Extracto de una entrevista con Gorbachov, 16 de mayo de 1989.
El pueblo chino espera sinceramente que las relaciones chino-soviéticas
puedan mejorar. Propongo que aprovechemos esta oportunidad para declararlas
normalizadas de aquí en adelante.
Desde hace muchos años, está planteado el
problema de cómo entender el marxismo y el socialismo. Desde la primera
Conferencia de Moscú en 1957 hasta la primera mitad de la década del 60, hubo
una enconada polémica entre el Partido chino y el soviético. Fui uno de los
participantes en esa polémica y desempeñé un papel no insignificante. Después
de 20 y tantos años, al echar una mirada retrospectiva a ello, se observa que
de ambas partes se dijeron muchas palabras vanas. Transcurridos más de 100 años
después de la muerte de Marx, todavía no se sabe con claridad cuáles son los
cambios que se han operado, ni cómo hay que entender y desarrollar el marxismo
en las condiciones de estos cambios. De ninguna manera se podría exigir que
Marx supiera dar respuesta a problemas que habrían de surgir 100 años o
centenares de años después de su fallecimiento. Otro tanto se puede decir de
Lenin frente a los problemas aparecidos 50 o 100 años después de su muerte. Los
verdaderos marxistas y leninistas deben entender, heredar y desarrollar el
marxismo-leninismo de acuerdo con las circunstancias del momento.
La situación
mundial cambia con cada día que pasa y, en particular, la ciencia y la
tecnología modernas se desarrollan muy rápido. Un año de ahora vale por unos
decenios, 100 años o incluso más tiempo de la sociedad antigua. No es verdadero
marxista el que no sabe heredar y desarrollar el marxismo con nuevos
pensamientos y conceptos.
Lenin fue un verdadero, un gran marxista porque
encontró, no en los libros, sino en la realidad, en la lógica, en el
pensamiento filosófico y en los ideales comunistas el camino revolucionario y
logró realizar en un país atrasado la Revolución Socialista de
Octubre. Mao Zedong, gran marxista- leninista chino, no buscó en los libros de
Marx y Lenin las vías para coronar con la victoria la revolución de nueva
democracia en China, un país atrasado. ¿Era posible para Marx prever que en un
país atrasado como Rusia se podría realizar la Revolución de Octubre? ¿Era
posible para Lenin prever que en China se conquistaría la victoria cercando las
ciudades desde las zonas rurales?
Así ocurre con la revolución, y lo mismo con
la construcción. Una vez conseguida la victoria de la revolución, cada país
debe construir el socialismo según sus propias condiciones. No existe ni es
posible que exista una modalidad fija. La idea de aferrarse a las viejas
fórmulas sólo conduce al atraso e incluso al fracaso.
El objetivo de nuestro
encuentro de hoy puede expresarse en la siguiente frase: despachemos el pasado
y abramos el futuro. Habiendo dicho adiós al pasado, es posible no referirse
más a él y, en cambio, poner el acento en abrir el futuro. Sin embargo, tampoco
estaría bien guardar completo silencio sobre el pasado, pues hace falta, de
todos modos, una rendición de cuentas. Aquí me permito expresar algunas
opiniones del pueblo y del Partido de China. Acerca de esas opiniones no
demandamos respuesta ni hay necesidad de polemizar, y cada uno puede decir lo
suyo. Proceder así favorece nuestro avance sobre una base más sólida. Sólo
quisiera hablar en forma sucinta de dos temas. Primero, de los daños que en el
pasado sufrió China bajo la opresión de las potencias extranjeras, y segundo,
de los orígenes de las amenazas que los chinos sentimos sobre nuestro país en
los últimos decenios o, más exactamente, en los últimos 30 años.
Comenzaré por
el primer tema. Desde la Guerra del Opio, a causa de la corrupción de la
dinastía Qing, China, invadida y subyugada por las potencias extranjeras, se
convirtió en un país semicolonial y semifeudal. Las potencias que atropellaron
a China totalizaban más de diez. La primera de ellas fue Inglaterra, y antes de
ésta, Portugal, que obligó a China a arrendarle Macao. Sin embargo, los países
que más se beneficiaron de China fueron dos, el Japón y la Rusia zarista,
incluida la Unión Soviética durante ciertos períodos y en ciertos problemas. El
Japón ocupó muchos lugares de China, en el caso de Taiwán por espacio de 50
años. Numerosas regiones de China fueron declaradas por el Japón como esferas
de influencia suyas, especialmente en el Norte, donde había, en muchas grandes
ciudades, concesiones japonesas. En 1931, el Japón desencadenó una guerra de
agresión contra China y, en 1932, creó lo que se dio en llamar. “Manzhouguo” en el Nordeste de China. En 1937, desató una guerra de agresión general contra
China, que duró ocho años. Al final, gracias a la resistencia de China y a la
lucha conjunta de los países de la coalición antifascista mundial,
incluida la participación de la Unión Soviética con sus tropas, el Japón sufrió
un fracaso total en la guerra. Son incalculables los daños que acarreó el Japón
a China. Solamente en términos de muertos, China perdió decenas de millones de
vidas. Por consiguiente, si hemos de sacar cuentas históricas, es el Japón el
que más debe a China. Sin embargo, con la derrota del Japón en la guerra, China
recuperó todos los territorios por él ocupados, de modo que no pudo apoderarse
ni de un pedazo de tierra china. El caso pendiente es el de las islas Diaoyu,
un lugar muy pequeño y deshabitado. Durante mi visita al Japón, los periodistas
me preguntaron sobre este problema. Dije que podíamos dejarlo pendiente, de
modo que si los de esta generación no logramos resolverlo, la siguiente
generación, que ha de ser más inteligente, sin duda le encontrará solución. En
cuanto a este problema y otros litigios semejantes, planteamos más tarde una
idea tentativa, la de una probable solución consistente en una forma de
explotación conjunta.
La otra potencia que más provecho sacó fue la Rusia
zarista, que habría de ser sucedida por la Unión Soviética. Mediante tratados
desiguales, la Rusia zarista se apropió más de 1.500.000 kilómetros cuadrados
de territorio chino.
Incluso después de la Revolución de Octubre, se
registraron casos de lesiones a los intereses de China. Por ejemplo, las islas
Heixiazi fueron ocupadas por la Unión Soviética en 1929. Pero lo más grave fue
que, en vísperas del triunfo en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos,
Inglaterra y la Unión Soviética concertaron en Yalta un acuerdo secreto,
repartiéndose entre sí esferas de influencia y perjudicando extremadamente los
intereses de China. Eso ocurrió en la época de Stalin. El gobierno chino de ese
entonces, el del Guomindang, firmó un tratado con la Unión Soviética
reconociendo las determinaciones de Yalta.
Después de la fundación de la
República Popular China, ésta firmó un nuevo tratado con la Unión Soviética.
Estableció relaciones diplomáticas con la República Popular de Mongolia y llegó
con ella a un acuerdo demarcando definitivamente las fronteras. Más tarde,
cuando China y la Unión Soviética entablaron negociaciones sobre el problema
fronterizo, siempre demandamos, que la Unión Soviética reconociera como
desiguales los tratados concertados entre la Rusia zarista y la dinastía Qing,
y como hecho histórico los actos realizados por la Rusia zarista en perjuicio
de China mediante esos tratados. A pesar de ello, teniendo en cuenta que más de
1.500.000 kilómetros cuadrados de territorio fueron arrancados por la Rusia
zarista durante la dinastía Qing según los términos de los tratados firmados,
y tomando en consideración, al mismo tiempo, la situación histórica y actual,
estamos dispuestos a resolver racionalmente el problema fronterizo sobre la
base de esos tratados.
Lo que acabo de decir se refiere al primer
tema. Aclarar esto puede ser útil para resolver los problemas heredados del
pasado y esclarecer algunas facetas del concepto de “abrir el futuro”, razón
por la cual vale la pena hablar de ello.
El segundo tema es de dónde han venido
las amenazas contra China. Poco después de la Segunda Guerra Mundial, logramos
en el país la victoria de la guerra revolucionaria y fundamos la República
Popular China. Aunque nuestro país nunca ha invadido a otros ni constituido
amenaza para nadie, ha sido objeto de amenazas del exterior. China es un país
pobre y débil, pero independiente y autónomo. ¿De dónde han procedido
principalmente las amenazas contra China? Apenas fundada la República Popular,
nos vimos enfrentados a este problema. En aquel entonces, las amenazas venían
de Estados Unidos y tuvieron su expresión más destacada en la guerra de
Corea, y luego, en la de Vietnam. En la guerra de Corea, China envió sus
voluntarios para medir fuerzas frente a frente con Estados Unidos, pero tuvo
que cargar con la mitad del valor de los armamentos suministrados por la Unión
Soviética. Después, se deterioraron las relaciones chino-soviéticas, y nuestro
país enfrentó dificultades económicas. Sin embargo, por más difícil que nos
resultó, sabíamos que era necesario saldar esas deudas contraídas en la compra
de armamentos, y lo hicimos con dos años de anticipación.
En la década del 60,
a lo largo de las fronteras chino-soviética y chino-mongola, la Unión Soviética
fortaleció sus instalaciones militares, aumentando incesantemente sus misiles,
que llegaron a representar un tercio del total. Incrementó sin cesar los
efectivos de su ejército y, además, envió tropas a Mongolia, de modo que allí
el total de sus hombres llegó a un millón. ¿De dónde procedían las amenazas
contra China? Lógicamente, China sacó su propia conclusión. En 1963, viajé a
Moscú a la cabeza de una delegación, pero se rompieron las negociaciones. Cabe
señalar que desde mediados de la década del 60, nuestras relaciones se
deterioraron hasta quedar prácticamente rotas. No me refiero a los problemas
tratados en la polémica ideológica, acerca de la cual ahora nosotros mismos
tampoco consideramos que haya sido correcto todo lo que dijimos. El verdadero
problema de fondo estaba en la desigualdad, en lo humillados que nos sentíamos
los chinos. Con todo, nunca olvidamos que, durante el I Plan Quinquenal de
China, fue la Unión Soviética la que nos ayudó a echar los cimientos de nuestra
industria.
He hablado tanto para, digámoslo así, “despachar el pasado”. Mi
objetivo reside en hacer saber a los camaradas soviéticos cómo entendemos ese
“pasado” y qué es lo que hay en nuestra cabeza. Rendidas las cuentas
históricas, todos los problemas quedan eliminados de un soplo; éste también es un logro de nuestro encuentro. Habiéndolo dicho todo, viene ahora
el punto final, y el pasado queda despachado.
Actualmente van en aumento los
contactos entre ambos países; después de la normalización de nuestras
relaciones, esos contactos ganarán mucho tanto en profundidad como en amplitud.
Con respecto a la ampliación de los contactos, tengo una importante propuesta:
más trabajo real y menos palabrería.
En lo que me queda de vida, sólo me falta
un asunto, o sea, el problema de Taiwán; tal vez no pueda yo llegar a verlo
resuelto. Lo que he hecho es lo siguiente: el reajuste de nuestras relaciones
con el Japón y los Estados Unidos, así como con la Unión Soviética, la decisión
de recuperar Hong Kong y el consiguiente acuerdo con Inglaterra sobre el
particular. Lo mencionado arriba se refiere a mi participación en el aspecto de
las relaciones exteriores. En el trabajo interno, he participado en lo
siguiente: la definición de la línea fundamental del Partido, la decisión de
centrarse en la obra de las cuatro modernizaciones, el establecimiento de la
política de reforma y apertura y la determinación de persistir en los cuatro
principios fundamentales. Me queda aún una cosa sin realizar, y es la abolición
del sistema de cargos de dirección vitalicios, problema institucional de gran
importancia.
"¡Con el gran apoyo de la Unión Soviética, y nuestra propia gran fuerza, haremos realidad, paso a paso, la industrialización de nuestro país!" (1953)
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