jueves, 14 de julio de 2016

En defensa del pueblo chino. Respuesta a Elisseos Vagenas (4ª parte)

El presidente Vagenas, en lucha contra la "camarilla capitalista"

1. Introducción

En la anterior entrega de mi análisis del artículo “El papel internacional de China”, escrito en 2011 por Elisseos Vagenas, responsable de relaciones internacionales del Partido Comunista de Grecia (KKE), había hablado de la necesaria integración de China en el sistema económico internacional y en ciertos organismos internacionales, y en general de sus relaciones con el resto de países del mundo, tanto en el terreno económico como el político.

En esta cuarta entrega, voy a refutar una tesis en boga desde hace ya bastantes años, según la cual China sería una potencia imperialista. Esta grave acusación es recogida por Vagenas en su artículo, aunque por un motivo que ignoramos, no lo dice abiertamente, sino que lo insinúa por medio de rodeos e indirectas.

Será preciso, por lo tanto, hacer una breve reflexión sobre si China es un país capitalista, para poner en cuestión su naturaleza imperialista. Después, ofreceré datos sobre las relaciones entre China y los continentes de África y Latinoamérica, para demostrar que no se trata de relaciones coloniales. También hablaré del gasto militar chino para relativizar el supuesto militarismo de China así como las intenciones imperialistas que le atribuye Vagenas. Finalmente, haré un comentario sobre la Organización de Cooperación de Shanghái, citada por Vagenas en su artículo y que él califica como el “otro lado de la realidad imperialista”.

2. Acusaciones implícitas de imperialismo

La gran acusación que se ha puesto de moda desde hace una década en sectores de la izquierda dogmático-revisionista (maoístas, hoxhistas[1] y “pro-soviéticos” pasados al izquierdismo) es la de que China se comporta como un país imperialista. Esta acusación pretende fundamentarse en las relaciones comerciales y financieras que ha establecido con distintos países del mundo, en África y Latinoamérica principalmente. Lo más lamentable es que, en su artículo, Vagenas nunca lo dice abierta y sinceramente, sino que lo expresa a través de rodeos, insinuaciones y afirmaciones implícitas. Veamos algunos ejemplos.

En el apartado “En la economía”, Vagenas empieza afirmando que “cabe destacar la intención de China de controlar la mayor cantidad posible de recursos naturales que cada vez más pasan bajo el control de las empresas chinas. Este esfuerzo se centra en África”.

Después, en el apartado “Sobre su posición económica”, Vagenas dice lo siguiente:  

“A veces se oye por varios lados que, en oposición con las demás potencias imperialistas, China con sus inversiones en los países en desarrollo no pretende saquear los recursos naturales de estos países sino construir infraestructura […] China aplica en los países en desarrollo programas médicos especiales, programas de formación de cuadros de estos países, disminución de los aranceles para las importaciones de productos de estos países en China, absorbiendo el 50,1% de las importaciones de todos los países en desarrollo por países menos desarrollados mientras les ofrece préstamos a bajo interés. Algunos presentan estos elementos como prueba de la diferencia entre la China “socialista” y las demás potencias imperialistas.”

Ante esta razonable objeción, Vagenas contesta:

“Incluso si aceptamos que existe diferencia en el modo que despliega China su actividad en África, Asia etc. en comparación con otras potencias imperialistas […] de hecho estas medidas no hacen que China sea diferente en cuanto al objetivo que sirven. El objetivo es la facilitación de las inversiones chinas en estos países, el allanamiento del “camino” para el capital chino que despliega su actividad; en breve el objetivo es la acumulación de capital. Esta actividad se refuerza por ejemplo cuando existe infraestructura moderna (carreteras, puertos, aeropuertos, edificios) así como infraestructura necesaria para la educación de la mano de obra que es necesaria para que funcionen las empresas. Los préstamos a bajo interés que ofrecen los bancos chinos o la absorción de las exportaciones de estos países por China están relacionados con el esfuerzo de China por asegurar por una parte mejores términos para la penetración de los capitales chinos en estos países…”

Después, en el apartado “Según los datos actuales”, Vagenas dice lo siguiente: 

“Actualmente, en China se desarrollan y predominan las relaciones capitalistas de producción, participa en organizaciones imperialistas como la Organización Mundial del Comercio y se ha integrado en el sistema imperialista. Su postura en asuntos internacionales no se diferencia de la postura de las potencias imperialistas.”
 
Y más adelante, cuando trata de refutar que los países BRICS representan un contrapeso a lo que él llama el “mundo monopolista de los EE.UU.”, Vagenas dice:

“Tras el derrocamiento del poder soviético y la destrucción de la URSS se intensificaron los antagonismos inter-imperialistas, en que los EE.UU. jugaban un papel protagonista debido a su fuerza. Al mismo tiempo, debido al desarrollo capitalista desigual, nuevas potencias imperialistas surgieron al lado de los EE.UU., la UE y Japón que pretendían lograr parte de las materias primas, de las rutas de transporte y de los mercados.” 

Quien ya conozca el estilo argumentativo de Vagenas, sabe que incluye a China entre estas “nuevas potencias imperialistas”, aunque no se atreva a decirlo.  

Finalmente, en el apartado “La supuesta apertura inevitable al mercado mundial”, Vagenas se hace la siguiente pregunta:

“¿Se puede considerar la “participación de China” en el mercado mundial como un intercambio obligatorio de productos de economías diferentes que se impone por la correlación internacional? No, ante todo porque se trata de exportación de capital acumulado en China a través de relaciones capitalistas de producción. Por eso no se puede comparar con las operaciones comerciales de la URSS con las economías capitalistas.”

Junto con una serie de otras acusaciones que ya hemos visto en otras ocasiones, como la de “agudizar el antagonismo capitalista”, la de que China es “carne de la carne del sistema imperialista internacional” y “participa en organizaciones imperialistas como la Organización Mundial del Comercio”, y otras que directamente producen una carcajada como la de “atar económicamente a Venezuela”, estas afirmaciones indican que Vagenas piensa que China es una potencia imperialista, aunque no se atreve a decirlo claramente, como quien tira la piedra y esconde la mano. Pareciera como si él mismo se diera cuenta de que esta afirmación es una aberración, y diera marcha atrás en el último momento, pero aun así se viera empujado a lanzar este tipo de insinuaciones, movido por su odio visceral contra el pueblo chino.

En realidad, Vagenas incurre en aquello que tanto le reprocha al Partido Comunista de China (PCCh), que fue el error de condenar de manera absoluta a la URSS, anticipando el restablecimiento del capitalismo y calificándola de “social-imperialista”. Tiene toda la razón Vagenas cuando denuncia que “el Partido Comunista de China se basó en la evaluación sobre los “tres mundos”. Según esta teoría el “primer mundo” incluía las grandes potencias (de hecho la URSS se caracterizaba como “potencia social-imperialista”)”

¿Pero por qué reproduce el mismo comportamiento contra China? ¿No sería mucho más correcto priorizar los elementos de socialismo que existen en China, en lugar de atacarla frontalmente? No podemos descartar que la actitud de Vagenas esté motivada por algún tipo de resentimiento hacia China por su pasada política anti-soviética. Pero esta actitud es absurda, puesto que la política exterior de China hoy ya no tiene nada que ver con la política maoísta de los años 60 y 70 e incluso de los años 80. De hecho, China y la URSS restablecieron relaciones diplomáticas en 1989 – ¡aunque claro, aquello se hizo en tiempos del “traidor” Gorbachov, con lo cual siempre puede ponerse un “pero”!

Hay que decir que la actitud de Vagenas hunde sus raíces en la tradición del revisionismo jruschoviano, que en algunos aspectos persistió durante el periodo de Brézhnev. Como respuesta a las críticas del PCCh, ambos dirigentes agitaron la bandera del “peligro amarillo”, tesis que había sido una constante en Occidente para perseguir objetivos coloniales. 

La teoría del “peligro amarillo” había sido ideada en 1895 por el emperador de Alemania Guillermo II para sembrar miedo con el fin de proseguir con el reparto del mundo por un puñado de imperialistas. Aunque empleara una fraseología diferente, Nikita Jruschov recuperó inconscientemente esta teoría reaccionaria durante los años 60, acusando al PCCh de tener posiciones favorables a la “creación de barreras raciales y geográficas”, de proceder a la “sustitución del punto de vista de clase por el punto de vista racial” y alertando contra la “inminente amenaza de Gengis Khan”, en alusión a supuestas pretensiones hegemonistas de China[2].

Posteriormente, Leonid Brézhnev, que se diferenciaba de Jruschov en una serie de cosas, pero no en su furiosa hostilidad contra China, recogió el testigo de su predecesor. Brézhnev siguió difundiendo falsas acusaciones sobre la “amenaza china”, llegando incluso a comparar el “hegemonismo” chino con el expansionismo hitleriano (lo cual no quita que se dijera exactamente lo mismo desde la parte china). En el XXIII Congreso del PCUS (1966) Brézhnev declaraba, en alusión a China, que “las desviaciones de la línea marxista-leninista, ya sean de derecha o de ‘izquierda’, se vuelven particularmente peligrosas cuando se confunden con manifestaciones de nacionalismo, chovinismo de gran potencia y hegemonismo[3]

Después, a principios de los años 90, con el triunfo extasiado del imperialismo ante la derrota parcial del socialismo, la teoría del “peligro amarillo” o la “amenaza china” fue resucitada. En aquellos años, el imperialismo inició una histérica campaña mediática en lo político y lo ideológico, aludiendo a la “amenaza china” en todos los terrenos: civilización, orden, alimentos, equilibrio militar, alimentos, etc. En las últimas décadas, también se ha puesto de moda la sinofobia por la cuestión medioambiental.  

Dicho esto, cuando Vagenas alerta sobre el aumento de la capacidad militar china, denunciando que “China ocupa la segunda posición a nivel mundial en términos de gastos de defensa” y que “las fuerzas armadas chinas son las más numerosas del mundo con 2.300.000 hombres”, está siendo cómplice de esta campaña. 

Esta no es una afirmación a la ligera. En otros lugares, Vagenas habla del “antagonismo feroz” entre China y otros países, de la “fuerza militar” y del “apetito del capital para nuevos mercados y materias primas”, en clara alusión a China. Por muy buenas que sean sus intenciones, estas posiciones son objetivamente reaccionarias, llegando a recordar las declaraciones hechas en 1965 por el ex-nazi Siegfried Müller, cooptado por la Escuela Militar Americana en 1950 para después servir a la OTAN y ser mercenario en el Congo en 1964: 

“…si existe un peligro que amenaza al Occidente cristiano, éste no puede venir más que de la vieja ciudad imperial de Beijing […] Beijing ya está empezando a poner sus manos sobre África. 750 millones de chinos se esmeran en su país. Avanzan sin prisa, pero sin pausa, en dirección hacia Estados Unidos. Se han instalado en Indonesia, Birmania y Hong Kong y en otros muchos lugares[4].”

Desde hace algunas décadas, estamos asistiendo al auge de China en lo económico, político y diplomático. Gracias a ello, y gracias a las relaciones comerciales más justas que ofrece a los países tercer mundo, China está haciendo posible el progresivo desalojo de la presencia imperialista en muchos países del continente africano y de otros lugares. Es evidente que estamos basculando hacia un mundo multipolar, cosa que impide dormir por las noches a los imperialistas. 

Esta es la razón por la cual se ve a menudo a reaccionarios de todo tipo inocular discreta e insidiosamente en medios de comunicación de derechas e “izquierdas” la teoría del “peligro amarillo”. Así se explica que súbitamente, la burguesía imperialista muestre ahora estar preocupada por la situación de los africanos. El 14 de julio de 2008, el diario belga De Standaard escribía que China “no tiene ninguna consideración por la situación de los simples africanos, mientras pueda buscar materias primas en África y darle salida a sus propios productos”

Eric Bruyland, del diario económico Trends, afirmaba el 6 de marzo de 2008 que China no tenía nada que envidiarles a las “aves rapaces occidentales”. Y no parece que Bruyland sea precisamente un marxista-leninista. 

Así se explicaba también la campaña propagandística financiada por la revista The Economist que inundó Reino Unido con carteles que decían: “El boom de las inversiones chinas en África es malo para los africanos”, explicando que China apoyaba a gobiernos dictatoriales y pagaba a los obreros sudafricanos por debajo del salario mínimo.  

Para que quede claro, en febrero de 2006, durante un viaje a Nigeria, el ministro británico de asuntos extranjeros Jack Straw tuvo la desfachatez de decir que lo que China estaba haciendo en África era lo mismo que lo había hecho Gran Bretaña 150 años antes. El 13 de junio de 2011, durante una gira por África, la secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton invitaba al continente africano a mantenerse vigilante ante el “nuevo colonialismo” encarnado por China, que “saquea sus recursos naturales, corrompe a sus dirigentes y se va”

Por lo tanto, podemos afirmar sin dudarlo que Vagenas se ha convertido en un altavoz de la propaganda racista y neo-colonial, aunque pretenda hacerlo bajo un ropaje “marxista-leninista”. 

Los ataques contra China haciendo alusión al control de los recursos naturales por los monopolios, el reparto territorial del mundo, la dominación política y financiera de unos Estados sobre otros y  el gasto militar, se inspiran de las tesis de V.I. Lenin expuestas en la obra “El imperialismo, fase superior del capitalismo” (posiblemente la obra de Lenin más tergiversada por los dogmático-revisionistas). Tenemos que estudiar por lo tanto si las características de China se ajustan a las del imperialismo como fase superior del capitalismo, tal como se exponen en la obra del revolucionario ruso. 

Pero antes de ello, antes de hacer uso de frases aisladas de Lenin, como si su obra fuese un catecismo, hay que advertir que si se quiere demostrar la naturaleza imperialista de China, primero habría que demostrar si es un país capitalista. O mejor dicho, si es un país socialista. Lo cual haría del todo imposible que pudiera ser un país imperialista.

Puede leerse el resto del artículo pinchando aquí.

[1] Uno de los primeros en lanzar esta acusación fue Enver Hoxha, que en su obra El imperialismo y la revolución, escrita en 1978, decía cosas que curiosamente se parecen como dos gotas de agua a lo afirmado por Elisseos Vagenas:

“China autodenomina marxista-leninista la línea política que sigue, pero la realidad demuestra lo contrario. Precisamente los marxistas-leninistas debemos desenmascarar la verdadera naturaleza de esta línea. No debemos permitir que las teorías revisionistas chinas pasen por teorías marxistas, no debemos tolerar que China, en el camino en el que se ha metido, simule combatir por la revolución, cuando en realidad se opone a ella. China, con su política, pone aún más en evidencia que trata de reforzar las posiciones del capitalismo en el país e implantar su hegemonía en el mundo, convertirse en una gran potencia imperialista para que también ella ocupe, como suele decirse, el «lugar que se merece».” 

Y también: 

“El grupo que impera actualmente en China hace mucho hincapié en el «tercer mundo», en el cual incluye a la propia China, y esto no ocasionalmente y sin intención. El «tercer mundo» de los revisionistas chinos tiene un objetivo político bastante determinado. Forma parte de la estrategia que tiende a convertir China lo antes y lo más aceleradamente posible en una superpotencia. China pretende agrupar en torno suyo a todos los países del «tercer mundo» o los «países no alineados», o bien a los «países en vías de desarrollo», para crear una gran fuerza, que no sólo aumentará el potencial global chino, sino que también la ayudará a oponerse a las otras dos superpotencias, los Estados Unidos de América y la Unión Soviética, a tener un peso mayor en los chalaneos para el reparto de los mercados y las zonas de influencia, a asegurarse el status de verdadera superpotencia imperialista.” 

[2] “Apologistas del neo-colonialismo”, Polémica acerca de la línea general del Movimiento Comunista Internacional, Diario del Pueblo, 22 de octubre de 1963.

[3] L.I. Brézhnev, XXIII Congreso del PCUS, Ed. Agencia Novosti, 1966.

[4] Ludo Martens, Sobre algunos aspectos de la lucha contra el revisionismo, 1995.

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