiático como zona de interés de la mayor importancia y a afinar en consecuencia su estrategia militar. La presencia de la flota norteamericana en el Mar de China meridional ha sido reforzada y se han firmado acuerdos de cooperación militar con Japón y Filipinas. Todos los puntos en disputa en la región se convierten así en un potencial foco de incendios: el estatuto de Taiwán, las disputas sobre las islas, el Tíbet… El establecimiento de la Comisión de seguridad indica que los dirigentes chinos saben muy bien que las tensiones están creciendo.
[1] El Partido comunista chino cuenta con 82 millones de miembros, de los cuales 2.270 fueron delegados al XVIII Congreso del partido. El Comité central plenario cuenta con 204 miembros y 169 suplentes. Las reuniones plenarias del Comité central se denominan plenos. El Comité central eligió un Buró político que cuenta con 25 miembros.
[2] El XI Comité central fue el que salió elegido durante el XI Congreso del partido.
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