Segunda entrega de mi análisis del artículo "El papel internacional de China", escrito por el responsable de relaciones internacionales del Partido Comunista de Grecia en marzo de 2011.
1. Introducción
En la anterior entrega de este trabajo,
dedicado a la crítica del artículo “El
papel internacional de China”[1], escrito en marzo de 2011 por Elisseos
Vagenas, responsable de relaciones internacionales del Partido Comunista de
Grecia (KKE), había hablado de las bases ideológicas de la concepción del mundo
que subyace tras este artículo, que permitían explicar las posiciones adoptadas
por el autor del mismo con respecto a China. También había hablado de la
ruptura sino-soviética en los años 50-60 del siglo pasado, que también explica
en parte de dónde proviene el odio que el camarada Vagenas siente hacia China.
Una vez despejadas estas cuestiones ideológicas, en esta entrega vamos a
meternos más de lleno en el análisis del artículo en cuestión, sin por ello
renunciar a explicar ciertas cuestiones históricas, con el humilde propósito de
facilitar el acercamiento a China para los no iniciados en la materia.
Al principio de su artículo, el camarada Vagenas dice lo siguiente: “el interés sobre la fuerza creciente de China es
contradictorio porque se realiza bajo las banderas rojas y con el Partido
Comunista de China en el poder”. Con
estas palabras, Vagenas deja caer la idea de que China sólo es socialista en
apariencia, lo cual nos indica por qué derroteros va a ir su “análisis”. Normalmente,
para todo comunista o militante de izquierdas debería ser motivo de alegría el
hecho de que un país socialista, o que al menos tiene un “Partido Comunista en el poder”, tenga “una fuerza creciente”. Sin embargo, parece ser que para el
camarada Vagenas sólo fue motivo de alegría la “fuerza creciente” que tuvo la URSS en el pasado, mientras que el
crecimiento de China en el terreno económico, comercial, político y militar en
la actualidad debería generar recelo porque vendría a evidenciar el auge de una
nueva potencia “capitalista”, véase “imperialista”, que sólo puede suponer una
amenaza para el movimiento obrero y los movimientos de emancipación de los
pueblos en el mundo.
A continuación, en el apartado “Desarrollos en relación con la posición internacional de China”,
el camarada Vagenas enumera una serie de datos objetivos acerca del desarrollo
económico de China, que en sí mismos no permiten sacar muchas conclusiones interesantes
(crecimiento de las exportaciones y las importaciones; comercio con los países
capitalistas más avanzados; presencia del sector privado en China; etc.). Sin
embargo, como se puede concluir de la lectura completa de su artículo, el
camarada Vagenas ofrece estos datos con la intención de condicionar al lector,
inoculando la teoría neo-colonial del “peligro amarillo”, teoría que constituye
un eje central de su artículo, y que por otra parte se trabaja con particular
esmero desde los servicios de inteligencia del imperio.
El camarada Vagenas nos dice que “el aumento de la fuerza económica de China es un hecho incuestionable”
y menciona el hecho de que en 2011 China ya era la segunda economía del mundo[2],
superando a Japón. Entre otras cosas, Vagenas menciona que “China exporta 50 000 productos diferentes a 182 países, mientras con
80 de estos ha firmado acuerdos comerciales y protocolos de cooperación. Los
socios principales de China son los grandes países capitalistas (Japón, EE.UU.,
países de la UE), que representan el 55% de las transacciones de su comercio
exterior”. Aparentemente, el camarada Vagenas nos quiere decir con esto que
habría que reprocharle a China el hecho de comerciar con estos países para
promover su desarrollo económico, y que al establecer relaciones comerciales
con países capitalistas, China es “carne
de la carne del sistema imperialista internacional”, como afirma con bíblicas
palabras en otro lugar de su artículo. El camarada Vagenas también nos dice a continuación
que “un hecho que indica el cambio que ha
ocurrido en los últimos veinte años es que mientras en 1993 China exportaba
petróleo, hoy en día se ve obligada no solamente a hacer importaciones, sino
que desde 2009 se compara con los EE.UU. en las importaciones mundiales de
petróleo”, como si, a modo de sofisma barato, quisiera hacer algún tipo de amalgama
entre China y el imperialismo estadounidense, por el simple hecho de que China
necesite importar petróleo para su desarrollo industrial.
Ahora bien, lo primero que llama particularmente la
atención es que, después de dedicar dos breves párrafos para hablarnos de las
exportaciones e importaciones de China, sin solución de continuidad el camarada
Vagenas nos dice que “China ocupó la
segunda posición a nivel mundial (después de EE.UU.) en número de
multimillonarios (130 personas) cuya propiedad se incrementó en 222% dentro de
un año”, como si este dato tuviera un interés científico relevante o nos
permitiera saber algo más sobre el sistema socio-económico de China; las formas
de propiedad existentes; el régimen democrático; la situación y los logros de
la clase obrera y del campesinado; etc. Y en el más genuino estilo Joseph
Goebbels, esto nos lo dice “olvidando” decirnos que en 2011 China era el país
más poblado del mundo, con 1.344 millones de habitantes, lo que supone que
aproximadamente 1 de cada 5 habitantes del planeta era chino. En este sentido, si
se reconoce algo tan sumamente obvio como que desde hace décadas China tolera
la propiedad capitalista de manera controlada, a nadie le puede caber duda de
que China es el país con más capitalistas y millonarios del mundo. Como tampoco
puede caber duda de que es el país con más comunistas del mundo (por mucho que
el camarada Vagenas le niegue esta condición a 82 millones de militantes del
PCCh, de los cuales unos 49,82 millones son obreros, trabajadores del campo,
estudiantes y jubilados – datos de
2011), y al igual que, con toda certeza, China es el país con más tuertos,
mancos y cojos del mundo.
Por lo tanto, no estaría de más que Vagenas aclarase si
lo que se critica de China es que: a) el capitalismo sea tolerado e incluso
fomentado; o b) el hecho de que tenga una población elevada, y por lo tanto
“muchos millonarios”, crítica tal vez válida para hacer una denuncia moralista-cristiana
de las desigualdades sociales, pero poco útil para hacer un análisis científico
de la sociedad china. Vamos a ponernos en el mejor de los casos, suponiendo que
la razón por la cual el camarada Vagenas se rasga las vestiduras es la
presencia per se de
capitalistas en China, independientemente de su número. Esto es lo que parece
decirnos señala en su artículo que “los
datos oficiales muestran que en el periodo 2004-2010 el número de empresas
privadas en China se incrementó en un 81% y alcanzaron las 3.596 millones”,
sin por supuesto decirnos nada sobre el tamaño de estas empresas; su
contribución al PIB; el papel que desempeñan en el conjunto de la economía; los
sectores económicos en los que operan; si han permitido una mejoría de las
condiciones de vida del pueblo chino; etc.
Otro ejemplo de manipulación goebbelsiana lo tenemos cuando
el camarada Vagenas escribe: “Solamente
mencionamos que según las estimaciones de la unión de empresarios chinos tal
como ha sido transmitido por la televisión china: el 8,5% de los 500 más
grandes monopolios en el mundo son chinos”, “olvidándose” mencionar que estos
monopolios son empresas estatales. En efecto, según la lista Fortune 500 elaborada por el Magazine
Forbes, en el año 2005 había 15 empresas chinas que figuraban en la lista de
las 500 mayores empresas del mundo. Todas ellas eran de propiedad estatal.
Podemos atrevernos a pensar que entre el año 2005 y 2011 (año de publicación del
artículo del camarada Vagenas), estos datos no habían variado mucho. Este tipo
de propaganda recuerda a lo afirmado de manera histérica por el catedrático de
economía y trotskista Jorge Fonseca en el programa de televisión de la cadena
Hispan TV “Fort Apache” del 23 de agosto de 2013, en el que afirmaba sin
sonrojarse: “Hay que ver las relaciones
de propiedad en China, aumenta la propiedad capitalista. Si uno mira los datos,
hoy en día, los dos bancos más grandes del mundo son chinos”[3].
Sin por supuesto mencionar que estos “dos
bancos más grandes del mundo” son el Industrial Commercial Bank of China y
el China Construction Bank, ambos bancos estatales y que por lo tanto no tienen
capitalistas. De hecho, están sujetos a la supervisión del Consejo de Estado de
la República Popular China. Resulta sumamente interesante observar la
coincidencia, no solamente en cuando a la valoración general de China, sino
también en cuanto a los métodos de manipulación, entre Elisseos Vagenas y el
trotskista Jorge Fonseca.
No es ningún secreto que las relaciones capitalistas de
producción están ampliamente presentes en China, especialmente desde que Deng
Xiaoping impulsara a partir de 1978 la política de reforma y apertura, que
diversificó en gran medida las formas de propiedad en China y supuso a posteriori un recurso masivo al
capitalismo y a la inversión extranjera para desarrollar las fuerzas
productivas del país. Con una evolución variable, China lleva 35 años siguiendo
este lineamiento en materia de política económica. Por lo tanto, lo que menos
debería sorprender es que existan capitalistas en China. Desde luego, no serán
los dirigentes chinos quienes tratarán de esconder este hecho, ni mucho menos[4].
El propio Vagenas lo menciona como con indignación en su artículo cuando
escribe que “China, especialmente a
partir de los años ‘80, ha vinculado su economía con el mercado capitalista
internacional. Es un hecho que el liderazgo chino no niega, sino que lo
exalta.”
Por
lo tanto, parece que la cuestión de fondo que plantea grandes divergencias
entre Elisseos Vagenas y los que defendemos el socialismo en China, son: a) la
concepción sobre el socialismo (¿etapa de transición hacia el comunismo, o
sociedad socialista “pura” con un 100% de propiedad estatal? – cosa que, dicho
sea de paso, tampoco presupone la propiedad del pueblo); y b) la cuestión de si
el capitalismo es perverso per se (en
tal caso nos situaríamos en el terreno del socialismo utópico) o si tiene en
China y otros países atrasados algún papel progresivo que desempeñar (en tal
caso nos situaríamos en el terreno del socialismo científico, o marxismo).
Federico Engels ya había criticado las posiciones moralistas pequeño-burguesas que
ponían el grito en el cielo ante la “desigualdad” que generaba el capitalismo: “La toma de posesión
de todos los medios de producción por la sociedad ha estado más o menos clara a
la vista, como ideal del futuro, para muchos individuos y sectas enteras desde
la aparición histórica del modo capitalista de producción. Pero esa idea no
podía convertirse en necesidad histórica sino cuando se presentaron las
condiciones materiales de su realización. Como todos los progresos sociales,
éste no resulta sin más viable porque se haya comprendido que la existencia de
las clases contradice a la justicia, a la igualdad, etc., ni por la mera
voluntad de suprimir esas clases, sino gracias a determinadas nuevas
condiciones económicas.”[5]
Si aceptamos la posibilidad de que sea lícito e incluso necesario
recurrir al capitalismo y desarrollar el mercado en China, tal y como se hizo en
la Rusia de Lenin durante la Nueva Política Económica (NEP) entre los años 1921
y 1927 (un hecho histórico real, por mucho que el camarada Vagenas trate de
justificarse mediante argumentos espurios), entonces, si uno realmente es
comunista y se preocupa realmente por el bienestar del pueblo, en lo que habría
que reparar es si tal política económica supone un progreso para el país, y no
tanto rasgarse las vestiduras por el hecho de que “hay ricos”[6].
Todo el mundo sabe que desde hace 35 años China aplica conscientemente una
política económica basada en una fórmula que combina capitalismo e intervención
estatal, por lo que al decir que hay millonarios en China, el camarada Vagenas
tampoco está haciendo un gran descubrimiento. A menos que esperase que pudieran
existir relaciones de producción capitalistas sin personas que se enriquezcan,
cosa que parece difícil de conseguir.
Aquí nos detendremos en otra afirmación, bastante más polémica,
que hace el camarada Vagenas en el mismo apartado dedicado a la economía de
China. Vagenas dice que “Podríamos
contraponer a los elementos anteriores otros que muestren la miseria y la
explotación que experimentan cientos de millones de trabajadores en China
actualmente como resultado de la política de “¡Enriquézcanse!” que sigue el
Partido Comunista de China durante los últimos 30 años.”
Mediante esta otra manipulación goebbelsiana, el camarada
Vagenas pretende confundir lo dicho por Deng Xiaoping con la consigna “¡Enriqueceos!” pronunciada por el
dirigente bolchevique Nikolai Bujarin en la URSS durante los años 20 del siglo
pasado, consigna que iba dirigida principalmente a los terratenientes y
campesinos medios (kulaks) del campo soviético. Pero lo cierto es que lo que
dijo Deng fue algo muy distinto, o que al menos tuvo un significado bastante
diferente de la consigna de Bujarin. Y es que mientras Bujarin hacía un
llamamiento a los kulaks a que se enriquezcan, lo que realmente dijo Deng fue “el socialismo no es lo mismo que pobreza
compartida”, en contra de las falsas concepciones igualitaristas de la
“Revolución Cultural”. Afirmación que difícilmente podría refutar un marxista
que no lo sea sólo de palabra. A no ser que el camarada Vagenas se refiera a la
frase, mal atribuida a Deng, pero que nunca dijo ni escribió, “enriquecerse es glorioso”, una idea
original del historiador Orville Schell, que tituló así un capítulo de un libro
sobre la apertura económica de China en los años 80, pero sin atribuir en
ningún momento esta frase a Deng. Sin embargo, esta frase fue puesta en boca de
Deng por individuos aquejados de pereza mental, y la atribución corrió como la
pólvora hasta nuestros días. Así, vemos como en su afán por calumniar a China,
Vagenas le hace el juego a la reacción burguesa.
De
todas formas, aunque fuera cierta la autoría de esta frase, tampoco sería
incorrecta desde la posición del marxismo, porque hay varias formas de
enriquecerse. Por una parte, uno puede enriquecerse explotando a otras
personas, en base a la codicia, la avaricia y el egoísmo (y nadie niega que
exista un sector minoritario de la población en China que se enriquece en base
a la explotación del trabajo asalariado). Pero por otra parte, difícilmente se
podrá negar que el socialismo también supone el aumento de la riqueza global y
por tanto del bienestar de la población (a menos que Vagenas comparta el
postulado de la “Revolución Cultural” sobre el “comunismo ascético”, cosa que
le haría el juego a la propaganda burguesa, que lanza contra el comunismo la
acusación de ser el “reparto de la pobreza”). A esto mismo se refería Marx
cuando decía que “en la fase superior de
la sociedad comunista”, cuando “hayan crecido las fuerzas productivas junto con el desarrollo completo de
los individuos”, entonces fluirán “con mayor abundancia
todos los manantiales de la riqueza colectiva.”[7] Por supuesto, China está a años-luz de la fase superior del comunismo,
pero no por ello pierde validez el objetivo de hacer crecer con abundancia la
riqueza colectiva, con las fuerzas productivas y los medios para administrarlas
que estén disponibles. Y pese a que haya habido una parte de la población de China
que se ha enriquecido más que otras, en estos últimos 35 años China no ha hecho
otra cosa que incrementar constantemente la riqueza colectiva.
La
forma con la que Vagenas describe la situación social en China, resumiéndolo
todo a un cuadro dantesco en el que, mientras los capitalistas son cada vez más
ricos, cientos de millones de trabajadores sufren la
“miseria y la explotación”, parece
sencillamente sacada de un telediario elaborado para consumo interno de masas
alienadas de Occidente. Es una táctica clásica de la propaganda anti-china,
tanto por parte de la extrema izquierda como de la burguesía occidental, el
resaltar enfáticamente el crecimiento de las rentas de los más ricos en China,
sin tan siquiera mencionar lo más importante, o al menos lo que debería ser lo
más importante, que son los gigantescos progresos que ha experimentado China en
materia de desarrollo humano, nivel de vida, seguridad social, etc. en los
últimos 35 años.
El objetivo de esta propaganda neo-colonial es el de
equiparar a China a un país capitalista cualquiera, como son nuestros
maravillosos países capitalistas de Europa, donde reina el paro, la pobreza
creciente pobreza, las privatizaciones, las políticas de austeridad y la
alienación intelectual. Al difundir el mensaje de que China es “un país
capitalista más”, la burguesía imperialista y los dogmático-revisionistas pretenden
cortar de raíz toda simpatía desde la izquierda hacia la República Popular
China por los progresos que ha logrado y por su papel positivo en las
relaciones internacionales. Un papel equiparable al que tiene el trotskismo,
cuya función es impedir la solidaridad internacionalista entre las masas de
Occidente y los pueblos agredidos por el imperialismo (Serbia, Libia, Siria,
etc.). De esta forma, la burguesía consigue su objetivo, que es hacer que reine
la resignación entre los trabajadores, al propagar la creencia, ampliamente
difundida desde el final de la Guerra Fría, de que no se puede transformar la
sociedad.
La burguesía, que es inteligente (y desde luego bastante
más inteligente que muchos comunistas), sabe adecuar muy bien su discurso en
función de la situación concreta y de las circunstancias históricas. En efecto,
en los tiempos de la Guerra Fría, cuando se quería evidenciar el “fracaso del
comunismo” se solía machacar en los medios de comunicación con los innegables
problemas, defectos y carencias derivadas de la planificación socialista en la URSS,
que en las consciencias colectivas se asociaba más fácilmente al “comunismo”
puesto que, aparentemente, el socialismo soviético era un sistema con un 100%
de propiedad estatal. Hoy, cuando el llamado “campo socialista” se ha
derrumbado en Europa del Este y en la URSS, en el caso de China el objetivo sigue
siendo el mismo (evidenciar el fracaso del “comunismo”), pero la propaganda burguesa
lo hace a través de una táctica diferente. Contrariamente a la URSS, China
aparenta ser más bien “capitalista” (se llega a hablar incluso de “capitalismo
salvaje”), creencia también difundida por algunos que se dicen comunistas, lo
que aligera la carga de trabajo de los servicios de inteligencia del imperio. Pero
al ser imposible negar el gigantesco desarrollo económico experimentado por
China en las últimas décadas, aquí se nos dice en cambio que ello se debe a que
“China ahora es capitalista”. Cosa que, como veremos después, es
manifiestamente falsa, por mucho que los neoliberales quieran hacernos creer lo
contrario[8].
La conclusión es la misma: el “comunismo” ha fracaso, no existe alternativa al
régimen capitalista en el que vivimos en el “mundo desarrollado”. Este tipo de
propaganda burguesa-imperialista no sería un gran problema, de no ser porque aquellos
mismos que se dicen comunistas asumen el discurso del enemigo y se suman de
buena gana a esta propaganda.
En
un artículo, el filósofo italiano marxista Domenico Losurdo ya había denunciado
la relativización pequeño-burguesa de los gigantescos logros obtenidos en
China. Después de una visita a China en julio de 2010 por invitación del PCCh,
junto con otras delegaciones de los partidos comunistas de Francia, Portugal,
el mismo KKE y Die Linke, Losurdo comentaba acerca del impetuoso crecimiento de
China que “En Occidente no faltará, a
este respecto, los que van a hacer muecas: desarrollo, crecimiento,
industrialización, urbanización, milagro económico de una amplitud y duración
sin precedentes en la historia, ¡qué vulgaridad! Este esnobismo del bello mundo
parece considerar insignificante el hecho de que millones de personas hayan
escapado a un destino que los condenaba a la desnutrición, al hambre y a la
muerte por inanición.”[9]
En efecto, algunos auto-denominados comunistas de estómago agradecido en
Occidente, muestran un desprecio obsceno hacia el hecho de que China haya
sacado a cientos millones de personas de la miseria. Y es que en los países de
nuestro confortable “primer mundo” (y Grecia es uno de ellos), las direcciones
de muchos partidos comunistas han sido copadas por elementos de la
pequeña-burguesía y la aristocracia obrera, influenciando a estos partidos con
sus concepciones neo-coloniales. Esto no es una afirmación a la ligera: basta
con investigar un poco sobre las profesiones a las que se dedica esta gente.
Estos elementos sociales, que por supuesto no saben lo que es pasar hambre o sufrir
carencias, y que en no pocas ocasiones están completamente desligados del mundo
del trabajo, atacan a China mientras juegan a los comunistas en sus ratos
libres, haciendo gala de una fraseología radical de cliché, pero siendo
incapaces de tomar el poder en sus respectivos países – algunos después de 95
años. Sin embargo, pese a su inoperancia en sus respectivos países, y la
auto-condescendencia con la que justifican tal inoperancia, se creen
legitimados para marcar con prepotencia la hoja de ruta de los países
socialistas, con todo tipo de exigencias a países como China (y otros países
socialistas), a la que atacan duramente y de manera infundada por no construir
el socialismo (“guión-comunismo”, si
algunos lo prefieren) de la manera que desean y en el plazo fijado desde su
comodidad pequeño-burguesa.
Haciendo
una lectura más “materialista” del asunto, se puede plantear una hipótesis que explique
estas acusaciones de “capitalista” e “imperialista” contra China por parte de
estos auto-denominados comunistas, por no hablar de otras afirmaciones provenientes
de otros sectores acerca del “peligro amarillo”, de que los chinos van a
dominar el mundo, agotar los recursos naturales y cargarse el planeta,
hundirnos en la miseria por su “competencia desleal”[10],
etc. Y es que, de acuerdo con Lenin, cuando el capitalismo alcanza su fase
superior, es decir imperialista, el “monopolio da superganancias, es decir, un exceso de ganancias por encima de
las ganancias normales, ordinarias del capitalismo en todo el mundo. Los capitalistas
pueden gastar una parte de estas superganancias […] para sobornar a sus obreros, creando algo
así como una alianza […] de los
obreros de un país dado, con sus capitalistas contra los demás países.”
Esta alianza es lo que genera en los países imperialistas la formación de una
“aristocracia obrera” que la oligarquía financiera, los trusts, etc., pueden
sobornar “y de esta manera oprimen,
subyugan, arruinan y atormentan con creciente intensidad a la masa de
proletarios y semiproletarios”[11].
Con su política de desarrollo pacífico y su
política comercial, consistente en buscar el beneficio mutuo con una multitud
de países del “tercer mundo”, y en especial con el continente africano, China
está logrando minar las bases de la generación de estas “superganancias” que permitían “sobornar
a un puñado de las capas superiores” de la clase obrera, haciendo que
empeore paulatinamente el estatus social del que gozaba esta aristocracia
obrera. Con el hundimiento del socialismo en los países de Europa del Este y en
la URSS, y con la consiguiente involución del movimiento obrero y comunista,
podemos suponer que, ante la pérdida de influencia de los partidos comunistas,
se haya producido un debilitamiento del carácter proletario de los mismos,
produciéndose un aumento de la presencia de militantes surgidos de las filas de
la pequeña-burguesía y la aristocracia obrera. Parece ser que, conscientemente
o no, algunos cuadros comunistas son portadores de la ideología de una
aristocracia obrera “rebotada” al ver que China, al ayudar a una serie de
países del “tercer mundo” a liberarse de las cadenas que los ataban a las
antiguas metrópoli rentistas, está contribuyendo a minar las bases materiales
de su estatus social. Esto podría explicar en parte el discurso neo-colonial de
algunos auto-denominados comunistas con respecto a China, y parece ser el caso
de ciertos cuadros del KKE, partido que no ha asimilado el marxismo-leninismo
en su integralidad, pese a sus innegables aciertos.
Puede leerse el documento entero pinchando aquí.
Puede leerse el documento entero pinchando aquí.
[1] http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article43892
[2] Dato que ya está obsoleto a día de hoy, en un momento en que China ha superado
a Estados Unidos como primera potencia económica.
[4] En una entrevista en la revista
Etudes Marxistes en 2003, el responsable de relacionales internacionales del Partido
el Trabajo de Bélgica Baudouin Deckers declaraba haberse entrevistado con un
cuadro del PCCh que le había confesado que: “Sí, hoy hay explotadores, capitalistas en
China. No hablamos de “clase de los capitalistas”, porque no están constituidos
como fuerza política separada y
prohibimos la formación de un partido político de estos capitalistas. Pero
somos conscientes de que, inevitablemente, un cierto número de ellos buscará
constituirse como partido político.” (Cuestiones
sobre el desarrollo del socialismo en la República Popular China, Etudes
Marxistes nº64, 2003). Por otra parte, en el documental del año 2007
“Deng Xiaoping: The making of a leader”,
Chen Zhan’an, responsable de la escuela de formación del PCCh, declaraba lo
siguiente: “Obviamente, la gente está
siendo explotada en nuestras fábricas. Pero en última instancia, ello ayudará
a la construcción del comunismo. De hecho, estamos fomentando la explotación
hoy, de manera a erradicarla mañana.”
[5] Federico Engels, Anti-Dühring
[6] Esto lo había entendido muy bien
Gramsci, un teórico que puede serle muy útil a la izquierda occidental para
entender los retos actuales de los países socialistas. En relación a la NEP en
la URSS, Gramsci escribía: “…no se ha visto jamás en la historia que
una clase dominante, en su conjunto, tenga condiciones de existencia inferiores
a las de ciertos elementos y estratos de la clase dominada y supeditada. La
historia ha reservado esta inaudita contradicción al proletariado; en esta
contradicción residen los mayores peligros para la dictadura del proletariado,
particularmente en los países donde el capitalismo no había alcanzado un gran
desarrollo y no había logrado unificar las fuerzas productivas […] Y
sin embargo, el proletariado […] no
puede mantener su hegemonía y su dictadura si, pese a haberse transformado en
clase dominante, no sacrifica sus intereses inmediatos a los intereses
generales y permanentes de la clase. En efecto, es fácil hacer demagogia
en este particular, fácil insistir en los aspectos negativos de la
contradicción: “¿Eres tú el dominador, oh obrero mal vestido y mal alimentado?
o ¿el hombre de la NEP, con su abrigo de pieles y todos los bienes de la tierra
a su disposición?” También los reformistas, tras una huelga revolucionaria que
ha incrementado la cohesión y la disciplina de las masas, pero que ha
empobrecido aún más a los trabajadores, dicen: “¿Para qué haber luchado? Ahora
quedáis más arruinados y pobres.” Es fácil hacer demagogia en este terreno y es
difícil no hacerla cuando la cuestión ha sido planteada en los términos del
espíritu corporativista y no en los del leninismo…” (A. Gramsci, Carta al
Comité Central del Partido Comunista Soviético, octubre de 1926).
[7] Carlos Marx, Crítica del programa de Gotha
[8] Hablando de la
reforma y apertura en China, el economista egipcio Samir Amin comentaba en un
reciente artículo: “Pese al hecho de que esta apertura ha coincidido con el triunfo
mundializado del neoliberalismo […] la opinión a
favor de un “socialismo de mercado”, o mejor aún, de un “socialismo con mercado” como fundamento de esta segunda fase de desarrollo acelerado está
muy justificada en mi opinión. En unos cuantos decenios China ha construido una urbanización industrial y
productiva que agrupa a 600 millones de seres humanos, dos terceras partes de
los cuales (¡una población casi equivalente a la de toda Europa!) han sido
urbanizados en el curso de las dos últimas décadas. Un resultado atribuible
al Plan, no al mercado.” (Samir Amin, “¿China es capitalista o socialista?”, El Viejo Topo
nº302, marzo 2013).
[9] Domenico Losurdo, Un viaje instructivo a China: reflexiones de
un filósofo
[10] En el programa electoral del
Frente Nacional de Francia para
las elecciones presidenciales de 2012, en un apartado titulado “Apoyo a las empresas y comercios: el
patriotismo económico”, aparece la siguiente propuesta: “Se pondrá en marcha una protección
inteligente a las fronteras para lucha contra la competencia desleal de los países a muy bajo coste de mano de
obra y las deslocalizaciones que son consecuencia de ello”.
[11] V.I. Lenin, El imperialismo y la escisión del socialismo
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