martes, 19 de julio de 2016

China sacude la mesa del orden financiero mundial


Por Ariel Noyola Rodríguez 

China ya tomó la delantera frente a Estados Unidos en el financiamiento global de infraestructura. Las finanzas internacionales están en vías de transformación, pese a la fuerte oposición de la cúpula de poder norteamericana. El año pasado, desde Washington, funcionarios de alto nivel intentaron sabotear el lanzamiento del Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (BAII), pero no lo consiguieron.

De hecho, aquellos que eran supuestamente los aliados incondicionales del Gobierno de Estados Unidos, como Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido, a la postre tomaron la decisión de incorporarse a la nueva institución multilateral de crédito promovida por Pekín. El presidente Barack Obama no pudo concebir que, en unos cuantos meses, el BAII haya conquistado el respaldo de más de 50 países.

Es indudable, China está precipitando el declive estadounidense en escala mundial. En abril de 2015, Larry Summers, quien fue secretario del Departamento del Tesoro durante el Gobierno de Bill Clinton, apuntó que la exitosa convocatoria del BAII representaba uno de los episodios más dramáticos para la hegemonía norteamericana: “El mes pasado puede ser recordado como el momento en que Estados Unidos perdió su papel como garante del sistema económico mundial” [1].

Pekín posterga la gran ofensiva contra el dólar

Con todo, hasta el momento China ha actuado con extrema cautela. Gracias a ello, casi todos los países del Grupo de los 7 (G-7, conformado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) han recibido con beneplácito la puesta en marcha del BAII. Sin embargo, si bien es verdad que la extraordinaria capacidad de convocatoria de Pekín socavó la influencia de Washington en el financiamiento mundial de infraestructura [2], el BAII se resiste a desechar el dólar. Aunque muchos especularon [3] que los préstamos del BAII estarían denominados en yuanes, o quizás en monedas locales, hasta la fecha sus créditos han sido emitidos en la divisa estadounidense.

Por añadidura, cabe destacar que de los cuatros préstamos que fueron aprobados los primeros seis meses de este año por el BAII, por un total de 509 millones de dólares, tres de ellos están relacionados con proyectos de inversión en los que también participan las instituciones del viejo orden financiero mundial, ese que se construyó a imagen y semejanza de Estados Unidos tras la segunda posguerra. A mi juicio, los chinos quieren sacar provecho de las acciones que tienen invertidas en el Banco Mundial y el Banco Asiático de Desarrollo, así como de las excelentes relaciones que han sembrado con Europa.

Actualmente, el BAII financia un programa de mejora de vivienda en Indonesia junto con el Banco Mundial a través de un crédito de 216,5 millones de dólares; la construcción de una autovía en Pakistán, con un costo de 100 millones de dólares, se realiza en colaboración con el Banco Asiático de Desarrollo y el Departamento para el Desarrollo Internacional del Reino Unido; un préstamo de 27,5 millones de dólares, financiado junto con el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, se utiliza para modernizar una carretera en Tayikistán; llevar energía eléctrica a las zonas rurales de Bangladesh, a través de un préstamo de 165 millones de dólares, es el único proyecto que el BAII ejecuta de forma independiente.

La vocación global del Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura

Pese a todo, el nacimiento del BAII marca un punto de inflexión en la historia de las instituciones multilaterales de crédito por ser la primera (además del nuevo banco de desarrollo de los BRICS, integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en la que las economías emergentes son las principales accionistas [4].

Las aportaciones económicas de las tres potencias orientales de los BRICS son aplastantes: la de China es de 29,78%, seguida de la India con 8,36%, y en tercer lugar Rusia con 6,53%. En contraste, los 20 socios no regionales del BAII contribuyen solamente con una cuarta parte de los 100 000 millones de dólares del capital autorizado [5].

En un primer momento, el BAII se concibió bajo la idea de proveer financiamiento a los países de la región asiática principalmente, sin embargo, todo apunta a que China planea convertirlo en una institución con vocación global capaz de aglutinar las aspiraciones de todas las economías emergentes [6]. Bajo esta perspectiva, en la ceremonia de inauguración de su primera cumbre anual, celebrada en Pekín el mes de junio pasado, el presidente del BAII, el chino Jin Liqun, anunció que en la actualidad están evaluando la incorporación de 24 países más [7].

En la región latinoamericana, Chile, Colombia, Venezuela son los candidatos; en cuanto a África, presentaron su postulación Argelia, Libia, Nigeria, Senegal y Sudán. También destaca la candidatura de Canadá, que junto con México y Estados Unidos forma parte del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN); en Europa, Chipre, Grecia e Irlanda están sumamente interesados. Si todo marcha tan bien como hasta ahora, es muy posible que para finales de este año el BAII cuente con más de 100 países miembros [8], es decir, tendría por lo menos 34 adherentes más en comparación con el Banco Asiático de Desarrollo, aunque todavía estaría lejos de alcanzar los 183 que posee el Banco Mundial.

Apostar por un mundo multipolar

El BAII tiene muchas tareas pendientes. Es que aunque la región asiática registró elevadas tasas de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) durante las últimas dos décadas, no logró hacerse de un sistema de infraestructura de vanguardia. Sultan Ahmed Al Jaber, quien es el ministro de Gobierno de los Emiratos Árabes Unidos, reveló que en Asia-Pacífico casi 1 500 millones de personas carecen de servicios de saneamiento básico, 260 millones no tienen acceso a agua potable y por lo menos 500 000 no cuentan con electricidad en sus casas [9].

En conclusión, la primera cumbre anual del BAII puso de manifiesto la determinación de China para hacerse escuchar en las ‘grandes ligas’ de las finanzas internacionales. Por su compromiso con la construcción de la nueva “Ruta de la Seda” (‘Silk Road’) [10], el BAII constituye un poderoso contrapeso frente a la influencia geoeconómica de Estados Unidos y Japón en la región asiática. Sin embargo, para acelerar la construcción de un orden mundial multipolar es decisivo que los directivos del BAII se decidan finalmente a desechar el dólar y, sobre todo, que nunca abandonen la promesa de mejorar las condiciones de vida de la humanidad.

Fuente: Russia Today

[1] «Time US leadership woke up to new economic era», Lawrence Summers, Financial Times, April 5, 2015.

[2] «The AIIB: The infrastructure of power», The Economist, July 2, 2016.

[3] «China seeks role for yuan in AIIB to extend currency’s global reach», Cary Huang, The South China Morning Post, April 14, 2015.

[4] «Beijing, el crepúsculo asiático post-Bretton Woods», por Ariel Noyola Rodríguez, Red Voltaire , 1ro de noviembre de 2014.

[5] «Asian Infrastructure Investment Bank: Articles of Agreement», Asian Infrastructure Investment Bank.

[6] «President’s Opening Statement 2016 Annual Meeting of the Board of Governors Asian Infrastructure Investment Bank», Asian Infrastructure Investment Bank, June 25, 2016.

[7] «AIIB expansion plans underscore China’s global ambitions», Tom Mitchell, Financial Times, June 26, 2016.

[8] «AIIB will have 100 countries as members by year-end: Jin Liqun», Li Xiang, China Daily, May 31, 2016.

[9] «The AIIB has been designed to benefit all», Sultan Ahmed Al Jaber, China Daily, June 25, 2016.

[10] «China’s AIIB seeks to pave new Silk Road with first projects», Tom Mitchell & Jack Farchy, Financial Times, April 19, 2016.

jueves, 14 de julio de 2016

En defensa del pueblo chino. Respuesta a Elisseos Vagenas (4ª parte)

El presidente Vagenas, en lucha contra la "camarilla capitalista"

1. Introducción

En la anterior entrega de mi análisis del artículo “El papel internacional de China”, escrito en 2011 por Elisseos Vagenas, responsable de relaciones internacionales del Partido Comunista de Grecia (KKE), había hablado de la necesaria integración de China en el sistema económico internacional y en ciertos organismos internacionales, y en general de sus relaciones con el resto de países del mundo, tanto en el terreno económico como el político.

En esta cuarta entrega, voy a refutar una tesis en boga desde hace ya bastantes años, según la cual China sería una potencia imperialista. Esta grave acusación es recogida por Vagenas en su artículo, aunque por un motivo que ignoramos, no lo dice abiertamente, sino que lo insinúa por medio de rodeos e indirectas.

Será preciso, por lo tanto, hacer una breve reflexión sobre si China es un país capitalista, para poner en cuestión su naturaleza imperialista. Después, ofreceré datos sobre las relaciones entre China y los continentes de África y Latinoamérica, para demostrar que no se trata de relaciones coloniales. También hablaré del gasto militar chino para relativizar el supuesto militarismo de China así como las intenciones imperialistas que le atribuye Vagenas. Finalmente, haré un comentario sobre la Organización de Cooperación de Shanghái, citada por Vagenas en su artículo y que él califica como el “otro lado de la realidad imperialista”.

2. Acusaciones implícitas de imperialismo

La gran acusación que se ha puesto de moda desde hace una década en sectores de la izquierda dogmático-revisionista (maoístas, hoxhistas[1] y “pro-soviéticos” pasados al izquierdismo) es la de que China se comporta como un país imperialista. Esta acusación pretende fundamentarse en las relaciones comerciales y financieras que ha establecido con distintos países del mundo, en África y Latinoamérica principalmente. Lo más lamentable es que, en su artículo, Vagenas nunca lo dice abierta y sinceramente, sino que lo expresa a través de rodeos, insinuaciones y afirmaciones implícitas. Veamos algunos ejemplos.

En el apartado “En la economía”, Vagenas empieza afirmando que “cabe destacar la intención de China de controlar la mayor cantidad posible de recursos naturales que cada vez más pasan bajo el control de las empresas chinas. Este esfuerzo se centra en África”.

Después, en el apartado “Sobre su posición económica”, Vagenas dice lo siguiente:  

“A veces se oye por varios lados que, en oposición con las demás potencias imperialistas, China con sus inversiones en los países en desarrollo no pretende saquear los recursos naturales de estos países sino construir infraestructura […] China aplica en los países en desarrollo programas médicos especiales, programas de formación de cuadros de estos países, disminución de los aranceles para las importaciones de productos de estos países en China, absorbiendo el 50,1% de las importaciones de todos los países en desarrollo por países menos desarrollados mientras les ofrece préstamos a bajo interés. Algunos presentan estos elementos como prueba de la diferencia entre la China “socialista” y las demás potencias imperialistas.”

Ante esta razonable objeción, Vagenas contesta:

“Incluso si aceptamos que existe diferencia en el modo que despliega China su actividad en África, Asia etc. en comparación con otras potencias imperialistas […] de hecho estas medidas no hacen que China sea diferente en cuanto al objetivo que sirven. El objetivo es la facilitación de las inversiones chinas en estos países, el allanamiento del “camino” para el capital chino que despliega su actividad; en breve el objetivo es la acumulación de capital. Esta actividad se refuerza por ejemplo cuando existe infraestructura moderna (carreteras, puertos, aeropuertos, edificios) así como infraestructura necesaria para la educación de la mano de obra que es necesaria para que funcionen las empresas. Los préstamos a bajo interés que ofrecen los bancos chinos o la absorción de las exportaciones de estos países por China están relacionados con el esfuerzo de China por asegurar por una parte mejores términos para la penetración de los capitales chinos en estos países…”

Después, en el apartado “Según los datos actuales”, Vagenas dice lo siguiente: 

“Actualmente, en China se desarrollan y predominan las relaciones capitalistas de producción, participa en organizaciones imperialistas como la Organización Mundial del Comercio y se ha integrado en el sistema imperialista. Su postura en asuntos internacionales no se diferencia de la postura de las potencias imperialistas.”
 
Y más adelante, cuando trata de refutar que los países BRICS representan un contrapeso a lo que él llama el “mundo monopolista de los EE.UU.”, Vagenas dice:

“Tras el derrocamiento del poder soviético y la destrucción de la URSS se intensificaron los antagonismos inter-imperialistas, en que los EE.UU. jugaban un papel protagonista debido a su fuerza. Al mismo tiempo, debido al desarrollo capitalista desigual, nuevas potencias imperialistas surgieron al lado de los EE.UU., la UE y Japón que pretendían lograr parte de las materias primas, de las rutas de transporte y de los mercados.” 

Quien ya conozca el estilo argumentativo de Vagenas, sabe que incluye a China entre estas “nuevas potencias imperialistas”, aunque no se atreva a decirlo.  

Finalmente, en el apartado “La supuesta apertura inevitable al mercado mundial”, Vagenas se hace la siguiente pregunta:

“¿Se puede considerar la “participación de China” en el mercado mundial como un intercambio obligatorio de productos de economías diferentes que se impone por la correlación internacional? No, ante todo porque se trata de exportación de capital acumulado en China a través de relaciones capitalistas de producción. Por eso no se puede comparar con las operaciones comerciales de la URSS con las economías capitalistas.”

Junto con una serie de otras acusaciones que ya hemos visto en otras ocasiones, como la de “agudizar el antagonismo capitalista”, la de que China es “carne de la carne del sistema imperialista internacional” y “participa en organizaciones imperialistas como la Organización Mundial del Comercio”, y otras que directamente producen una carcajada como la de “atar económicamente a Venezuela”, estas afirmaciones indican que Vagenas piensa que China es una potencia imperialista, aunque no se atreve a decirlo claramente, como quien tira la piedra y esconde la mano. Pareciera como si él mismo se diera cuenta de que esta afirmación es una aberración, y diera marcha atrás en el último momento, pero aun así se viera empujado a lanzar este tipo de insinuaciones, movido por su odio visceral contra el pueblo chino.

En realidad, Vagenas incurre en aquello que tanto le reprocha al Partido Comunista de China (PCCh), que fue el error de condenar de manera absoluta a la URSS, anticipando el restablecimiento del capitalismo y calificándola de “social-imperialista”. Tiene toda la razón Vagenas cuando denuncia que “el Partido Comunista de China se basó en la evaluación sobre los “tres mundos”. Según esta teoría el “primer mundo” incluía las grandes potencias (de hecho la URSS se caracterizaba como “potencia social-imperialista”)”

¿Pero por qué reproduce el mismo comportamiento contra China? ¿No sería mucho más correcto priorizar los elementos de socialismo que existen en China, en lugar de atacarla frontalmente? No podemos descartar que la actitud de Vagenas esté motivada por algún tipo de resentimiento hacia China por su pasada política anti-soviética. Pero esta actitud es absurda, puesto que la política exterior de China hoy ya no tiene nada que ver con la política maoísta de los años 60 y 70 e incluso de los años 80. De hecho, China y la URSS restablecieron relaciones diplomáticas en 1989 – ¡aunque claro, aquello se hizo en tiempos del “traidor” Gorbachov, con lo cual siempre puede ponerse un “pero”!

Hay que decir que la actitud de Vagenas hunde sus raíces en la tradición del revisionismo jruschoviano, que en algunos aspectos persistió durante el periodo de Brézhnev. Como respuesta a las críticas del PCCh, ambos dirigentes agitaron la bandera del “peligro amarillo”, tesis que había sido una constante en Occidente para perseguir objetivos coloniales. 

La teoría del “peligro amarillo” había sido ideada en 1895 por el emperador de Alemania Guillermo II para sembrar miedo con el fin de proseguir con el reparto del mundo por un puñado de imperialistas. Aunque empleara una fraseología diferente, Nikita Jruschov recuperó inconscientemente esta teoría reaccionaria durante los años 60, acusando al PCCh de tener posiciones favorables a la “creación de barreras raciales y geográficas”, de proceder a la “sustitución del punto de vista de clase por el punto de vista racial” y alertando contra la “inminente amenaza de Gengis Khan”, en alusión a supuestas pretensiones hegemonistas de China[2].

Posteriormente, Leonid Brézhnev, que se diferenciaba de Jruschov en una serie de cosas, pero no en su furiosa hostilidad contra China, recogió el testigo de su predecesor. Brézhnev siguió difundiendo falsas acusaciones sobre la “amenaza china”, llegando incluso a comparar el “hegemonismo” chino con el expansionismo hitleriano (lo cual no quita que se dijera exactamente lo mismo desde la parte china). En el XXIII Congreso del PCUS (1966) Brézhnev declaraba, en alusión a China, que “las desviaciones de la línea marxista-leninista, ya sean de derecha o de ‘izquierda’, se vuelven particularmente peligrosas cuando se confunden con manifestaciones de nacionalismo, chovinismo de gran potencia y hegemonismo[3]

Después, a principios de los años 90, con el triunfo extasiado del imperialismo ante la derrota parcial del socialismo, la teoría del “peligro amarillo” o la “amenaza china” fue resucitada. En aquellos años, el imperialismo inició una histérica campaña mediática en lo político y lo ideológico, aludiendo a la “amenaza china” en todos los terrenos: civilización, orden, alimentos, equilibrio militar, alimentos, etc. En las últimas décadas, también se ha puesto de moda la sinofobia por la cuestión medioambiental.  

Dicho esto, cuando Vagenas alerta sobre el aumento de la capacidad militar china, denunciando que “China ocupa la segunda posición a nivel mundial en términos de gastos de defensa” y que “las fuerzas armadas chinas son las más numerosas del mundo con 2.300.000 hombres”, está siendo cómplice de esta campaña. 

Esta no es una afirmación a la ligera. En otros lugares, Vagenas habla del “antagonismo feroz” entre China y otros países, de la “fuerza militar” y del “apetito del capital para nuevos mercados y materias primas”, en clara alusión a China. Por muy buenas que sean sus intenciones, estas posiciones son objetivamente reaccionarias, llegando a recordar las declaraciones hechas en 1965 por el ex-nazi Siegfried Müller, cooptado por la Escuela Militar Americana en 1950 para después servir a la OTAN y ser mercenario en el Congo en 1964: 

“…si existe un peligro que amenaza al Occidente cristiano, éste no puede venir más que de la vieja ciudad imperial de Beijing […] Beijing ya está empezando a poner sus manos sobre África. 750 millones de chinos se esmeran en su país. Avanzan sin prisa, pero sin pausa, en dirección hacia Estados Unidos. Se han instalado en Indonesia, Birmania y Hong Kong y en otros muchos lugares[4].”

Desde hace algunas décadas, estamos asistiendo al auge de China en lo económico, político y diplomático. Gracias a ello, y gracias a las relaciones comerciales más justas que ofrece a los países tercer mundo, China está haciendo posible el progresivo desalojo de la presencia imperialista en muchos países del continente africano y de otros lugares. Es evidente que estamos basculando hacia un mundo multipolar, cosa que impide dormir por las noches a los imperialistas. 

Esta es la razón por la cual se ve a menudo a reaccionarios de todo tipo inocular discreta e insidiosamente en medios de comunicación de derechas e “izquierdas” la teoría del “peligro amarillo”. Así se explica que súbitamente, la burguesía imperialista muestre ahora estar preocupada por la situación de los africanos. El 14 de julio de 2008, el diario belga De Standaard escribía que China “no tiene ninguna consideración por la situación de los simples africanos, mientras pueda buscar materias primas en África y darle salida a sus propios productos”

Eric Bruyland, del diario económico Trends, afirmaba el 6 de marzo de 2008 que China no tenía nada que envidiarles a las “aves rapaces occidentales”. Y no parece que Bruyland sea precisamente un marxista-leninista. 

Así se explicaba también la campaña propagandística financiada por la revista The Economist que inundó Reino Unido con carteles que decían: “El boom de las inversiones chinas en África es malo para los africanos”, explicando que China apoyaba a gobiernos dictatoriales y pagaba a los obreros sudafricanos por debajo del salario mínimo.  

Para que quede claro, en febrero de 2006, durante un viaje a Nigeria, el ministro británico de asuntos extranjeros Jack Straw tuvo la desfachatez de decir que lo que China estaba haciendo en África era lo mismo que lo había hecho Gran Bretaña 150 años antes. El 13 de junio de 2011, durante una gira por África, la secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton invitaba al continente africano a mantenerse vigilante ante el “nuevo colonialismo” encarnado por China, que “saquea sus recursos naturales, corrompe a sus dirigentes y se va”

Por lo tanto, podemos afirmar sin dudarlo que Vagenas se ha convertido en un altavoz de la propaganda racista y neo-colonial, aunque pretenda hacerlo bajo un ropaje “marxista-leninista”. 

Los ataques contra China haciendo alusión al control de los recursos naturales por los monopolios, el reparto territorial del mundo, la dominación política y financiera de unos Estados sobre otros y  el gasto militar, se inspiran de las tesis de V.I. Lenin expuestas en la obra “El imperialismo, fase superior del capitalismo” (posiblemente la obra de Lenin más tergiversada por los dogmático-revisionistas). Tenemos que estudiar por lo tanto si las características de China se ajustan a las del imperialismo como fase superior del capitalismo, tal como se exponen en la obra del revolucionario ruso. 

Pero antes de ello, antes de hacer uso de frases aisladas de Lenin, como si su obra fuese un catecismo, hay que advertir que si se quiere demostrar la naturaleza imperialista de China, primero habría que demostrar si es un país capitalista. O mejor dicho, si es un país socialista. Lo cual haría del todo imposible que pudiera ser un país imperialista.

Puede leerse el resto del artículo pinchando aquí.

[1] Uno de los primeros en lanzar esta acusación fue Enver Hoxha, que en su obra El imperialismo y la revolución, escrita en 1978, decía cosas que curiosamente se parecen como dos gotas de agua a lo afirmado por Elisseos Vagenas:

“China autodenomina marxista-leninista la línea política que sigue, pero la realidad demuestra lo contrario. Precisamente los marxistas-leninistas debemos desenmascarar la verdadera naturaleza de esta línea. No debemos permitir que las teorías revisionistas chinas pasen por teorías marxistas, no debemos tolerar que China, en el camino en el que se ha metido, simule combatir por la revolución, cuando en realidad se opone a ella. China, con su política, pone aún más en evidencia que trata de reforzar las posiciones del capitalismo en el país e implantar su hegemonía en el mundo, convertirse en una gran potencia imperialista para que también ella ocupe, como suele decirse, el «lugar que se merece».” 

Y también: 

“El grupo que impera actualmente en China hace mucho hincapié en el «tercer mundo», en el cual incluye a la propia China, y esto no ocasionalmente y sin intención. El «tercer mundo» de los revisionistas chinos tiene un objetivo político bastante determinado. Forma parte de la estrategia que tiende a convertir China lo antes y lo más aceleradamente posible en una superpotencia. China pretende agrupar en torno suyo a todos los países del «tercer mundo» o los «países no alineados», o bien a los «países en vías de desarrollo», para crear una gran fuerza, que no sólo aumentará el potencial global chino, sino que también la ayudará a oponerse a las otras dos superpotencias, los Estados Unidos de América y la Unión Soviética, a tener un peso mayor en los chalaneos para el reparto de los mercados y las zonas de influencia, a asegurarse el status de verdadera superpotencia imperialista.” 

[2] “Apologistas del neo-colonialismo”, Polémica acerca de la línea general del Movimiento Comunista Internacional, Diario del Pueblo, 22 de octubre de 1963.

[3] L.I. Brézhnev, XXIII Congreso del PCUS, Ed. Agencia Novosti, 1966.

[4] Ludo Martens, Sobre algunos aspectos de la lucha contra el revisionismo, 1995.

domingo, 3 de julio de 2016

Por qué China no es "capitalista": el papel del Estado en el desarrollo económico de China (2ª parte)

Xiao Yaqing, director de Comisión para la Supervisión y la Administración de los Activos del Estado (SASAC)

Segunda parte de los extractos de la obra de Jonathan Clyne "El milagro económico chino –  ¿Un triunfo del capitalismo o de la economía planificada?" (2013). Es preciso aclarar que no nos hacemos responsables de todas las opiniones del autor. 

Utilización de precios de mercado

En 1978, el Estado chino fijaba los precios del 100% de las transacciones de bienes de producción, del 97% de las ventas al por menor y del 93% de los productos agrícolas. Para el año 2003, estos porcentajes había caído al 10%, el 2.6% y el 1.9% respectivamente.

Los precios de mercado y la participación en el mercado mundial, han cambiado el carácter básico de la economía china. Pero ha permitido que la economía planificada funcione mejor. En las economías planificadas deformadas los que se encargaban de las directrices sobre precios tenían un duro trabajo, transfiriendo riqueza de la agricultura para la construcción de una industria pesada de propiedad estatal. Esto puso las bases de una economía más avanzada. Pero a medida que la economía se volvía más sofisticada, la necesidad de precios de mercado se hizo más importante. Es difícil elaborar un plan que conozca los costes reales de varios centenares de mercancías, pero es imposible elaborar un plan que tenga que estimar el coste de millones de mercancías.

El hecho de tener precios de mercado como fundamento de la economía no debe confundirse con una adaptación pasiva al mercado, como ocurre en los países capitalistas. El objetivo del plan debe ser intervenir y modificar precios en una dirección social y económicamente deseada. En cierta medida, incluso los gobiernos capitalistas lo hacen, por medio de impuestos y subsidios. Pero carecen de la herramienta más importante, que es el control sobre la inversión. En los años 60 y 70, algunos gobiernos inspirados por Keynes, como el de Reino Unido y Suecia, intentaron influir sobre las inversiones. Pero al no controlar las palancas dirigentes de la economía, su margen de maniobra era muy limitado.

En cambio, en una economía planificada el estado puede modificar los precios drásticamente. Se suele considerar aconsejable aumentar los precios de los Ferraris y bajar los precios de los autobuses. En este caso el gobierno puede incrementar las inversiones en las fábricas de autobuses y disminuirlas en las fábricas de Ferraris. Pero pensar que se esto puede conseguir fijando precios con un bolígrafo, está destinado a terminar en corrupción, mercado negro y baja productividad.

Políticas post-Tiananmen

En la plaza de Tiananmen, la burocracia aplastó el movimiento de los estudiantes con decisión. Y pudo hacerlo porque aún tenía una papel que jugar a la hora de desarrollar la economía rápidamente. Sin embargo, le puso freno al tren del capitalismo, e incluso lo revirtió parcialmente.

En los años 80, la economía de mercado dio pasos de gigante, principalmente a través del desarrollo de millones de pequeñas empresas que operaban fuera del plan y que estaban localizadas en áreas rurales, las llamadas TVE (Township and Village Enterprises – TVE). De esta forma, siguiendo las tradiciones maoístas, el capitalismo moderno chino tuvo sus orígenes en el campo, y no en las ciudades. Pero esto también es una debilidad. Después de Tiananmen se impusieron una serie de restricciones a las empresas privadas, que se mantuvieron a lo largo de los años 90. No hubo otra "nueva liberalización" en los años 90, y algunas de las medidas de los años 80 (como el acceso fácil a los créditos del estado para las empresas privadas y el sector más o menos informal) se agotaron. En lugar de ello, el crédito estatal estuvo fuertemente centralizado y los financieros privados fueron suprimidos. La política "todoterreno" de apoyar a municipios, aldeas, y TVE familiares también fue abandonada. Una nueva ley sobre las TVE, aprobada en 1997, subrayaba la prioridad de las TVE de propiedad colectiva. Esto venía a codificar una práctica que ya había sido implementada anteriormente. A partir de 1995, el papel de las TVE en la economía disminuyó.

A causa del aumento de impuestos, en las áreas urbanas hubo una disminución significativa del número de negocios por cuenta propia, pasando de 32 millones en 1999 a 24 millones en 2004. Toda la economía fue redirigida hacia la reestructuración de las empresas de propiedad estatal (State Owned Entreprises  SOE) más importantes, destinada a hacerlas más competitivas en el mercado mundial. Formalmente, muchas de estas SOE se convirtieron en sociedades por acciones en aras de obtener capital, pero el Estado mantuvo el control de la mayoría. Las divisas fueron succionadas de todas partes de la economía y reinvertidas en la modernización de las empresas más grandes. Se hizo mucho énfasis en la privatización de las SOE medianas y pequeñas, siguiendo la implementación de la política de "quedaros con las grandes y dejad ir a las pequeñas", decididas en el XV Congreso del PCCh en 1997. Pero lo que raramente se dice es que fueron las pequeñas y medianas SOE quienes se hicieron cargo de la mayor parte de las pérdidas de las SOE. En realidad, las pérdidas fueron privatizadas. Algunas personas se enriquecieron especulando con estas empresas, pero su papel en la economía era y sigue siendo marginal.

El primer ministro Zhu Rongji impulsó a finales de los 90 la política de "dejar ir a las pequeñas"

En 1989, 1991, 1995 y 1997, el gobierno aprobó una legislación para apoyar y fortalecer a las SOE. Se les concedió ventajas fiscales, licencias de importación, un mayor acceso a las licencias domésticas y extranjeras, y se aumentó sustancialmente sus capacidad operativa. Los sectores económicos que las SOE podían abarcar se extendieron a toda la economía. En 2005, se prohibió que el personal pudiese adquirir participaciones en las grandes SOE. La burocracia trajo a la grandes multinacionales para que les ayudara con la reestructuración de las SOE. Esto fue lo que permitió que las grandes SOE pudieran competir en el mercado mundial y que el Estado acumulara una reserva gigantesca de divisas extranjeras.

Antes del año 2000, China solía tener un pequeño excedente o un déficit en su balanza comercial. El gobierno tuvo éxito a la hora de modernizar el sector estatal, pero bajo el dominio de la burocracia, la necesaria reestructuración se hizo a expensas de los trabajadores despedidos y de imponer fuertes impuestos sobre la población rural. Este año incluso [año 2013 – NdT], el gobierno ha dado más pasos para evitar que las grandes SOE acaben en manos privadas. La SASAC, que es el perro guardián de los activos del Estado, está prohibiendo que el personal de dirección pueda tener participaciones en las filiales y sucursales. El personal de inversión también tiene el acceso prohibido a empresas envueltas en negocios similares a los de las SOE donde trabajan. El personal de dirección de niveles altos y medianos de las SOE deben transferir sus participaciones o dimitir de sus puestos en el año que sigue a la publicación de las nuevas leyes. La nueva ley también estipula que las participaciones que poseen todos los empleados de las grandes SOE solo puede ser una parte minoritaria del accionariado, a fin de asegurar su carácter de empresas estatales. 

El papel de la crisis

China también carece de otra característica típica del capitalismo: los ciclos de auge y depresión. Desde que el capitalismo se convirtió en modo de producción dominante en cada país, se ha visto acompañado de crisis de sobreacumulación. Estas crisis, que ya habían sido descritas en el Manifiesto Comunista, pueden aparecer cada 10 o 5 años. Pueden ser más profundas o más suaves, pero reaparecen continuamente. Son esenciales al funcionamiento del capitalismo. La creciente división internacional del trabajo ha supuesto que la crisis periódicas del capitalismo se expresen como crisis mundiales.

Pero la economía china no se ha visto afectada en absoluto por las crisis mundiales de 1991-1993 y 2001-2003. En la crisis de principios de los años 1991 a 1993, China creció un 9.2%, 14.2% y 13.5% respectivamente. Los índices de crecimiento durante la crisis siguiente fueron 8.3%, 9.1% y 10.1%. respectivamente. La India, por contraste, tuvo disminuciones de su crecimiento durante las dos crisis mundiales.

En la primera recesión del nuevo milenio, China estaba claramente integrada en la economía mundial, pero el gobierno contrarrestó los efectos de la desaceleración con un programa de inversiones masivas. El gobierno estadounidense también inyectó grandes cantidades de dinero en la economía por medio de pedidos de armas. De esta manera, China y los EE.UU. contribuyeron a "salvar" la economía mundial de una profunda recesión. Sin embargo, el resultado fue muy diferente en los dos países. Los EE.UU. se desplomaron ligeramente, pero terminaron con dos déficits gigantescos, un dólar en caída libre, y su competitividad en el mercado mundial entró en declive. China no se desplomó, aumentó su productividad, adquirió cuotas en el mercado mundial, e incrementó su balanza comercial. Esto es resultado de las diferencias fundamentales entre los dos modos de producción.

El plan de inversiones masivo lanzado en 2009 por Hu Jintao y Wen Jiabao ha permitido que China sortee los efectos de la crisis

En 1989-1990, la economía china se comportó de manera opuesta a la economía mundial. Mientras los países capitalistas desarrollados tuvieron una de las tasas de crecimiento más elevadas desde los años 70, el crecimiento en China disminuyó a aproximadamente el 4%. Esta había sido la tasa de crecimiento más baja desde 1976. Pero esto no se debía a una crisis capitalista, sino a los intentos del gobierno de introducir precios al por mayor de manera demasiado precipitada en 1988, generando una inflación galopante y el saqueo de tienda debido al pánico generado. 

Pese a que China fue golpeada más duro que nunca por la caída de la demanda global durante la crisis de 2008, el gobierno se las arregló para repetir la mismo receta empleado durante la crisis del sudeste asiático en 1997 y las recesiones mundiales en 1991-1993 y 2001-2003. Mediante una dosis masiva de inversiones estatales, los efectos de la crisis financiera internacional fueron contrarrestados. Con un plan bienal de inversión de cerca de 600 mil millones de dólares – que compiten en tamaño con los 700 mil millones del plan de EE.UU. pese a que la economía china sólo sea una fracción de la estadounidense. Pero los efectos fueron muy diferentes. Básicamente, el gobierno estadounidense ha pedido dinero prestado para llenar el agujero negro creado por los especuladores. Enormes cantidades de dinero fueron absorbidas por el sistema bancario sólo para evitar que colapsara y que se llevara consigo a todo el sistema capitalista. Tarde o temprano, cuando el gobierno haya inyectado dinero suficiente, los banqueros volverán a tener “confianza” y el sistema podrá volver a funcionar de manera relativamente normal. Pero el capitalismo estadounidense se verá enormemente debilitado después de esto. Los chinos y otros muchos que han prestado dinero a los EE.UU. preferirán compartir riesgos en el futuro. Y el gobierno estadounidense se quedará con un déficit gigantesco.

Los chinos, en cambio, podrán utilizar utilizar sur propias reservas. Puede que necesiten complementarlo con un incremento de los préstamos a gobierno, pero éstos son muy pequeños en comparación con otros países. Los bancos chinos no tienen problemas. Al contrario, están mejor que nunca. China es uno de los pocos países del mundo donde los préstamos bancarios, en relación al PIB, han bajado durante los últimos cinco años.


Cuando termine la crisis, China seguirá en su sitio gracias a su gigantesco paquete de estímulos: nuevas y mejores líneas férreas, aeropuertos, puertos y redes de suministro eléctrico; una maquinaria actualizada en las fábricas; una vivienda social más barata y una seguridad social más elevada; unos servicios sanitarios y un sistema educativo mejorados; ingresos medios más elevados, y para los campesinos un precio al por menor del grano más elevado. Durante los primeros seis meses de 2008, China contribuyó en un tercio al crecimiento del PIB mundial. Desde entonces, la parte de China ha crecido y los expertos del FMI predijeron que, pese a una caída de la tasa de crecimiento hasta el 8.5%, China contribuiría a la mitad del crecimiento mundial en 2009.

Por supuesto, no todo es color de rosa. Las manufacturas privadas de juguetes y zapatos están cayendo como fichas de dominó por el impacto de la crisis mundial (y por la tendencia de las manufacturas de juguetes chinas de meter toxinas a sus juguetes). Aquellos que han especulado en lujosos apartamentos en Beijing y Shanghái y en el mercado de valores se verán afectados. Pero todo esto no es necesariamente malo, y en particular esto último. Los juguetes y los zapatos suponen menos de un 5% del total de las exportaciones chinas. China ha pasado de ser un típico país exportador del tercer mundo (mercancías fabricadas con trabajo intensivo y materias brutas) a competir con el imperialismo en su propio terreno. La exportación de maquinaria y equipos de transporte representa casi la mitad de las exportaciones y sigue creciendo en términos de volumen a más de un 20% anual.

En cualquier caso, la economía china es impulsada principalmente por el consumo interno y la inversión. Entre 2005 y 2007, las exportaciones netas sólo contribuyeron en un 2-3% al incremento del PIB, mientras que el consumo interno contribuyó en un 8-9%. Estos datos nos indican que las exportaciones son cada vez menos importantes. Por lo tanto, aunque caigan las exportaciones, China seguirá experimentando un crecimiento considerable. Sin embargo, aunque parece que la tasa de crecimiento de las exportaciones va a caer, las exportaciones en términos absolutos seguirán creciendo considerablemente a medida que China adquiera cuotas en un mercado mundial en caída. En los primeros 10 meses de este año, las exportaciones fueron un 21% más altas que el año anterior, en comparación con un crecimiento del 26% durante el periodo correspondiente de 2007.

La razón principal que explica por qué el gobierno chino puede seguir adelante con su programa de estímulos no es que los bancos estén en buena forma, ni que el gobierno tenga un montón de reservas extranjeras. Un gobierno en un país capitalista no podría implementar un programa así, o sólo podría hacer muy parcialmente aunque quisiera hacerlo y aunque tuviera las mismas ventajas financieras que tiene China. Un gobierno capitalista no puede controlar el flujo de inversiones.