1. Introducción
En la anterior
entrega[1]
de mi análisis sobre el artículo “El papel internacional de China”[2],
escrito en marzo de 2011 por el responsable de relaciones internacionales del
Partido Comunista de Grecia (KKE), Elisseos Vagenas, había refutado las
afirmaciones del autor acerca de “la miseria y la explotación que
experimentan cientos de millones de trabajadores en China”, demostrando con
datos objetivos el inmenso progreso social alcanzado por el pueblo chino en las
últimas décadas, especialmente a partir de 1979, año en que empezó a
implementarse la política de reforma y apertura impulsada por Deng Xiaoping.
Para explicar las razones económicas, históricas y sociales que habían motivado
la reforma y apertura, había hecho un breve resumen de la evolución del
socialismo en China desde el inicio del I Plan Quinquenal (1952) hasta
principios de los años 90. También había refutado la pretensión del camarada Vagenas
de hacer un juicio – que podríamos calificar de “moral” – sobre el llamado “socialismo con
características chinas” basándose en lo que fue la construcción del socialismo
en la URSS, principalmente durante los periodos de Lenin y de Stalin.
En esta nueva
entrega, voy a centrarme en una cuestión que ya fue abordada sucintamente en la
anterior entrega, a saber, la acusación de que China es “carne de la
carne del sistema imperialista internacional”. Con estas palabras, lo que
Vagenas le reprocha a China es estar en mayor o menor medida integrada en la
economía mundial, o por decirlo con otras palabras, el no desarrollarse de
manera autárquica. Pero esta acusación no sólo concierne la cuestión económica,
sino que también se extiende a la participación política de China en los distintos
organismos internacionales del mundo. Esto le vale al camarada Vagenas para
confirmar su tesis de que China no se diferencia en nada o en muy poco del
resto de países capitalistas, véase imperialistas.
En resumen, de lo que
se va a tratar en esta nueva entrega es de las relaciones de China y su colaboración
en distintas áreas con el resto de países del mundo, tanto en cuestiones comerciales,
económicas, política de paz, lucha contra el terrorismo, etc. No ha sido tarea fácil
el delimitar los contenidos a incluir en esta nueva entrega, pues no existe una
muralla china (nunca mejor dicho) que separe la cuestión de las relaciones
internacionales de China, enfocada en abstracto, de la cuestión de saber si
China practica una política “imperialista” hacia otros países. Para seguir una
metodología más ordenada, he optado por tratar aquí el tema de las relaciones
internacionales, dejando la refutación del carácter “imperialista” de China
para la cuarta y última entrega de este trabajo.
Por lo tanto,
¿autarquía económica, o desarrollo de las relaciones comerciales con otras
naciones? ¿Auto-aislamiento y cierre de las relaciones con el exterior, o
participación creciente en las actividades políticas a nivel inter-estatal?
¿Guerra frontal contra el imperialismo en todos los terrenos, o coexistencia
pacífica? He aquí las cuestiones que están a debate en esta entrega, para el
cual me he inspirado en gran parte de la obra “El dogmatismo, la otra
cara del oportunismo”, del sinólogo José María Rodríguez.[3]
2. Comentarios sobre la integración económica y la
coexistencia pacífica
En la anterior
entrega, había mencionado que el camarada Vagenas parece reprocharle de alguna
manera a China el que no se desarrolle en autarquía, al haber estado realizando
en las últimas décadas, y sobre todo desde principios del siglo XXI tras su
integración en la Organización Mundial del Comercio (OMC), intercambios
comerciales crecientes con el resto de países de los cinco continentes, y no
comerciar con un “campo socialista” que no existe. Así, por ejemplo, en el
apartado titulado “Desarrollos en relación con la posición
internacional de China”, Vagenas menciona, entre otras cosas, que “en
el periodo enero-octubre de 2009 China exportó mercancías por valor de 957.000
millones de dólares” y que “las exportaciones cubren el 80% de
los ingresos de divisas del estado”.
Evidentemente, aquel
que no haya leído previamente el artículo del camarada Vagenas, o no conozca la
valoración general de la dirección del KKE sobre China, podrá pensar que éstas
son frases inocuas, que no implican de por sí un juicio negativo. Sin embargo,
sabemos que esto no es así, y ello se puede comprobar cuando a continuación
Vagenas dice que “los socios comerciales principales de China son los
grandes países capitalistas (Japón, EE.UU., países de la UE), que representan
el 55% de las transacciones de su comercio exterior”, y también cuando dice a continuación que “desde
2009 [China] se compara con los EE.UU. en las importaciones
mundiales de petróleo”. Como si, de alguna manera, China tuviera que pedir
disculpas por importar un petróleo que su industria necesita, o como si Vagenas
hiciera algún tipo de equiparación absurda entre Estados Unidos y China por el
hecho de que ambos importen petróleo.
Al citar estos datos,
Vagenas insinúa que China y las grandes potencias imperialistas son la misma
cosa, en base al muy flojo argumento de que todas ellas han establecido
relaciones comerciales entre ellas. Esto lo dice muy claramente más adelante,
en el apartado titulado “Unas estimaciones sobre la posición y el papel
de China en el sistema imperialista internacional”, donde denuncia
que “China, especialmente a partir de los años ‘80, ha vinculado
su economía con el mercado capitalista internacional […] Participa
ya activamente en el reparto capitalista mundial como una grande fábrica de
manos de obra baratas, con grandes tasas de rentabilidad para los capitalistas
que tienen la capacidad de invertir allí”.
Y después:
“…China ha
fomentado relaciones estrechas con otras potencias imperialistas fuertes, ante
todo con los EE.UU., así como con Japón y la UE, de los que depende puesto que
se trata de una potencia mundial de exportaciones. Es “carne de la carne” del
sistema imperialista internacional. Esta relación de dependencia e
interdependencia se expresa también en la cuestión de bonos estadounidenses que
posee China.”
Por si no quedaba
claro que lo que el camarada Vagenas le reprocha a China es realizar
intercambios comerciales con países capitalistas (ya sean éstos imperialistas o
no), en el apartado titulado “Sobre su posición económica”, afirma
que “a lo anteriormente mencionando se objeta a menudo [sería
interesante saber quiénes son los que objetan] los argumentos
siguientes…”
Y Vagenas cita a
continuación uno de esos argumentos, a saber “la afirmación de que la
URSS también tenía relaciones económicas exteriores”. Ante tal argumento (que
por muy sencillo que sea, es un argumento contundente) Vagenas objeta lo
siguiente:
“Cabe recordar
que más de la mitad de las operaciones comerciales de la URSS se realizaba con
los demás países socialistas del Tratado de Ayuda Económica Mutua.
Aproximadamente 1/3 de las transacciones de la URSS estaba relacionado con el
petróleo y el gas natural, que fue abundante en el país. De hecho, el
crecimiento de sus exportaciones y el desarrollo de las relaciones con los
países capitalistas más desarrollados se hicieron en la década de los ‘60, bajo
la percepción oportunista de la llamada “coexistencia pacífica” y de la
“emulación pacífica”. No obstante, incluso entonces, la URSS no había tenido
nunca 1/3 de los bonos estadounidenses ni exportaba capitales. Por ejemplo a
nadie se le había ocurrido que la URSS podría comprar el puerto del Pireo y la
zona de Thriasio. Estos elementos demuestran una vez más la diferencia de
calidad entre la China actual y un país socialista como la URSS.”
Estas palabras revelan,
una vez más, la concepción del mundo del camarada Vagenas y de la dirección del
KKE, que responde a la interpretación esclerótica del marxismo, propia de algunos
dogmáticos “pro-soviéticos” (y también hoxhistas) que creen que el criterio de base para poder
valorar positivamente o no a un país socialista es si hoy está haciendo o no lo
mismo que hizo la URSS de los tiempos de Lenin y de Stalin, en condiciones
económicas, sociales, y culturales muy diferentes y en un contexto
internacional también diferente. Y ello sin contar con que hoy, el bagaje de
experiencias es mucho más rico que en los tiempos de Lenin y de Stalin, con lo
cual hemos de considerar que puede haber lecciones que sacar de los errores (que
los hubo sin duda) cometidos durante la construcción del socialismo en la URSS,
que podrían explicar algunas de las decisiones adoptadas por el PCCh en materia
de economía. Vagenas descarta de antemano esta posibilidad, puesto que para él
los dirigentes de la URSS, durante los primeros años de existencia de la misma,
parecen haber sido infalibles.
Sencillamente, las
afirmaciones del camarada Vagenas son absurdas. Mención aparte de las
diferencias existentes entre la construcción del socialismo en la URSS y en
China, en cuanto a condiciones materiales se refiere, con aquellas palabras lo
que el camarada Vagenas nos quiere decir es que el socialismo es igual a
autarquía o que los países socialistas tienen que comerciar exclusivamente
entre ellos, o al menos principalmente entre ellos.
Cierto es, podría ser
lo más natural, en el caso hipotético de que existan varios o muchos países
socialistas que sufran un bloqueo económico y financiero por parte de los países
capitalistas, por las relaciones solidarias que naturalmente podrían establecer
entre ellos. Pero no tiene por qué ser así de forma sistemática. De hecho, esta
afirmación aberrante del camarada Vagenas no aparece escrita en piedra como
dogma o mandamiento en ninguna obra clásica del marxismo-leninismo, excepto tal
vez en la “biblia sagrada” que él se ha inventado. Muy al contrario, Lenin
solía insistir en la necesidad de aprender de todos los avances que ha
aportado el capitalismo. ¿Cómo conseguirlo, en las condiciones de la Rusia de
los años 20, si no había relaciones económicas con los países capitalistas?
Por este mismo
motivo, el otro argumento empleado por Vagenas, a saber que en la URSS el
mayor crecimiento de las exportaciones con los países capitalistas más
desarrollados “se hizo en la década de los ’60, bajo la
percepción oportunista de la llamada “coexistencia pacífica” y de la “emulación
pacífica””, no tiene sentido. Sin duda alguna, la distensión política entre
Estados Unidos y la URSS durante el periodo de Jruschov (si exceptuamos ciertos
episodios de tensión como la crisis de los misiles cubanos en 1961), fruto de
la particular concepción del dirigente soviético sobre la “coexistencia
pacífica”, pudo tener como consecuencia un mayor flujo de intercambios
comerciales entre la URSS y los países capitalistas.
Pero que dos sistemas
económicos y sociales sean en última instancia antagonistas e
irreconciliables entre sí, no tiene nada que ver con el hecho de que, para
poder desarrollarse y satisfacer las necesidades crecientes del pueblo, un país
socialista tenga que realizar tantos intercambios comerciales como sea
necesario con países socialistas, capitalistas o imperialistas (o incluso
feudales si hace falta) y que, en sentido contrario, a un país de capitalismo
desarrollado le pueda convenir tener intercambios comerciales con un país
socialista.
Por lo tanto, si bajo
el mandato del señor Jruschov, las relaciones comerciales de la URSS con
Occidente crecieron, contribuyendo con ello a mejorar las condiciones de vida
del pueblo soviético, entonces me atrevería a decir que habría que felicitarle
por ello. Otra cosa muy distinta y más discutible es si aquel crecimiento de
las exportaciones se hizo a costa de hacer concesiones excesivas, véase
inaceptables, al imperialismo norteamericano en el terreno político, o divulgar
falsas creencias acerca de un supuesto desarme global o el fin de las guerras
imperialistas. Todos los buenos tergiversadores del marxismo-leninismo, como lo
era Jruschov, siempre empiezan enunciando verdades abstractas, verdades a
medias con fraseología marxista-leninista, para a continuación poder
inocular sus tesis incorrectas.
Precisamente por eso,
el señor Jruschov llevaba mucha razón cuando decía que “la coexistencia
pacífica de los Estados socialistas y capitalistas es una necesidad objetiva
del desarrollo de la sociedad humana. La guerra no puede ni debe ser medio de
solución de los litigios internacionales”.[4] Esto
estaba totalmente en coherencia con lo que habían afirmado previamente Lenin y
Stalin sobre esta cuestión.[5]
Pero Jruschov no tenía razón cuando, en base a esta correcta afirmación, mentía
al anunciar en el XX Congreso del PCUS que el capitalismo se había debilitado y
que el cerco capitalista hostil al socialismo en la URSS había desaparecido.[6]
O cuando pretendía subordinar el internacionalismo proletario y las luchas de
liberación nacional en todo el mundo a la colaboración entre los dirigentes de
los Estados Unidos y de la URSS de manera a alcanzar un supuesto desarme mundial
que nunca se produjo.[7]
Dicho esto, la
asociación que hace Vagenas entre los intercambios comerciales de la URSS con
los países capitalistas en los años 60 por una parte, y la particular
concepción de Jruschov sobre la “coexistencia pacífica” y la “emulación
pacífica” por otra, es mezclar churras con merinas. El camarada Vagenas debe de
creer que un mayor intercambio de mercancías (véase de capitales) con los
países del “sistema imperialista internacional”, implica
automáticamente cosas como la pérdida de la soberanía económica, la pérdida de
la “pureza” ideológica o incluso la contrarrevolución burguesa, quién sabe.
Pero no tiene por qué ser así, y China lo ha demostrado en las últimas décadas.
Cierto es, podemos admitir que China ha hecho concesiones importantes en lo
económico, lo ideológico y lo social, permitiendo grandes desigualdades
sociales y una cierta presencia del estilo de vida occidental en sectores de su
población. Pero de ninguna manera se puede afirmar que China es “carne de la
carne del sistema imperialista mundial” como consecuencia de sus
intercambios comerciales con otros países, sin tan siquiera tomarse la molestia
de hacer un análisis marxista del carácter de clase de la República Popular
China y las particularidades de su régimen socio-político.
El camarada Vagenas
considera que la participación de un país socialista en el comercio
internacional y/o en la llamada globalización es algo negativo per se. Una visión muy distinta de la
que tiene el profesor J.A. Díaz Vázquez, de la Universidad de La Habana, que lo
interpreta como “aprender a beneficiarse, con inteligencia, de
las alternativas ofrecidas por el proceso de globalización”,[8]
adaptándose a las nuevas condiciones que han surgido tras la derrota del
socialismo en el Este de Europa y la URSS. En el apartado titulado “La
supuesta “apertura” inevitable al mercado mundial”, el camarada Vagenas
cita las palabras del embajador de China en Atenas, que con mucha razón,
afirmaba lo siguiente: “Hoy en día, en este mundo cada vez más
globalizado, China no puede desarrollarse de manera aislada del resto del mundo
y por otra parte el mundo tampoco puede disfrutar de prosperidad y estabilidad
sin China.”
Ante estas
declaraciones, Vagenas objeta a continuación que “sin embargo, el “mercado
mundial” no es neutro; es un mercado en que se intercambian mutuamente
productos de producción capitalista por otros de producción socialista. No es
nada nuevo el fenómeno de la llamada “globalización” en cuyo nombre se lanza un
ataque contra el nivel actual de salarios en el capitalismo desarrollado.”
Lo primero que hay
que señalar es que (y esto es una cosa que ocurre más de una vez en su artículo)
el único que habla de “mercado mundial neutro” es el propio
camarada Vagenas. Ni los dirigentes chinos ni nadie que haya citado Vagenas han
hecho una valoración sobre la neutralidad o la falta de neutralidad del mercado
mundial. No puede reprochar a los dirigentes chinos el haber afirmado algo que sólo
es producto de una masturbación mental proveniente de él mismo. De la misma
manera que, volviendo a una cuestión tratada en la anterior entrega de este trabajo,
nadie que yo conozca, excepto él y su mente dogmática, está haciendo
comparaciones entre el socialismo en China y en la URSS.
Que el mercado mundial
sea “neutral” o no, o que en los países capitalistas desarrollados dicho
mercado mundial implique “un ataque contra el nivel actual de salarios” son
cuestiones de una nula importancia en cuanto a los intereses de China se
refiere. Podemos estar seguros de que los dirigentes chinos no se paran a
pensar ni por un segundo en cuestiones de este tipo cuando comercian con otros
países. Y ello no se les puede reprochar en absoluto, porque el “ataque contra el nivel actual de los
salarios” es un asunto que atañe a los gobiernos de los países donde esto
ocurre y a los partidos comunistas incapaces de cambiar esta situación (KKE
incluido), y no al gobierno chino. ¿Debería Cuba tener algún dilema moral por
importar mercancías (las pocas que pueda importar) que han sido fabricadas en
base a la explotación de plusvalía?
Para intentar
justificar sus posiciones, el camarada Vagenas recurre a una cita del “Manifiesto
Comunista”, afirmando que “Incluso en el “Manifiesto Comunista” se hace
referencia al “mercado mundial”. Aquí tengo que admitir que no entiendo muy
bien cuál es la lógica de su razonamiento, porque al yuxtaponer argumentos
inconexos entre sí, a veces se hace difícil comprender lo que nos quiere decir.
Por supuesto que en el “Manifiesto Comunista” se habla del “mercado mundial”. Ni
los dirigentes chinos ni nadie ha negado que existiera a mediados del siglo
XIX. La cuestión es ¿qué tiene que ver el hecho de que exista o no un “mercado
mundial” con lo afirmado por el embajador de China en Atenas? El debate no es
si existe o no existe el “mercado mundial”, sino si “en este mundo cada vez
más globalizado” puede un país socialista “desarrollarse de manera
aislada del resto del mundo”. Esta es la tesis que debería invalidar
el camarada Vagenas, en lugar de hablar de “neutralidades”.
En cualquier caso, la
cita del “Manifiesto Comunista” que emplea el camarada Vagenas es la
siguiente:
“La burguesía,
al explotar el mercado mundial, da a la producción y al consumo de todos los
países un sello cosmopolita. Entre los lamentos de los reaccionarios destruye
los cimientos nacionales de la industria. Las viejas industrias nacionales se
vienen a tierra, arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es problema
vital para todas las naciones civilizadas; por industrias que ya no transforman
como antes las materias primas del país, sino las traídas de los climas más
lejanos y cuyos productos encuentran salida no sólo dentro de las fronteras, sino
en todas las partes del mundo. Brotan necesidades nuevas que ya no bastan a
satisfacer, como en otro tiempo, los frutos del país, sino que reclaman para su
satisfacción los productos de tierras remotas. Ya no reina aquel mercado local
y nacional que se bastaba así mismo y donde no entraba nada de fuera; ahora, la
red del comercio es universal y en ella entran, unidas por vínculos de
interdependencia, todas las naciones. Y lo que acontece con la producción
material, acontece también con la del espíritu. Los productos espirituales de
las diferentes naciones vienen a formar un acervo común. Las limitaciones y
peculiaridades del carácter nacional van pasando a segundo plano, y las
literaturas locales y nacionales confluyen todas en una literatura universal.”
En la anterior
entrega, había dicho que la concepción de la transformación del mundo de los
dogmático-revisionistas es más propia del socialismo utópico, que se limita a
denunciar la explotación y la injusticia desde presupuestos morales, que del
socialismo científico – también conocido como marxismo – que estudia las
condiciones materiales que hacen posible científicamente la eliminación de la
explotación del hombre por el hombre. Al citar estas palabras de Marx y Engels,
realmente Vagenas se está disparando en el pie, porque precisamente, los
autores del “Manifiesto Comunista” no hacían un juicio de naturaleza moral
sobre el mercado mundial capitalista. Más bien al contrario, hacían una lectura
positiva del mismo como factor de progreso humano, al subrayar que el mercado
mundial había roto las barreras del “mercado local y nacional que se bastaba
así mismo y donde no entraba nada de fuera” y que “ahora, la red
del comercio es universal y en ella entran, unidas por vínculos de interdependencia,
todas las naciones”.
Por supuesto, el
marxismo aspira a encontrar la forma de alcanzar una nueva sociedad en el que
los hombres no tengan que explotarse unos a otros, y en la lucha política para
conseguirlo no habrá que escatimar esfuerzos en denunciar en el plano moral las
injusticias y los crímenes del capitalismo. Pero el marxismo se diferencia del
socialismo utópico en que antes de plantear la lucha política, persigue una
comprensión científica de la realidad que nos rodea para poder mejor transformarla.
En este sentido, al
mismo tiempo que no dudaban en señalar la explotación salvaje durante el siglo
XIX y los efectos destructivos a nivel social, moral, higiénico y económico del
capitalismo decimonónico, Marx y Engels también sabían analizarlo fríamente
para alcanzar a ver los factores de progreso humano que había traído para que
la humanidad pueda construir la nueva sociedad. Dicho esto, y más allá del
debate espurio sobre la ausencia o no de “neutralidad” del mercado mundial,
¿alguien se puede creer que Marx y Engels están condenando el desarrollo del
mercado mundial con las palabras citadas por el camarada Vagenas? Lejos de
darle la razón, la cita que emplea Vagenas refuerza la línea argumentativa del
embajador chino en Atenas, puesto que ese mismo “mercado mundial” es lo que ha
permitido el desarrollo económico de China.
Además, como suele
ser una constante a lo largo de su artículo, el camarada Vagenas falla a la
hora de tener en cuenta lo que debería ser lo más importante. Y es que, por
mucho que Vagenas hable de “la diferencia de calidad” entre la
China actual y la URSS, de poco le sirvió a ésta que “más de la mitad
de las operaciones comerciales” se realizaran con los países del
Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), puesto que dicho intercambio,
supuestamente “superior”, no consiguió lograr el objetivo de elevar
sustancialmente el nivel de vida de la población soviética a partir del
estancamiento económico bajo el periodo Brézhnev[9] y
evitar el auto-derrumbe de la URSS en 1991. Hecho que confirma que al PCCh no
le falta razón cuando afirma que el aislamiento económico (ya sea voluntario o
impuesto por otras naciones) fue una de las razones del colapso del socialismo
en la URSS.[10] Si
el pueblo soviético, que en teoría era el destinatario de dicho comercio más
“socialista”, no pudo disfrutar del mismo en el grado esperado, es evidente que
no se puede afirmar con arrogancia que fue superior al comercio de China con
otros países, aunque formalmente no existiera en la URSS la propiedad privada sobre
los medios de producción.
Y si bien puede
parecer magnífico que en el pasado “más de la mitad de las operaciones
comerciales de la URSS se realizaba con los demás países socialistas del Tratado
de Ayuda Económica Mutua”, ¿por qué reprocharle a China que la mayor parte
de sus intercambios comerciales no se hagan con un Consejo Económico de Ayuda
Mutua (CAME) o un campo socialista que sencillamente no existe,
aparte de algunos pocos países socialistas relativamente atrasados como Cuba,
Vietnam, Laos y la RPDC? ¿Pretende Vagenas que China comercie con Marte?
Además, si “más
de la mitad” del comercio de la URSS se realizaba con países
socialistas del CAME, ello significa que una parte considerable de ese comercio
exterior se hacía con países capitalistas o del “sistema imperialista
internacional”. Si siguiésemos el mismo criterio metafísico de Vagenas,
llevándolo hasta el absurdo, podríamos decir que la URSS también era “carne
de carne del sistema imperialista internacional”. ¿Cuál es el
porcentaje “umbral” de comercio con países capitalistas a partir del cual un
país todavía puede ser considerado socialista para la dirección del KKE?
Es más, según datos
del economista Enrique Palazuelos, en el año 1970 (es decir, durante el periodo
Brézhnev[11]), el
65.4% de las exportaciones de la URSS era hacia los países del CAME, mientras
el 34.9% restante era hacia países capitalistas (incluyendo tanto países
capitalistas desarrollados como subdesarrollados – puesto que, según la
dirección del KKE, no se debe hacer distinción entre unos y otros). En cuanto a
las importaciones, el 65.1% provenían de los países del CAME y el 34.9% restante
provenían de países capitalistas. Pues bien, en el año 1980 (aún con el periodo
Brézhnev) la parte de las exportaciones hacia países capitalistas había subido
hasta el 45.8%, mientras que las importaciones desde los mismos países había subido
hasta el 46.8%.[12] ¿Percepción
oportunista a la vista? Con los datos objetivos en la mano, podemos constatar
que la pretensión del camarada Vagenas de asociar el mayor o menor comercio con
países capitalistas con la llamada “percepción
oportunista” del periodo Jruschov no tiene ni pies ni cabeza.
Finalmente, cabe recordar que durante los años 70,
la URSS tuvo que importar trigo de los Estados Unidos para compensar los graves
problemas que estaba conociendo la agricultura soviética,[13]
llegando a ser empleado el trigo como arma de presión contra la URSS.[14] ¿Deberíamos
deducir que seguía habiendo una “percepción oportunista” por
importar el trigo de los Estados Unidos y no de los países del CAME
exclusivamente?
Puede leerse el
documento pinchando aquí.
[5] Por
ejemplo, en su informe político ante el XV Congreso del Partido Comunista
(bolchevique) de la URSS, Stalin decía que “la base de nuestras relaciones con los países capitalistas
consiste en admitir la coexistencia de los dos sistemas opuestos” y que “el
mantenimiento de relaciones pacíficas con los países capitalistas es para
nosotros una tarea obligatoria”. Poco antes de su muerte, Stalin escribía
que “La coexistencia
pacífica entre el sistema capitalista y el sistema comunista es enteramente
posible si ambas partes tienen el deseo de cooperar, están dispuestas a cumplir
la obligación a que se hayan comprometido, y observan el principio de igualdad
y de no injerencia en los asuntos internos de otros Estados” (I.V. Stalin, “Respuestas a las preguntas de
editores norteamericanos”, Pravda, 2 de abril de 1952). Confundir esto con
la tesis jruschoviana sobre la coexistencia pacífica es no haber entendido nada
sobre la coexistencia pacífica.
[6] "Se han producido cambios radicales en la situación internacional
de la URSS. Han pasado los tiempos en que la Unión Soviética era el único
Estado socialista, en medio de un cerco capitalista hostil. Hoy existen dos
sistemas sociales mundiales: el capitalismo y el socialismo. El capitalismo se
halla en periodo de caducidad. El socialismo, llena de vitalidad, crece y
prospera. El socialismo cuenta con las simpatías de los trabajadores de todos
los países. Hoy no hay en el mundo fuerzas capaces de restaurar el capitalismo
en la URSS, de vencer al campo socialista. La correlación de fuerzas es tal hoy
en el mundo que cualquier agresión de los imperialistas a los países del campo
socialista está condenada al fracaso. El peligro de restauración del
capitalismo en la URSS queda excluido" (Historia del PCUS -
pág. 883).
[7]
“Nosotros [la
URSS y los Estados Unidos] somos
los países más poderosos del mundo. Si nos unimos en aras de la paz, no habrá
guerra. Y si a un loco se le ocurriera entonces desencadenar la guerra bastaría
con que le amenazáramos con el dedo para que se calmara.” (Declaración de N. Jruschov del 5 de
septiembre de 1961).”
[8] J.A.
Díaz Vázquez, China en la
Economía Internacional, Centro de Investigaciones de la Economía
Internacional, Universidad de La Habana, 2011.
[9] Mientras en los periodos
1950-1960 y 1960-1970 el promedio de incremento interanual del PIB en la URSS
había sido de 5.21% y 4.89% respectivamente, en los periodos 1970-1980 y
1980-1990 este mismo incremento había pasado a ser de 2.41% y 1.53% respectivamente.
(Datos
extraídos de The World Economy, Volume 2:
Historical Statistic, Angus Maddison, http://dx.doi.org/10.1787/456125276116). La
práctica indicaba que era necesaria una reforma económica en la URSS que
permitiera satisfacer las necesidades crecientes del pueblo soviético en bienes
de consumo, una vez que éste ya tenía todas sus necesidades básicas cubiertas.
Reformas que por supuesto no tendrían nada que ver con las que implementó
Gorbachov.
[11]
Nótese que ése es un periodo de la historia de la URSS
que parece gustarle al camarada Vagenas, puesto que critica al periodo Jruschov
por lo que él llama la “percepción
oportunista de la llamada “coexistencia pacífica” y de la “emulación pacífica””,
y en cambio del periodo Brézhnev no dice palabra.
[13] “La URSS compra 15 millones de toneladas de maíz y trigo en
EEUU”, El País, 26 de diciembre de 1979 http://elpais.com/diario/1979/12/26/economia/315010810_850215.html
[14] “EEUU emplea el arma del trigo contra la URSS por su
intervención en Afganistán”, El País, 6
de enero de 1980 http://elpais.com/diario/1980/01/06/portada/315961202_850215.html
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